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Cultura

Diomedes Díaz: el espantapájaros que conquistó un anaquel en la historia de Colombia

 

 

Diomedes Dionisio Días Maestre en un acto que parece ser la firma de autógrafos para seguidores, en el momento de los inicios de su carrera. Imagen tomada de google

 

Los individuos de alma dionisiaca y perdularia que habitan el Caribe colombiano y sus alrededores, sin importar su género, su estrato social o nivel cultural, pasaron de duelo la navidad de 2013. El domingo 22 de diciembre, a una hora indeterminada, murió Diomedes Dionisio Díaz Maestre, sumo sacerdote de la bacanal, el goce mundano y la juerga. El señor de ‘‘la eterna parranda’’, de acuerdo a los tropos con que se refirió a él Alberto Salcedo Ramos.

 

Ese título lo ganó gracias a sus extraordinarias dotes de juglar y a los matices de una voz, cuyos influjos tenían el poder de convertir al público en una congregación de «feligreses que se [postraba sumisa] ante su Mesías». El ascendiente que el desaparecido cantante tenía sobre el público fue documentado detalladamente por Salcedo Ramos, a quien se ha proclamado como el mejor cronista colombiano de los últimos tiempos.

 

Según el cronista, cuando Diomedes comenzaba a cantar la gente entraba en una suerte de trance colectivo, que la llevaba a hacer cosas que no son entendibles desde la perspectiva racional. Analizando el fenómeno Diomedes, Salcedo Ramos advierte que ‘‘en los conciertos de los otros cantantes vallenatos el público quiere divertirse, básicamente. Los asistentes cantan, tocan las palmas, brincan, bailotean. Pueden pasarse la noche entera sin mirar hacia la tarima donde se encuentra el conjunto, porque para ellos lo que cuenta es su propia alegría’’.

 

En los conciertos de Diomedes Días no pasaba así. A él, en cambio, el público necesitaba ‘‘admirarlo’’. Cuenta Salcedo Ramos y todo aquellos que fueron testigos de esos espectáculos, que en los bailes que animaba Diomedes, las parejas que asistían allí para bailar, cuando él comenzaba a cantar abandonaban ese deseo, porque su canto, como si ‘‘fuera un conjuro’’, les arrebataba ‘‘el movimiento’’. Hechizados por su voz se dedicaban ‘‘a observarlo nada más […] maravillados, sometidos’’. De ese modo lo que se iniciaba como una fiesta, que buscaba el ‘‘puro disturbio de los sentidos’’, el ‘‘gozo en su estado más primitivo’’ terminaba convirtiéndose en un ‘‘culto pagano’’, en el que los feligreses se postraban ante su pontífice.

 

En esas ceremonias báquicas a menudo los fanáticos pasaban ‘‘de la adoración sosegada, contemplativa, a las expresiones de idolatría más delirantes’’. En medio del paroxismo colectivo, una que otra mujer se arrancaba el sostén y lo lanzaba con fuerza hacia la tarima; otra se quitaba el calzón y lo hacía girar, ‘‘desafiante, en su dedo índice levantado como el asta de una bandera’’; alguien levantaba un cartel con la frase: "eres lo máximo, DIOSmedes".

 

 

La idolatrarían de Diomedes Días por parte de su fanaticada se manifestaba en actos como el que registra esta foto : un hombre que se hizo tatuar en la espalda la efigie de Diomedes Días. Imagen tomada de google 

 

De la aceptación social que alcanzó su música –y del rechazo que algunos sectores de la sociedad colombiana (particularmente bogotanos) manifestaron frente a las tropelías de ese sujeto, que llevó una vida indiscutiblemente disoluta– dejó constancia para la posteridad un editorial del centenario y cachaco diario El Espectador, que nunca le dedicó en vida un editorial. En la nota póstuma del diario capitalino, donde raras veces se exalta con la opinión oficial de sus editores las gestas de los provincianos, se dijo que el inmensamente celebrado y nunca bien ponderado Cacique de la Junta fue «un cantante superdotado, probablemente único en su clase (por la potencia, por el timbre prodigioso de su voz), que volcó el legado del vallenato a toda la sociedad colombiana». Resalta el editorial que hoy nadie puede negar, sin importar la clase social o el estrato, que la música de Diomedes Díaz suena en "casas y en carreteras", en "todas las fiestas de todos los meses del año".

 

Sobre la popularidad de la música de Diomedes el cronista sincelejano Alfonso Hamburger afirmó que ‘‘en Colombia, en tiempos normales, cada 30 segundos suena una canción suya’’, lo cual explica porque Diomedes Díaz, como lo resaltó Liliana Martínez Polo, ‘‘se convirtió en el mayor vendedor de discos en la historia de Colombia’’. Sobre la cifra de discos vendidos por Diomedes, entre los analistas del mercado musical  hay quienes dicen que a lo largo de su carrera vendió 40 millones de copias. El bloguero Nelson Armesto Echavez, experto en mercadotecnia y conocedor consumado de la obra del artista, sostiene que desde el punto de vista comercial ‘‘Diomedes Díaz en Colombia no tiene punto de comparación’’, pues ‘‘hasta en sus malos momentos, sin publicidad y sin respaldo de los medios’’, Diomedes fue uno de los artistas más solicitados y vendedores del país. En conclusión y haciendo nuestras las palabras de la bloguera Nani Mosquera, Diomedes ‘‘vendió más discos que muchos artistas no tan corronchos”, que han salido más que él en la televisión y la prensa de farándula, sin tener la mitad del genio que él tuvo.

