Lorenzo Morales, Wilson Choperena y Pablo Flores: tres cultores del alma caribe que partieron
Foto tomada por Enoïn Humanez Blanquicet en el salón de arte africano de Smithsonian museum 12/29/2011
El 2011 fue un año prodigo en eventos históricos de todo género. Los hubo en el campo político-social, como la Primavera árabe, una marejada de revueltas populares que puso punto final a dictaduras añejas y temidas, relajó el puño de monarcas intransigentes y aplastó una tiranía popular, que estaba a punto de convertirse en una nueva dinastía revolucionaria. Los hubo de corte militar: la muerte de Osama Bin-Laden, en las faldas del Himalaya, en Pakistán, y la caída de Alfonso Cano, en las laderas de los andes colombianos. Los hubo en el campo económico, como el agosto negro que vivió el mercado bursátil global y el amago de colapso financiero que sacudió a casi todas las naciones del mediterráneo europeo. Los hubo en el plano de las catástrofes naturales y tecnológico-industriales, como el sismo de 8,9 grados en la escala abierta de Richter, que sacudió una parte del archipiélago japonés el 11 de marzo. Dicho sismo desató un tsunami, que arrasó las costas de algunas islas japonesas y causó graves daños en una central nuclear, que dieron origen a la segunda catástrofe de mayor importancia en el campo civil en la era atómica.
En fin, en el 2011 se produjeron en las cuatro esquinas del mundo eventos cimeros, que los historiadores van a utilizar como mojones para delimitar el tiempo. No en vano Eric Hobsbawn, el historiador más importante del siglo XX, se ha atrevido a declarar a la BBC que el 2011 le ‘‘recuerda a 1848’’, el "año de las revoluciones" en Europa’’ (semana). En el fondo se podría decir que durante este año se acabó ese período que se llamó en la jerga de las ciencias sociales la Postguerra.
Como bien lo resalta –de nuevo la BBC- en el 2011 varios de los líderes mundiales que dominaron la escena política en los últimos 40 años dijeron adiós al poder (semana). En el mismo orden de cosas hay que anotar que a lo largo del año partieron al Seol varios de los últimos protagonistas de los eventos que marcaron el advenimiento de ese periodo tensionado que se conoció como la Guerra fría. En el momento en que comenzaba la redacción de esta crónica la radio anunciaba la muerte de Kim Jong-il, jefe de gobierno de Corea del Norte “que –según fuentes coreanas- falleció el sábado 17 a las 8.30 de la mañana mientras viajaba para realizar sus funciones de liderazgo". Al tiempo que la televisión nos mostraba las imágenes de la congoja colectiva padecida por los norcoreanos por causa de la muerte de su querido líder, los portales de Internet nos informaban de la muerte del dramaturgo Václav Havel. Havel entró a la historia por ser uno de los opositores más lúcidos del régimen comunista en Checoslovaquia y uno de los conductores de la Revolución de Terciopelo, que puso fin a la era comunista en dicho país. De las figuras mayores que protagonizaron la Guerra Fría sólo quedan en vida Fidel Castro, Mijael Gorbachov, el sindicalista polaco Lech Wałęsa y George Bush padre.
Respecto a Colombia, si acogemos la tesis de Hernando Gómez Buendía, a lo largo y ancho del país no sucedió nada que valga la pena de destacarse. Según éste prestigioso analista, en Colombia ‘‘Toda noticia es vieja’’ porque “en este país, donde los periodistas dicen que pasan tantas cosas, en realidad no pasa casi nada […]. Los nombres propios cambian (y a veces ni siquiera), pero no cambian la masacre o el desfalco o el debate o el invierno o los congresistas o las declaraciones oficiales que se mantienen frescas porque las causas de todas esas cosas se mantienen’’ (elmalpensante).
El final de una era en el folclor del Caribe Colombiano
Instrumentos básicos en la interpretación de la cumbia tradicional
En cuanto al caribe colombiano, allí, aparte del séptimo título obtenido en la historia del futbol nacional por el Junior de Barraquilla, la elección del primer costeño como alcalde de Bogotá y la derrota de las huestes de la Gata en Magangué por un curtido rutero de la izquierda, no se produjeron eventos categóricos en el plano político, económico o social. Sin exagerar y tomando prestado el verso de una celebrada balada de Julio Iglesias uno podría sugerir que en general, allí, en esos planos, ‘‘al final/ la vida sigue igual’’. Pero si las cosas no se mueven en los escenarios antes mencionados, en la parte cultural –a pesar de la ausencia de una política sólida que le permita a la cultura tomar vuelo definitivo y convertirse en un renglón generador de riqueza- la región sigue siendo una cantera en plena producción.