 

Sobre la aceptación de su música a lo largo y ancho del territorio nacional, ‘‘si miramos en la cabeza de todos los colombianos –asegura Mosquera–, encontraremos la letra de una de sus canciones en algún rincón’’. Sobre la aceptación de la música de Diomedes el investigador Cesar Rodríguez Garavito sostiene que ‘‘en un país fragmentado por regiones, sus canciones se convirtieron en la música de fondo que daba la impresión de algo coherente detrás de los fragmentos. Uno se montaba en un taxi bogotano oyendo una de sus tonadas, hacía trasbordo a un bus intermunicipal que tocaba todo su repertorio y era recibido por su voz en la terminal de Santa Marta, Villavicencio o Cali. Sus letras poéticas les hablaban, sus melodías ponían a bailar a colombianos de todo tipo’’.

 

El éxito musical de Diomedes Díaz fue tan monumental que, según un productor de Sony Music Colombia, él era ‘‘el único artista vallenato que podría pasar diez horas seguidas cantando solo éxitos, sin repetir ni una canción’’. Fue tan sólido su éxito comercial, que expertos en mercadeo musical han considerado que, en Colombia, Diomedes es uno de los pocos artistas a los que la piratería no ha podido doblegar. Él mismo dejó por sentado que la copia –sin permiso- de su obra no le quitaba el sueño. En entrevista con Daniel Vivas Barandica, publicada en la revista Boca, sobre el tema dijo: la piratería ‘‘a mí no me ha afectado mucho, yo he seguido vendiendo y parece que a todos, incluyendo a Sony Music, nos ha ido bien. […] La piratería vende más barato, llega a lo más recóndito y nos hace propaganda para llenar escenarios. Es un arma de doble filo’’.

 

El hecho de sentirse idolatrado sin contraprestaciones por un público que estaba ‘‘dispuesto (así lo advierte Salcedo Ramos) a perdonarle cualquier barbaridad con tal de que [siguiera] cantando’’, fue lo que lo llevó a componer el tema Para mi fanaticada, un himno que enardece el corazón de sus verdaderos fieles. En esa canción, acompañado por los acordes magistrales de Colacho Mendoza, en manifiesto gesto de humildad canta con vehemencia:

 

Toditas mis canciones siempre se refieren al amor

Pero esta vez me inspiro pa’ cantarle a mi fanaticada

Porque un artista solo no puede conservar su valor

Y hay que reconocer que ninguno nace con fama

Por eso yo con mi fanaticada

Siempre vivo contento cada día

Cantándoles bonitas melodías

De esas que yo compongo con el alma

 

Una muerte como en el paseo «Sueño Triste»

 

Diomedes cuando aún no era Celebre y comenzaba su carrera. Imagen tomada de google

Mi primer contacto con la música de Diomedes Días sucedió en la escuela rural del caserío de San Francisco, cabecera urbana de la vereda donde nací. Allí, a pocos pasos de la escuela, había una Cantina. Su dueño había traído de Venezuela, a donde había ido a trabajar en una matera, un tocadiscos que funcionaba con baterías y dos bocinas, que se podían escuchar a varios kilómetros de distancia. Esa festiva posesión hacía de él la única persona, en varias leguas a la redonda, capas de animar de manera moderna las parrandas de los adultos perdularios de la comarca de mi infancia.

 

El artefacto había convertido al tipo en un empresario próspero y apreciado por los tarambanas del villorrio. Para celebrar la vida o para ahogar las penas, los hombres de la región: pocas veces las mujeres vale la pena aclararlo, llegaban a cualquier hora del día o de la noche y solicitaban que se hiciera sonar en la radiola, por un peso la hora, su música favorita. Entre los temas que los emparrandados hacían repetir hasta el cansancio estaba el paseo Sueño triste, compuesto por Calixto Ochoa. La canción encierra un mensaje agorero, que sólo Diomedes Días y Colacho Mendoza pudieron transmutar en aire alegre. A veces estábamos tratando de aprender a sumar, cuando la voz de Diomedes nos llegaba con todo su esplendor, pregonando desde la copa del mango del patio vecino, donde estaba amarrada una de las bocinas:

 

En la revelación de un sueño yo presenciaba mi cadáver

Pero esto tenía un misterio porque yo amanecí grave

El día que muera este negro quedará de luto el valle

 

Reconstruyendo los hechos que rodearon su deceso, la agencia Colprensa reportó que después de haber oficiado como pontífice principal de una parranda celebrada en una discoteca de Barranquilla, a donde fue a lanzar su última grabación, que solo cinco días antes había salido al mercado, ‘‘El Cacique voló como el cóndor herido’’, cuando hacia una siesta. Según dicho reporte, como presagiando la llegada de la hora final, en medio de su última farra le dijo a uno de sus acompañantes: ‘‘compadre estoy cansado, me les voy a morir en la tarima’’. Al día siguiente, al llegar a su casa en Valledupar volvió a vaticinar el presagio fatídico. ‘‘No me dejes solo porque me voy a morir”, le dijo a su manager. Sin embargo el hombre partió y el hecho aciago se produjo. El cantante murió en la soledad de su alcoba.

 

La conmoción social generada por la noticia se manifestó de inmediato en las redes sociales y en las ventanas de comentarios de los portales de los medios nacionales e internacionales. De ello dejó constancia el corresponsal de BBC Mundo en Colombia, Arturo Wallace. En su reportaje se dio cuenta de la manera como sus seguidores lamentaron su muerte, valiéndose de todos los medios que encontraron a su alcance. El rastreo de ese dolor en el universo electrónico  confirma lo que de él decían los titulares de prensa: ‘‘Diomedes como artista fue grande y para el folclor vallenato’’ él es una figura ‘‘irreemplazable’’.

 

En Sincelejo –afirma un testigo de excepción-, cuando se supo la noticia, las parrandas del moribundo domingo se volvieron ambiguas, porque en el caribe colombiano, como lo canta un verso sin dueño, cuando la gente está en la parranda no se acuerda de la muerte. Siguiendo esa lógica, con el propósito de rendirle tributo y para que el duelo no dañara el espíritu de la navidad, se armó una parranda colectiva, en la que entre la música, el licor y los chistes ‘‘todos expresaban algo sobre el Cacique’’.


Caricatura de Diomedes Días, reproducida por las redes sociales. Imagen tomada de facebook

 

En la maraña de comentarios de los medios virtuales, la congoja que inundó el corazón de sus devotos se evidenció en frases como las de Constaza, que escribió en el espacio destinado por la BBC a sus lectores: ‘‘hooo Dios que tristeza [por] esta gran perdida’’. Por su parte Hugo Polanco Bohórquez sentenció para consolarse por la ‘‘irreparable pérdida’’ en la ventana de comentarios de El Espectador: ‘‘se marchó Diomedes dejando muchas canciones que en nuestro corazón perduraran. Se fue Diomedes Díaz, el mejor cantante y compositor, dejando junto a sus hijos y sus canciones [un pueblo que] en silencio lo llorara’’.

 

Por su lado Hollando (también comentarista de El Espectador) sostiene que el Cacique de la Junta fue ‘‘aquel hombre que le cantó a su tierra, a sus costumbres, a sus gentes, a su familia, a sus amigos, a sus tristezas, a sus desengaños, a sus alegrías; aquel cuya música ya es casi que obligatoria desde hace casi 40 años’’. Resignado frente a la fatalidad Alex Ramírez, un feligrés devoto de la religión de la parranda, escribió debajo de una de sus canciones en Youtube: ‘‘aquí no hay más que hacer sino beber, escuchar sus canciones, y despedirlo con alegría’’.

 

En realidad los parajes virtuales, más que las propias notas de prensa, resultaron ser el mejor lugar para recabar los testimonios sobre la saudade que embargó el espíritu de la fanaticada, por la muerte de ese, a quien el cronista Salcedo Ramos llamó ‘‘el espantapájaros más gracioso de nuestra historia’’. Fue allí donde  los observadores especializados en fenómenos sociales de masa debieron haberle tomado el verdadero pulso al estado de postración emocional, en que se sumergió el alma de la cofradía parrandera, que hizo de ese campesino sin abolengos su gurú, su guía espiritual.

 

En mi caso, mi primera zambullida en ese luto colectivo sucedió en el muro de Facebook de William Fortich. De manera sucinta y emotiva, quien fuera mi profesor de filosofía de la historia en la licenciatura de Ciencias Sociales registró compungido el hecho. ‘‘Colombia entera llora a Diomedes Díaz’’, escribió sin rodeos el profesor.

 

Sus palabras encontraron de inmediato eco en el sentimiento de Roger Pereira Espinosa, uno de sus contactos, que reaccionó a su comentario en tono grandilocuente: ‘‘Diomedes de por si era, es y será siempre un homenaje a la música, al folclor y al amor. Ya está muerto pero será siempre eterno su legado y jamás dejara de ser ese gran músico, eximio cantor y compositor. Perdemos a un gran artista. El mejor homenaje será seguir escuchándolo con alegría’’. La reflexión fue complementada por Clito Self Mogollón, quien minutos más tarde agregó: ‘‘Se fue el más grande entre los vallenatos’’.