En el campo folclórico los eventos más importantes –a mi modo de ver- son de carácter luctuoso, ya que están relacionados con la muerte de cuatro importantes cultores del alma caribe: Ester Forero, Álvaro José Arroyo, Lorenzo Morales, Wilson Choperena y Pablo Florez. En el caso de Forero, Morales, Choperena y Flores hay que tener en cuenta que estamos hablando de figuras que fundaron la tradición folclórica moderna de la Costa Atlántica colombiana. Su muerte marca el final de una era fecunda en la historia del folclor costeño, que le aportó a la historia musical nacional, como lo señaló un reportaje que buscaba explicarle a los cachacos de los años 50 ‘‘en que consistía la música costeña’’, una verdadera ‘‘galería de notables’’ (semana).
Los cuatro se cuentan entre los miembros más destacados de un grupo de músicos, compositores y cantores que sacaron la música del caribe colombiano de su entorno parroquial y la universalizaron. De la mano de ese grupo de pioneros, entre los que sobresalieron El Negro Meyer, Guillermo Buitrago, Pedro Laza y sus Pelayeros, José María Peñaranda, Crescencio Salcedo, Los Gaiteros de San Jacinto, Pacho Rada, Alejo Duran, Lucho Bermúdez, Pacho Galán, el Sexteto Tabalá, entre otros, el folclor del caribe colombiano se nacionalizó y se comercializó. En las manos de este grupo de músicos los diferentes aires musicales que componen el folclor costeño se fusionaron, dando origen a varios géneros de música bailable, que han rebasado los linderos geográficos de la cultura costeña, para convertirse –en general- en uno de los mascarones de proa de la identidad cultural de la nación colombiana.
Como lo resaltó en 1949 el reportaje de la revista Semana, ese ‘‘barullo de nombres’’ –pertenecientes a gente sin prosapia y en su mayoría sin formación musical metódica- comenzó por diferentes caminos y medios a trepar las cuestas de los Andes, a recorrer las calles de sus ciudades y a hacer presencia en los salones de baile de sus clubes sociales. Los ritmos musicales interpretados por ellos, –sin prisa y sin pausa- se fueron apoderando de la escena rumbera de la época, arrebatándole la pareja a una serie de ritmos locales y extranjeros, que mandaban la parada en esos lugares. Con el tiempo esos individuos, venidos de pueblos perdidos en los confines del universo calentano del Caribe colombiano, se hicieron a un nombre y sus melodías se volvieron familiares entre los aficionados al baile y al goce pagano (semana).
Lucho Bermúdez uno de los músicos más importantes en la popularización del porro. Foto tomada del portal de la biblioteca Luis Ángel Arango
La obra musical de los compositores de esta generación ha sido fundamental en la formación de la identidad nacional. Sin saber concretamente lo que estaban haciendo, ellos solos levantaron, con sus cantos y sus notas –y por su propia cuenta- una de las hileras más sólidas de los pilares que sostienen el espíritu absoluto –y entiéndase el concepto en la más pura concepción hegeliana- de la nación colombiana. Usando los términos de Nicola Abbagnano podríamos sostener que la obra musical de los autores de esta generación ha incidido profundamente en el perfilamiento de la realidad histórica nacional y ha contribuido a la formación de un mundo de valores sociales –positivos- que nos identifican como colombianos (filosofia).
De esto dan cuenta los comentarios de los lectores de los periódicos más importantes del país el día de la muerte de Wilson Choperena. En esa ocasión hubo opinadores como Eltochecito, un comentarista del diario El Tiempo, que sostuvo que "La Pollera Colorá" es el “himno nacional de la cumbia”. Otros más trascendentales, como SATIRICON, llegaron incluso a considerar que “¡La Pollera colorá es un himno de Colombia para el mundo!” o en su defecto, como lo sostiene PedroMachete, para quién esta melodía es ‘‘el segundo himno de Colombia”; una suerte de himno festivo, que cuando suena ya sea en Madrid España o en Madrid Cundinamarca “se arma la parranda”. Por su parte porladecencia, un comentarista de El Espectador, escribió: “oír la pollera colora, fuera de Colombia, hace hervir la sangre y el nacionalismo […] uno se imagina un gran país, que no existe. Esa música nuestra lo mejor de Colombia: su música costeña vieja, que no la actual”. De su lado MIGUEL. A sostuvo: “en este país, en todas las fiestas nunca falta esta canción, y las seguimos bailando”.