 


El caricaturista Guillermo Angulo hace eco de la grandeza de Diomedes en el contexto de la música popular colombiana. Imagen tomada de  google

 

Los contactos del profesor siguieron su dialogo dolorido, en el que intervención tras intervención se iba dejando constancia que la obra musical de Diomedes Dionisio Díaz Maestre, como lo sostuvo Oliden Pérez Mora ‘‘es un legado cultural, de filosofía popular y de la expresión de los pueblos, en su diario vivir’’. Ese aspecto fue reforzado por Marly Luz Nieves Díaz, quien afirmó que ‘‘sus canciones son historias de la vida real’’. Para orientar la catarsis colectiva el profesor volvió sobre el tema anotando: ‘‘Las canciones de Diomedes son una fuente para conocer el alma colombiana. Diomedes Díaz [fue] un monumento a la cultura popular’’.

 

Sobre sus minutos finales, la BBC Mundo, que cita como fuente a su manager, José Sequeda, informó que ‘‘el músico falleció poco después del mediodía’’, cuando dormía en su casa de Valledupar. Como lo evocamos anteriormente, la manera como murió Diomedes es sin duda un guiño a los versos de Sueño triste. Ésta es una de las canciones que lo convirtieron en reverendo de la secta de tarambanas, que ya, rendida a sus pies, cantaba cuando sus canciones no se escuchaban más allá de los lugares, a donde llegan las ondas hercianas de las emisoras de la frecuencia AM del caribe Colombiano:

 

He tenido un sueño raro y triste donde la muerte me ha llamado

Yo recuerdo que le dije: «déjeme vivi’ otros años»

 

Desafortunadamente en esta ocasión la muerte no aceptó ningún pacto con el cantor. Éste, al contrario de aquella ocasión, no despertó llorando como en el sueño raro y triste que narra el paseo. En secreto el misterio de la muerte se consumó. Su vuelo al más allá, en medio de los festejos de fin de año, dejó en la orfandad a una « tribu de fanáticos», que no se cansó de lamentarlo y de gritarle ‘‘al mundo’’ durante su funeral ‘‘lo mucho que extrañarán al artista’’. Abatido por la congoja varios de sus seguidores escribieron en las colillas de comentarios de los periódicos virtuales y en las redes sociales: ‘‘¡Diomedes te tiraste la navidad viejo man! Por tu muerte la fiesta de fin de año será un velorio’’.

 

 

La muerte de Diomedes Días cambió el curso de las festividades navideñas y su entierro paralizó la vida de Valledupar, ciudad donde residía. Imagen tomada de    google  

 

Sobre la coincidencia azarosa y funesta de su funeral con la fiesta de Nochebuena, Alfonso Hamburger sostuvo que de todas las bromas de Diomedes, a quien le gustaba jugarle bromas a la gente, ‘‘la última’’: morirse en navidad, fue la ‘‘más dolorosa”. Durante las festividades decembrinas el Valle y la música de acordeón estuvieron de luto. Su fanaticada y su morena lo lloraron de manera desconsolada mientras era sepultado el 25 de diciembre. En la radio y en las fiestas no sonaba del mismo modo Mensaje de Navidad, canción que en los barrios populares, los caseríos y los villorrios del Caribe colombiano es más popular que cualquier villancico centenario. Por causa de la partida inesperada del Cacique de la Junta fueron pocos los que cantaron colmados de la alegría:

 

Unos dicen: "Que buena las navidades

Es la época más linda de los años"

 

Como Badiño, el personaje central de la novela de Jorge Amado Doña Flor y sus dos maridos, Diomedes ha muerto en pleno festejo. Para despedirlo el país entero ha parado por un instante la parranda. A su sepelio han concurrido por igual –con evidente rictus compungido- los buenos y malos hijos de la patria. Sin saludarse, se han detenido en silencio un minuto delante de su féretro para encomendarle su alma a Dios. Parafraseando un párrafo de la novela de Amado podría decirse que durante el festejo, en el Cesar y la Guajira, en señal de duelo, en los edificios públicos, en los clubes de la gente bien y en los burdeles de buena y mala muerte, la bandera nacional se izó a media asta.

 

El fusilamiento moral de Diomedes Díaz: la vida privada del artista tema de debate público en los medios


 

Diomedes Días reseñado por las autoridades carcelarias colombianas. Imagen tomada de google

En Colombia culturalmente hablando han cohabitado históricamente dos países bien definidos: el país Andino y el país Caribe. El país Andino es un mundo apegado a los valores eurocéntricos y devoto de los principios judeocristianos y las tradiciones morales católicas. De la mano de esos elementos las élites sociales e intelectuales han construido una concepción apolínea del mundo, que se esfuerza por resaltar las virtudes y esconder los defectos.

 

El país Caribe, al contrario, se rige por una visión filosófica de la vida gobernada por una moral epicúrea, hedonista y dionisiaca, cuyos postulados podrían resumirse bien en ese verso vallenato, que canta Ricardo Maestre y ameniza el acordeón de Julio Rojas: ‘‘yo parrandeo y  tomo ron y mujereo sin condición’’. Sin embargo, cuando el tema se analiza en detalle, se puede constatar que los costeños no son más borrachos, ni más perezosos, ni más machistas o  mujeriegos que los interioranos. Pero a diferencia de ellos están dispuestos a ventilar estos temas en público; y cuando lo hacen: para bien y para mal, se refieren a ellos mismos de manera hiperbólica y absurda, resignificando, como lo sugiere Armando Martínez Gutiérrez, ‘‘con ribetes de humor’’ aquello que, por su naturaleza, debería ser solemne. En síntesis: el absurdo, la hipérbole y la banalización de lo trascendental son los elementos básicos del imaginario de la gente del caribe colombiano, que según Gabriel García Márquez, es gente mamadora de gallo, tiene mucho humor y viven en una continua alegría.

 

Como la cosmovisión de los pueblos sale a relucir en la mitología, en el arte, en la literatura, los dichos, los chistes y el cancionero popular, el vallenato se ha convertido en uno de los vectores que más han explotado los habitantes de la costa norte colombiana, para transmitirle al mundo la visión que tienen de la sociedad, de la vida del amor y del disfrute. Respecto a éste último aspecto, el vallenato parrandero ha sido la mejor vía que ha tomado el temperamento báquica o dionisiaco del habitante de la región Caribe, sin ser este un ser que dedica la vida entera a la bacanal, para manifestarse sin que nadie lo ponga en duda. Ese temperamento báquico emerge de manera vigorosa en el merengue ‘‘Viernes cultural’’, compuesto por Julio Rojas e interpretado por los Embajadores Vallenatos, que de manera desvergonzada Canta:

 

Te dije que ya me iba y pues ya me voy

Así que deja la rabia y no friegues más

Es que no te has dado cuenta que el viernes es hoy

Y los viernes no los pelos

Con ansia yo los espero pa’salir a vagabundear

Hoy viernes salgo parrandear

Sábado yo vuelvo a beber

Domingo es pa’descansar

Y el lunes trabajo otra vez

Y no debes preocuparte cuando yo llegue de madruga

Yo si te quiero bastante así que déjame parrandear

 

La relación con Dios, que en el país Caribe es ambigua e informal, se resume en los versos sacrílegos de la canción Alicia adorada de Juancho Polo Valencia, en la que se recita de manera irreverente:

 

Como Dios en la tierra no tiene amigos

No tiene amigos y vive en el aire

Tanto le pido y le pido y siempre me manda mis males

 

En el fondo el individuo del Caribe colombiano, si nos atenemos al cancionero popular, no está muy convencido de que exista un más allá: una vida eterna. Y –en todo caso– si ésta existe no es mejor que la que llevamos aquí en la tierra.  ¿Sino que es lo que dice este merengue de Camilo Namen Rapalino, interpretado por los hermanos Zuleta (versión vallenata) y por Johnny Ventura, en la versión de merengue dominicano?:

 

Me dicen que el 3 de noviembre

La radio una noticia dio

Y así lo gritaba la gente

Un parrandero bueno se murió

Y San Pedro conmigo fue indiferente

Y llegando a la puerta me rechazó

Parece usted muy mala gente

Déjeme consultar esto con Dios

Me quedé esperando la respuesta

Me sentía bastante preocupado

Y me dijo Dios aquí no lo acepta

Porque usted ha cometido mucho pecado

Me mandaron derecho pa’onde el diablo

Y tampoco me quiso abrir la puerta

Cuando iba saliendo me dijo un diablito

El diablo que se vaya pa’la tierra

Que todavía usted está muy jovencito

Y que siga su vida parrandera […]

Después del sustazo que me llevé

Por todo lo que estuve pasando

En el San Juan de Dios desperté

Con gana de beber y seguir bailando

Pero yo no sé cómo van a hacer

Esa gente que el diablo está esperando

Que si no se corrigen van a ver

El vainazo que les va mandar ese diablo

Porque yo mi problema ya lo arreglé

Y le juro que de la tierra más nuca  salgo

 

Esa percepción escéptica sobre la vida, la muerte y lo que viene después sale a relucir en una entrevista concedida por el propio Diomedes Díaz a Ernesto McCausland, en la que afirma que no quiere morirse porque no está seguro que los muertos pasen a un mundo mejor. Según Diomedes, si fuera verdad que la gente tuviera una vida mejor en el más allá, mucha gente estaría dispuesta a morirse en el momento mismo, pero como no se sabe que hay después de la muerte, nadie quiere morirse de ninguna forma, ni siquiera de viejo.