Lorenzo Morales: un acordeonero de grandes quilates que no tuvo derecho a la gloria
Lorenzo Morales: foto tomada del blog elaguijonmusical
La mayoría de melómanos de mi generación se enteró de la existencia de Lorenzo Morales gracias a los versos de la canción La Gota Fría de Emiliano Zuleta, en la versión realizada por Ismael Rudas y Daniel Celedón. Esa es en mi opinión la mejor versión que se ha hecho de esa canción en todo los tiempos (youtube.) Aparte de la información suministrada por el verso que dice: “que cultura/ que cultura va tener un negro Chumeca/ como Lorenzo Morales”, durante mucho tiempo no supimos a ciencia cierta quien era ni que hacía Moralito. Simplemente imaginábamos que era un hombre necio; que desde su condición de músico de segunda monta se atrevió a desafiar al gallardo Viejo Mile –en sus mejores tiempos-. La respuesta a su osadía fue la andanada de improperios contenidos en los geniales versos de la canción que éste le dedicó, en la que de entrada le dice: ‘‘acuérdate Moralito de aquel día/ que tuviste en Hurumita y no quisiste hacer parada/ te fuiste de mañanita/ hay sería de la misma rabia’’.
Al contrario de otros acordeoneros contemporáneos suyos, como Abel Antonio Villa, Pacho Rada, Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Nafer Durán o Juancho Polo Valencia, Morales no nos dejó una obra musical registrada en acetato. En todo caso, si ésta existe, no ha sido muy difundida. Pero a pesar de que su obra no sea un producto de dominio público, como lo es la de otros autoras-ejecutores-cantores, como Abel Antonio Villa o Alejandro Durán, entendidos en vallenatos, como el responsable de la página de Internet Los Personajes del vallenato, son categóricos a la hora de sostener que Moralito fue compositor e interprete de “merengues, puyas, sones y paseos de los mas altos quilates rítmicos y melódicos”. En opinión de éste y otros folcloristas, “siempre que se quiera un modelo de cada aire vallenato hay que pensar en Amparito, como son; en Carmen Bracho, como merengue; y en El torito pinto como puya”. Para los especialistas éstas composiciones constituyen una “prueba incontrovertible de que Lorenzo Morales fue uno de los primeros [ejecutores que logró] dominar en el acordeón los cuatro aires vallenatos” (oocities.)
Son tan escasos los testimonios que quedaron para la posteridad de la maestría de Lorenzo Morales como ejecutante del acordeón, que resulta sorprendente que al escribir su nombre en Youtube, este buscador de audio-videos no nos ofrezca una sola melodía interpretada por él. Lo que hay de morales en la red –que es el mayor espacio de vulgarización cultural de nuestro tiempo- son unos cuantos toques que se hicieron en el marco de reportajes, que buscaban rememorar la célebre piqueria que sostuvo con Emiliano Zuleta. Sin embargo, las ejecuciones que otros han llevado a cabo de sus composiciones, como sucedes con el paseo El errante, el merengue Carmen Bracho y el son Amparito, nos dan testimonio de que Lorenzo Morales fue uno de los intérpretes más talentosos del fuelle. Lamentablemente, las fuentes consultadas nos indican que morales partió al más allá sin dejarnos registrado en material fonográfico su legado musical (eltiempo)
Los precarios registros de audio que existen sobre la obra de Lorenzo Morales han determinado que en adelante tengamos que estudiarlo sólo a partir de las interpretaciones realizadas por otros acordeoneros. De otra parte, eso profundizará la imagen de perdedor que de él trazara Emiliano Zuleta. En efecto, la primera idea que de Morales se formaran las nuevas generaciones de melómanos y folclorólogos será la de un acordeonero secundario, que huyó de un duelo parrandero porque al escuchar a su contendor tocando “le cayó la gota fría” (micasaronera). Sin embargo, cuando uno se percata de la maestría de Lorenzo Morales como ejecutor del fuelle siente un poco de desconsuelo que las cosas pasen de ese modo. Morales, como bien lo resalta el analista Rodolfo Quintero Romero, era mas versátil que Emiliano tocando la tecla, pues “las personas que tuvieron la fortuna de escucharlos coinciden en que Morales fue mejor en el acordeón y Emiliano en los versos” (eltiempo).
Maria Victoria, la responsable del blog Mi casa ronera, autora de una de las mejores notas que se han escrito sobre Moralito, afirma sobre el célebre duelo de Hurumita “que ésta es la única piqueria vallenata donde el perdedor sale tan bien librado, que medio siglo después todavía se le recuerda con bullicio y sin afán alguno”. Por eso, como lo destaca Nistar Romero Acosta, resulta paradójico que nadie se haya interesado por demostrar –durante la larga vida de los protagonistas- que en ese lance ‘‘A Lorenzo Morales nunca le cayó La Gota Fría” (eltiempo). Lo anterior es ratificado –grosso modo- por Pedro Miguel, en su crónica sobre la muerte de Emiliano Zuleta, en la que sostiene que ‘‘Moralito también tenía lo suyo […] Pero quiso el destino que las réplicas de Lorenzo (La carta escrita, Buscando a Emiliano, Chucho, marimonda y maco, Rumores...) a las puyas formuladas por Emiliano en La gota fría no brincaran a la fama, por lo que el primero ha quedado en el imaginario popular como el derrotado del encuentro’’ (jornada) .
La popularidad nacional que ha alcanzado La Gota Fría como obra musical allende del territorio vallenato comenzó en 1969. Ese año el canciller Alfonso López Michelsen utilizó sus versos en un debate en el congreso para contrarrestar los ataques que se le hacían en el parlamento al gobierno de Lleras Restrepo. Después de eso han venido una serie de grabaciones que nos han hecho olvidar las réplicas de Morales a los versos de Emiliano. Hoy, aunque la mayoría de la gente en el mundo hispano conoce de dicho duelo, nadie se ha interesado por llevar al acetato aquellos versos de Morales que dicen:
Le mandé a decir a Emiliano Zuleta
que para los carnavales me espere
El quiere tocar conmigo la tecla
y así como yo le digo él no puede
En mi nota no hay quien mande
conmigo no hay quien se meta
Rutina tiene Morales
para Emiliano Zuleta
“Hablo claro delante de la gente
para que escuchen con buena atención
que si Emiliano me lleva en la nota
yo le regalo mi acordeón”
Además de la popularización de la canción emblema de Zuleta, hay también varios eventos que llevaron a que la historia terminara inmortalizando a Emiliano y relegando a un segundo plano a Morales. Uno de ellos es el éxito comercial alcanzado en el mercado musical por los descendientes del Viejo Mile, lo cual le permitió a éste de codearse con figuras importantes de la política y la cultura nacional en el ocaso de su vida. De otra parte Morales, aparte de no haber grabado discos, como si lo hizo Emiliano Zuleta Baquero, se refundió en una región rural en un momento en que todos los acordeoneros de la época se esforzaban por hacerse conocer en el medio urbano y por grabar lo mejor de su obra. Por eso su nombre y su gloria son una suerte de mito –o leyenda- que hace parte del patrimonio oral vallenato.
Wikipedia, esa enciclopedia en línea que se ha convertido en el primer documento de referencia sobre fenómenos sociales, personajes históricos y hechos científicos, sólo nos ofrece de él una reseña compuesta de 45 palabras, que tratan de resumir en 264 caracteres la vida de unos los mejores creadores e interpretes de música de acordeón en el país (wikipedia.) En oposición, su contendor en esa piqueria ha tenido derecho a reseñas biográficas en inglés, francés y español en el mismo medio. La reseña en español está compuesta por 424 palabras y 1996 caracteres (wikipedia).
Si anotamos Emiliano Zuleta Baquero en Google tenemos acceso, en 15 segundos, a por lo menos 50 páginas que nos ofrecen la posibilidad de consultar aproximadamente 300 documentos relacionados con esta categoría de búsqueda. Si escribimos Lorenzo Miguel Morales Herrera, obtenemos los mismos resultados. Pero aquí entra en escena una variable que vale la pena detallar. En aproximadamente el 60% de los títulos consultados, la categoría Lorenzo Morales Herrera es subalterna –conceptualmente hablando- de la categoría Emiliano Zuleta Baquero. Esto indica que el tema central de la nota es Emiliano Zuleta Baquero y no Lorenzo Miguel Morales Herrera.