 

El caricaturista Ronny recoge opiniones de Diomedes en entrevista con Ernesto  McCausland,sobre la muerte en una caricatura que hace eco de su fallecimiento. Imagen tomada de google

 

Es esa visión filosófica del mundo, la que explica porque las celebraciones de los actos litúrgicos del santoral católico han sido –desde los tiempos coloniales – secundadas siempre por parrandas monumentales, que se organizan bajo el leitmotiv de ‘‘esta noche amanecemos/ amanecemos parrandeando’’. Nada raro –por eso- que una de las canciones emblemáticas en la discografía del desaparecido Diomedes Díaz haya sido un merengue, compuesto por Calixto Ochoa, que canta de manera libertina

 

Si la vida fuera estable todo el tiempo

Yo no bebería ni malgastaría la plata

Pero me doy cuenta que la vida es un sueño

Y antes de morir es mejor aprovecharla

Por eso la plata que caiga en mis manos

La gasto en mujeres bebida y bailando

 

En otras palabras, para los hijos del Caribe colombiano, como reza un viejo son cubano, el eslogan es: ‘‘hay que gozar la vida/ porque la vida es corta/ gózala como es debido/ no hagas otra cosa’’. O como lo canta el Gran Combo de Puerto Rico

 

Vamos a seguir bailando,

Vamos a seguir contentos

Y sigamos vacilando

Vamos a seguir en esto

Porque un día de éstos

Que tú veras que va llegar un demonio atómico

Atracatan, acanganas, y nos va limpiar

Y después de muerto no se puede gozar

 

Volviendo al tema de fondo: el debate que se desató con ocasión de la muerte de Diomedes entre algunos sectores costeños y cachacos. A través de la historia, a partir de sus respectivas visiones ontológicas, esos dos países: el país Caribe y el País Andino, han mantenido un debate larvado, que se agita de tiempo en tiempo. En el cruce de opiniones se ventilan los respectivos estilos de vida y concepción del mundo. Partiendo de su bagaje socio-histórico, los dos pueblos han estructurado sus relaciones e intercambios en el plano social y cultural. Sus interacciones, tomadas a la ligera –y vistas desde lo alto–, podrían considerarse como conflictivas y antagónicas.

 

Sin embargo, cuando uno se adentra en la realidad colombiana a partir de la manera como los sectores populares y las élites viven su vida y festejan los momentos placenteros de ésta, se da cuenta que estos dos países, si bien son antagónicos también son complementarios. Esto fue lo que llevó a los políticos Alfonso López Michelsen y Ernesto Samper Pizano a Celebrar sus ancestros vallenatos. Es eso mismo lo que ha llevado a ciertos sectores de la elite bogotana, después de la década de 1990, a peregrinar al festival vallenato y al Carnaval de Barranquilla, y a dejarse tomar fotos en sus parrandas y festejos. Es el deseo de impregnarse del desparpajo caribe lo que llevó a los herederos: los delfines, de varias de las más importantes figuras del poder político y económico interioranas a casarse con mujeres costeñas, luego del ascenso de ‘‘un boom de personalidades’’, que han tenido éxito en la música, la moda y el deporte.

 

A través de esa relación conflictiva y de complementación, es como a lo largo de la historia reciente las gentes de las dos regiones se han influido mutuamente y han participado en la construcción de la identidad cultural colombiana. Al mismo tiempo, sin querer queriendo, se han ido mesclando, mientras se mofan y ridiculizan mutuamente, como lo hicieron Tatiana Bernal, ‘‘Contra las costeñas’’, y  Margarita García, ‘‘Contra las cachacas’’, en la revista Soho.  

 

La muerte de Diomedes Días volvió a agitar en los medios tradicionales y alternativos, además de las redes sociales la confrontación entre esos dos países sobre sus hábitos y mores respectivos. El debate que se desató por los excesos que caracterizaron la vida de Diomedes, hace parte de un debate que remontó a la superficie en los albores del siglo XX y se profundizó a partir de la década de 1930, marcando de manera contundente la dinámica de la vida cultural colombiana. Desde entonces los dos países compiten entre sí por imponerse el uno sobre el otro y por influenciar a los colombianos residentes en las regiones periféricas y menos dinámicas del territorio nacional.

 

Sobre la incomunicación de esos dos mundos, que vivieron de espaldas el uno del otro hasta la violenta década de 1950, los mejores testimonios los encontramos en la obra literaria y periodística de Gabriel García Marqués. Este escritor, al lado de Lucho Bermúdez, Rafael Escalona y Pambelé, de un lado, y de Daniel Samper Pizano y Alfonzo López Michelsen del otro, se encuentran entre aquellos que provocaron –consiente o inconscientemente-  el acercamiento y la exploración mutua entre la gente de esos dos mundos. Retomando a García Márquez podría decirse que hasta el comienzo de la década de 1960, muchas regiones del Caribe Colombiano eran zonas “que tenían una vida propia” y “sus contactos eran mucho más frecuentes con Venezuela”, con Curacao  y Panamá, “que con el interior del país”. A raíz de la construcción de la infraestructura carreteril y a las diferentes oleadas de violencia, que lo han sacudido desde la década de 1950, llevando gente de una región a otra por la fuerza Colombia –sostuvo en una ocasión Gabo- se abrió y “se volvió esta cosa compleja que hoy es”.  

 

Mal educada en temas de cultura nacional: pues la historia regional y local está aún por reconstruir, la geografía nacional aguarda por ser descubierta, catalogada y documentada y la lectura antropológica y sociológica de la sociedad está en su fase inicial, la gente comenzó a reconocerse –y definirse– a  través de los prejuicios que existían sobre el otro. Por eso para el país Andino el país Caribe es un país de indios, negros, zambos y mulatos perezosos, de modales inciviles, de vocación idolatra, de gusto ramplón, de instinto vicioso, de vida perdularia y espíritu parrandero, de cultura machista, de talante botarate, de alma bullosa, de ademanes descomedidos, de gusto ordinario, de costumbres indecorosas. De eso han dejado constancia los opinadores andinocentristas en todos los periódicos del país, dan testimonios los chascarrillos que se cuentan en las plazas de mercado sobre los costeños y dejan constancia los comentarios de los lectores de periódicos electrónicos y las centenas de mensajes, que sobre el asunto circulan en las redes sociales. El que quiera comprobarlo –en página y media– puede leer el artículo de Tatiana Bernal ‘‘Contra las costeñas’’

 

A la sazón, uno de los chistes que más circula en el universo cibernético de los medios andinos cuenta que una vez apareció entre los anuncios de prensa, uno que decía: ‘‘Costeño trabajador y sin vicios busca pereirana virgen para fines serios’’. A continuación se cierra el chiste diciendo: ‘‘¡Ni lo uno ni lo otro existe, pues de eso no hay!’’. Otro apunte, que sirve de muestra para ilustrar el mismo asunto, lo recuperamos entre los comentarios de El Espectador. Allí un lector apodado SCK sostiene que ‘‘los corronchos son tan apocados y carentes de poder cognitivo que ni siquiera [sirven] para ser líderes de los bandidos’’. Eso explica según él porque ‘‘los corronchos con su pereza y valores ambivalentes han dado [el mayor] aporte en el atraso de esta república bananera’’.

 

Por su parte el país Caribe se esmera en presentar al país Andino como un territorio habitado por un pueblo de mestizos tristes, violentos y rezanderos; una comarca poblada por gente solapada, que mientras peca, para empatar, reza. En otros términos: una sociedad gobernada por un moralismo pacato, que lleva a la gente a esconder la mugre debajo de la alfombra, aparentando que tiene la casa limpia, para así poder dar lecciones de moral a los demás, mientras practica la inmoralidad. Según los críticos de los cachacos, éstos se van a otras tierras a hacer aquello, que siempre han deseado hacer en su tierra y no son capaces de hacer por el temor al qué dirán. Una buena síntesis de ese discurso se encuentra en la página y media, que Margarita García escribió ‘‘Contra las cachacas’’.

 

En el plano político también hay diferencias que se advierten sin mucho esfuerzo. Mientras el país Caribe se ha caracterizado por ser un pueblo de tradición liberal, el país Andino se alinea más con las ideas conservadoras.


 

Diomedes y Dorias Adriana Niño, una mujer que resultó muerta en una de sus parrandas. Imagen tomada de google

Con la muerte de Diomedes Díaz, un cantor popular extraordinario, que nunca escondió su estilo de vida disipado, que –muchas veces habló sin tapujo de sus vicios y defectos con los periodistas– se alborotaron los adeptos –y detractores – de cada campo, porque para bien o para mal, Diomedes condensó en él solo lo que enorgullece al país Caribe y lo que escandaliza al país Andino. Por un lado fue, como lo resaltó un comentarista de periódicos electrónicos, apodado EGD: ‘‘un hombre con una sensibilidad poética excepcional’’, que ‘‘interpretó como pocos, los sentimientos y la cotidianidad de todo un pueblo’’. Por el otro, fue un ‘‘mujeriego, periquero, ostentoso, despilfarrador’’, que cuando se le preguntaba por sus vicios decía en tono jocoso : ‘‘yo he probado de todo, he tenido fiestas que pa’qué te cuento’’.

 

Para aquellos que detestan al país caribe, como es el de un comentarista de El Espectador apodado  Darioiv, ‘‘este individuo como artista dejó un legado musical para las personas que gustan de esa música de prostíbulos, de cantinas, de sirvientas, de emboladores, de albañiles y de la chusma de costeños’’. En fin, como acota Ali Cates (otro comentarista del mismo diario), Diomedes fue más bien un representante del ‘‘antiarte’’ o un ‘‘artista como sea para la corronchería y, en el interior, para los choferes de buseta’’. En síntesis, y en palabras de Germanwide, Diomedes fue la expresión natural de ‘‘la incultura, la ordinariez, el ídolo de la plebe y el lumpen’’.