De otra parte los ejercicios de arqueología sonora en Youtube nos conducen siempre a la obra musical en línea de otro Lorenzo Morales: el acordeonero Jose Lorenzo Morales, el conejo, un mexicano a quien sus seguidores consideran el El Mejor Acordeonista de Latinoamerica. La escasez de registros sonoros y los episodios que se narran en La Gota Fría y en el paseo “Buscando a Morales” de Escalona, hacen de Lorenzo Morales, tal como lo subraya María Victoria en su nota de Mi Casa Ronera, el último verdadero juglar de la música vallenata. Contrario a los demás intérpretes de ese género, que se han beneficiado a la hora de difundir su obra de los instrumentos modernos de promoción y conservación de productos culturales, Morales llevó durante largos años una vida de bohemia, por lo cual ‘‘no vivía en ninguna parte’’ y sólo se le ‘‘podía encontrar donde había fiestas’’, pues su principal propósito era entretener al público, tocando su instrumento musical, cantando y contando historias de la vida cotidiana, sin preocuparse mucho por la fama y la paga.
Cuando alguien le preguntó su opinión sobre la nueva generación de compositores, Moralito afirmó que sólo ‘‘quieren volverse ricos con ese arte’’, olvidando que ‘‘el folclor necesita humildad’’, que ‘‘no nació en la plaza’’, que ‘‘nació en el campo’’ y que en su seno ‘‘todo maestro’’ antes de serlo ‘‘fue principiante’’ (eltiempo). En cuanto a El oligarca del ritmo; el histórico artículo de Semana dedicado a Lucho Bermúdez y a la música costeña en 1949, es curioso constatar que Moralito y el Viejo Mile no aparecen en la ‘‘galería de notables’’ músicos costeños mencionados por esta revista (semana).
Wilson Choperena: un artífice de la universalización de la cumbia
Wuilson Choperena: foto tomada de El Espectador
Si nos atenemos a lo escrito por un anónimo redactor judicial del diario El Espectador, La pollera colora, de la que Choperena es coautor, ‘‘es la canción más colombiana de los colombianos’’ (elespectador). Resulta interesante de constatar que periodistas y comentaristas de periódicos coincidan sobre este punto. El hecho resulta revelador. Sobre todo si se tiene en cuenta que esta melodía no fue seleccionada por los oyentes de Radio RCN en su concurso de 1991 como la mejor canción colombiana de todos los tiempos. En esa ocasión la audiencia dio como ganador al bambuco El camino de la vida de Héctor Ochoa y ubicó en el segundo lugar al paseo vallenato La casa en el aire de Rafael Escalona. En 1999 se repitió de nuevo el mismo alineamiento, pues el mismo bambuco y el mismo vallenato fueron escogidos en otro concurso radial como las mejores canciones colombianas del siglo XX (vallenatocanada).
Pero los reconocimientos que no le confiere el público a nivel nacional, se los confiere la comunidad artística: músicos y danzarines particularmente, a nivel internacional. Un simple ejercicio de arqueología audiovisual en YouTube sirve para verificar que La pollera colorá es la canción colombiana más interpretada a nivel internacional en la historia de la cultura musical y la danza folclórica nacional. Un seguimiento a los videos cargados en YouTube nos permitió de identificar 23 videos, que muestran en acción a grupos de danzarines ocasionales y semiprofesionales de diferentes países de América latina y de latinoamericanos radicados en diferentes partes del mundo, que bailan al son de La pollera colorá.
Entre los videos retrasados se encuentra el de un grupo de ‘‘adultos mayores’’ –particularmente mujeres- de Collipulli, novena región de Chile, que danzan una versión que nos ofrece una visión femenina del episodio relatado en la canción, influenciada fuertemente por la música negra de Perú. Igualmente está el de un grupo de profesoras del colegio Santo Domingo de Guzmán de Quito, que danzan delante de sus estudiantes –vestidas de cumbiamberas- una versión fuertemente influenciada por los valses quiteños y la música de la población negra de la costa peruano-ecuatoriana.
Otro video muestra a un grupo de niñas peruanas, que danzan en una escuela francesa una versión exótica, mezcla de bossa-nova, vals limeño y música negra peruana. Hay videos que muestran a profesores chilenos de secundaria bailando una versión cercana a la salsa, interpretada por un grupo desconocido y a los estudiantes de noveno curso del colegio de Santa Luisa de Concepción (en Chile) danzando una versión parecida pero diferente. En fin, se encuentran videos de estudiantes que danzan al ritmo de La pollera colorá en Monroe High School, en el Estado de Washington, para celebrar el Martin Luther King day (día de la diversidad en Estados Unidos) e inmigrantes colombianos, que la danzan en las jornadas de francisacion delante de sus compañeros de todo el mundo en Quebec. Además, encontramos también las presentaciones de los grupos de danzas folclóricas, formados por inmigrantes colombianos en sus diferentes países de residencia.
Pareja bailando cumbia, imagen tomada del blog de José Zabala
De todos los videos analizados el más interesante –en mi opinión- es el de una pareja de padres de familia –originarios de un país no identificado de América Latina, que de ser colombianos son interioranos, que la bailaron en octubre de 2007, en un país igualmente desconocido- delante de la comunidad escolar donde estudia su hija. En agradecimiento al gesto de sus padres, la niña colgó el video en YouTube. Su presentación ha sido observada por 323 436 personas y recompensada por 15 páginas de comentarios de estudiantes, padres de familia y curiosos de todas las suertes, que los felicitan por haber tenido ese ‘‘bello gesto de apoyo a su hija’’ (youtube). Es importante de anotar que la mayoría de los grupos de danzarines, que han colgado el video de su baile de La pollera colorá en Internet, han danzado al son de la versión clásica de esta pieza musical: la interpretación de Choperena y Madera.
Los videos analizados nos muestran también que hay diferentes formas de bailar la cumbia. En las coreografías de los chilenos, los hombres bailan con el pañolón rojo amarrado al cinto y las dos manos atrás. Cuando las levantan, se esfuerzan por no insinuar nada con ellas a las mujeres. En Centro América y México la gente le da importancia a tomarse las manos con su pareja. De igual manera entre los colombianos también hay grandes diferencias en el baile de este género. Como bien lo señala el reportaje de Semana de 1949 sobre la música costeña, el "baile suelto […] fue criticado por grotesco en Bogotá’’, donde se le da importancia a tomar la pareja de las manos y el talle en la danza de cumbias y porros.
En cuanto a los grupos que han interpretado la célebre cumbia que nos ocupa, éstos se encuentran en casi todos los países del continente y el número es bastante considerable. Como se puede ver en el cuadro que sigue, la interpretación de La pollera colorá a partir de otros géneros musicales también es abundante.
Análisis parcial del proceso de evolución de la canción La pollera colorá | |||
Agrupacion | Pais | Género | Enlace |
Carmen Rivero Y Su Conjunto | México | Danzon | |
Yuri | México | Fusión | |
La Internacional Luz Roja de San Marcos | México | Cumbia a la mexicana | |
El Nene Torres | México | Banda norteña | |
Fiko y su Tumbao | México | Tecnocumbia | |
Roberto y sus destellos | México | Tecnocumbia | |
Acapulco tropical | México | Tegno | |
Diamantes de la cumbia | México | Tecnocumbia | |
Estrellas Andinas | México | Fusion | |
Lucho Bermúdez | Colombia | Porro-jazz | |
Banda Sinfónica U Antioquia | Colombia | Sinfonía | |
Banda Sinfonica de Pereira | Colombia | Sinfonía | |
Jaime Llano González | Colombia | Cumbia en organo | |
Corraleros de Majagual | Colombia | Cumbia Sabanera | |
La Sonora Carruseles | Colombia | Salsa-Cumbia | |
Cuarteto Imperial de Colombia | Colombia | Cumbia-estilisada | |
Los numero uno de Colombia | Colombia | Salsa | |
Son de Giron | Colombia | Combia | |
Milena | Colombia | Fusión | |
Orquesta Discos Fuentes | Colombia | La pollera colora con violines | |
Charlie Sa | Colombia | Cumbi-jazz | |
Grupo mi tierra | Colombia | Cumbia en Acordeon | |
Nightlife | Texa USA | Texano | |
Castillo Kids | Florid USA | Folclor Sur de USA | |
Mercy Silva | Florida USA | Fusion | |
Orquesta Solo Sabor | California USA | Salsa-Tecno | |
Los Ciegos del Barrio | New York USA | Fusión Cumbia –Pasillo-Salsa | |
Billo’s Caracas Boys | Venezuela | Indeterminado | |
Hugo Blanco | Venezuela | Arpa | |
Orquesta la serie | Ecuador | Salsa | |
Grupo Deseo | Ecuador | Tegno Cumbia | |
Aniceto Molina | Colombia-Meixo | Cumbia-Sonidera | |
Margarita La Diosa de la Cumbia | Colombia | Cumbia-Salsa | |
Amparito Jimenez | Colombia-Chile | Cumbia Andina | |
Tropical Panama | Panama | Organo sin género | |
Tropicana club | Perú | Cumbia-vals peruano y afro-Perú | |
Las Princesas de la Cumbia | El Salvador. | Musica tropical | |
Sonora Ponceña | Puerto Rico | Salsa | |
Los wawanco | Argentina | Cumbia Argentina | |
Banda Sabrosa | Ontario Canada | Salsa-Cumbia |
La popularidad de dicha canción ha llevado a muchos comentaristas en YouTube a atribuirle un origen diferente al colombiano. Los comentarios de los despistados, que juran –la mano sobre la Biblia- que la canción es peruana, argentina o mexicana, exalta el espíritu de los nacionalistas extremos, que responden a dicha afirmación con insultos de grueso calibre. Esos comentarios atrabiliarios son matizados par las opiniones de comentaristas como ArgentMach0, para quien ‘‘La pollera colorada ya es parte de la cultura de los pueblos que gustan de la buena música y la alegría colombiana’’. Ese punto de vista es complementado por comentaristas como alfvahua, que sostiene que ‘‘la pollera colora hace mucho tiempo que dejó de ser colombiana, porque es del mundo para el universo’’.
Indiscutiblemente la obra maestra de Choperena y Madera dividió en dos la historia de la cumbia. Antes de la creación de La pollera colorá la cumbia era una música de la “gentecita del montón, que se bailaba en establecimientos de mala muerte, en los parajes de tierra caliente”. Pero las cosas cambiaron para ella después de que Juan Madera Castro imaginara esa melodía. Desde ese día son pocos los colombianos que asumen una pose indiferente cuando escuchan ese repiquetear de tambores, seguidos de clarinetes que le abren camino a la garganta posesa de Wilson Choperena, que lanza el grito festivo que da inicio a una canción, cuyos versos podrían sonar a los odios de Jorge Luis Borges tan pueriles, como los versos de “la deplorable rumba El Manisero.”
Pareja bailando cumbia, imagen tomada del blog de José Zabala
Hoy cuando alguien menciona la palabra cumbia, usted no piensa en Colombia tierra querida, de Lucho Bermúdez, ni en Yo me llamo cumbia, de Mario Gareña. Tampoco en la Cumbia sampuesana de José Joaquín Bettín Martínez, ni en la Cumbia cienagüera de Andrés Paz Barros. Cuando se menciona la palabra cumbia, usted piensa inmediatamente en La pollera colorá. Es eso lo que ha llevado a algunos, como OldSchoolHx, a considerar que esta melodía “es el verdadero himno de Colombia” y a gritar: “Rafael Nuñez revuélcate en tu tumba”.
Pablo Florez: la voz cantante del porro cantado
Pablo Flores Camargo: foto tomada de El Universal de Cartagena
El porro fue –en los años 50- el primer ritmo costeña al que se le concedió permiso de entrar –tanto en la costa como en el interior- a los bailes de salón de la aristocrática élite colombiana. Cuando éste empezó a asomarse a los salones de baile, los poderosos del país preferían amenizar sus fiestas con ‘‘refinados pasillos, bambucos y torbellinos’. O en su defecto con ritmos extranjeros, como el tango, los corridos mexicanos, la rumba, el mambo y el bolero, los tres venidos de Cuba… Y cuando no, con ritmos de los Estados Unidos, como el fox, el swing, el blues y el Charleston, con los que había entrado en contacto a través del cine. Otros ritmos que mandaban la parada eran el vals, la polca, la mazurca y la bossa-nova. En medio de ese universo de refinamiento, el porro “era visto como un ritmo casi pecaminoso que incitaba a una desaforada alegría,” y por eso su baile “se limitaba al bajo pueblo” (semana).
En medio de ese universo de prejuicios y prevenciones aparecieron cinco orquestas: las orquestas de Pedro Lassa y sus Pelayeros, en Cartagena, de Lucho Bermúdez, en Bogotá, de Pacho Galán, en Barranquilla, y las orquestas venezolanas La Billo’s Caracas Boys y Los Melódicos. Estos grupos ayudaron al porro a abrirse camino en los salones frecuentados por la gente encopetada, lo cual le confirió los títulos de nobleza que le permitieron obtener el derecho a comprar casa alrededor de la plaza principal, al lado del bambuco, el pasillo y el torbellino; tres ritmos interioranos catalogados por aquella época como la fina flor de la música colombiana.
Según el redactor de la nota de Semana de 1949, el porro y sus parientes costeños se fueron imponiendo en la capital y las otras regiones del interior del país por varias razones: 1) la abundancia de buenos compositores en la costa y la falta de compositores activos en los géneros del interior 2) el fondo sensual que rodeaba su baile 3) su instrumentación dirigida al formato de las grandes orquestas y 4) su condición de música alegre, que podía bailarse sin seguir un protocolo formal.
Respecto a los compositores, entre los grandes compositores que emergieron en el universo del porro, en córdoba hay que destacar a Antolín Lenes y Pablo Flores: los tambores mayores de un grupo de músicos de Cienaga de Oro, que al lado de El Cabo Herrán, Francisco Zumaqué Nova y Noel Petro dieron a conocer la música cordobesa a nivel nacional e internacional y contribuyeron a su comercialización.
Algunos miembros del grupo de Ciénaga de oro: Antolin Lenes con el clarinete, y Pablo Flores con la guitarra. Foto tomada de Montería Web
Después de la desaparición de Antolín Lenes, el 27 de abril de 1976, la dinámica creativa que rodeaba al grupo de Cienaga de Oro disminuyó considerablemente y Pablo Flores, a pesar de su notoriedad como compositor e instrumentista, vivió un periodo de altibajos. En la segunda mitad de los años 90 Flores volvió a ganar espacio en la escena pública gracias a la valorización de su música por sectores ligados al mundo universitario y a la promoción y difusión de la cultura sinuano-sabanera.
Según el investigador folclórico William Fortich, con Pablo Flórez el porro “adquirió una nueva dimensión”. Fortich considera que sin él y Joe Arroyo “la música del Caribe ya no será igual”. El cronista cultural Miguel Ángel Castilla Camargo lo consideró como “el principal referente […] de la cultura local” del Sinú y dijo de él que era “un poeta de pocas pretensiones materiales”. Por su parte Juan Manuel Roca y Alejandro Torres lo llamaron “cronista de unas tierras donde se cruzan lo imaginario y lo real”.
Como la mayoría de compositores de su época, Pablo Flores fue un músico versátil, que compuso canciones en una diversidad de ritmos, entre los que se cuenta el porro, el fandango, el tango, el valse, el pasillo, la ranchera y el bolero (wordpress). Sus canciones insignias fueron La aventurera y Los sabores del porro. Ésta última le abrió las puertas, que lo condujeron a convertirse en los últimos años de su vida en la figura de mayor relieve en el género del porro cantado. Su desaparición se produce en un momento en que el porro –en todas sus manifestaciones- vive un periodo de reflujo, pues los creadores con talento y los intérpretes apasionados y de calidad parecen cada vez más escasos.
Colofón
Con la partida de Lorenzo Morales, Wilson Choperena y Pablito Flores, los tres aires mayores del caribe colombiano: el vallenato, la cumbia y el porro perdieron tres cultores, que fueron claves en su proceso de masificación y empderamiento social. Estos hombres –cuyo nivel educativo no podemos precisar con claridad- fueron, a pesar de poseer una educación que no rebasaba los límites de lo elemental, intérpretes genuinos del sentir del alma popular. Con sus canciones y sus notas contribuyeron a clarificar en el espíritu de la gran mayoría de los colombianos ese sentimiento indescriptible, que llamamos sentido de pertenencia u orgullo patrio.
10 comentarios
Arleth Marquez -
Editora de la Barca de Enoïn -
Jose Ruiz -
Eustorgio Llorente -
Felicito a este blog por darle un recogimiento a estos personajes y espero que todos los colombianos comencemos a valorar nuestro folclore y ha quienes han contribuido en la formación del mismo.
Editora de la Barca de Enoïn -
Geison De Alba -
Leidy Teheran -
Editora de la Barca de Enoïn -
MAURICIO PALOMO VARGAS -
Miguel Garces -