 

De lado de los líderes de opinión reconocidos, que hicieron pública su aversión frente a lo que encarnó Diomedes Díaz y condenaron su legado cultural, por haber vivido una vida privada poco ejemplar, se contaron Salud Hernández Mora, Cecilia Orozco Toscón, María Elvira Bonilla y Eduardo Escobar. Luego de la muerte de Diomedes, estos formadores de opinión publica dedicaron toda su capacidad intelectual a resaltar al ‘‘Diomedes que hay que olvidar’’, abrigando la esperanza de que el país olvide del todo a Diomedes, porque los tipos como él reflejan, según Orozco Toscón, ‘‘a una nación sin cultura política y sin valores ciudadanos, apenas con unas cuantas identidades regionales’’.


En fin, entre los formadores de opinión no faltan aquellos que piensan como Decartonpiedra (comentarista de El Espectador), que odia a Diomedes porque fue uno de los artífices de la popularización del vallenato en todo el país y con el vallenato ‘‘Colombia se vulgarizó’’. Eso es lo que, palabras más palabras menos, traduce la columna de María Elvira Bonilla, cuando resalta que el despliegue que le dieron los medios a la muerte de Diomedes Díaz induce al país a la ‘‘confusión’’ y la ‘‘desmemoria’’, porque de ese modo se olvida ‘‘el repugnante machismo que [Diomedes Díaz] desplegaba con vulgaridad en la tarima y por fuera de ésta, rodeado de jovencitas que envolvía con la seducción de sus canciones’’.

 

Del otro lado se encuentra un numero amplio de personas, que nos recuerdan que Diomedes fue, como lo destaca Liliana Martínez Polo, en un reportaje póstumo publicado en El Tiempo, ‘‘alguien cuya infancia fue dura, pero se dio las mañas’’ suficientes para convertirse en ‘‘el ídolo más grande que ha existido en el vallenato en toda su historia”. Esta proeza resulta más asombrosa si se tiene en cuenta que Diomedes solo fue; en palabras de Ahero93, un campesino con sensibilidad poética, pues aparte de los temas que abordó en sus canciones, en el fondo él nunca fue ‘‘un tipo culto y profundo en opiniones’’.

 

La percepción de Cecilia Orozco Toscón sobre el muerto –y de contera sobre la manifestación cultural que representaba Diomedes- concitó entre sus lectores el afloramiento de la visión que el país Andino tiene del país Caribe. De todos aquellos que comentaron su nota en El Espectador, quien mejor condensó el discurso que retrata a los habitantes del caribe colombiano como personas de modales inciviles es un lector, que comenta bajo el apodo de Fantomas. Según Fantomas,  ‘‘la ramplonería’’ es ‘‘algo inherente a la idiosincrasia propia de los pobladores de la región Atlántica’’. Por eso no se puede esperar ‘‘algo diferente de los pobladores de esa parte del país’’ sino el culto a tipos como Diomedes Díaz y Rafael Orozco, los dos cantantes más importantes del "vallejarto".

 

Diomedes Díaz y Rafael Orozco, los dos cantantes más célebres del vallenato. Imagen tomada de google 

En su columna en el influyente diario El Tiempo, Salud Hernández Mora, en el obituario que dedica al difunto, más que resaltar ‘‘al artista, el genio, que lo fue’’; se centra en recordarnos ‘‘el pésimo ejemplo vital que daba’’. Según ella el legado cultural de Diomedes Días ‘‘debería enterrarse con él’’, porque representa una ‘‘idiosincrasia que solo genera rencores, tragedias, frustraciones y lágrimas’’.

 

La reacción frente a los tropos de Hernández, que es de origen español, provino del lado del periodista samario Víctor Sánchez Rincones. Desde España, donde reside, Sánchez Rincones, le reclama a Hernández Mora por los conceptos contenidos en su columna. Según él, si bien es sabido que ‘‘Diomedes no fue un santo’’ pues ‘‘eso todo el mundo lo sabe’’, su vida personal no debe ser usada como racero ‘‘moral’’, para ofender a la sociedad costeña. Sanchez Rincones  aprovechó la controversia con Salud Hernández para recordarle al público que la vida privada de Diomedes no fue diferente a la de ‘‘Elvis Presley,  John Lennon o el propio Michael Jackson, genios de la música que no vinieron a este mundo para dar cátedras de moral’’.

 

Una posición similar a la de Sánchez Rincones esboza Franchi1979, un comentarista de El Espectador, que se detiene sobre la columna de Cecilia Orozco Toscón. Según este comentarista, la despedida apoteósica que los seguidores de Diomedes le hicieron fue para rendirle un homenaje póstumo al gran genio ‘‘de la música que fue’’, lo cual no quiere decir que la gente haya olvidado que él había ‘‘cometido errores en su vida’’. Destaca el comentarista que, ‘‘al igual que admira a grandes como Sinatra, Winehouse y Morrison, entre otros que tuvieron una vida de excesos’’, la gente admira a Diomedes, porque como ellos él también fue un grande de la música. En tal sentido, cuando la gente desfiló ante su ataúd y asistió masivamente a su entierro, no lo hizo para celebrar sus pecados. Lo hizo porque ‘‘recuerda su talento’’, que es lo que al final quiere honrar.

 

 

 

Caricatura de Safady en el diario el Pilón de Valledupar evoca algunas de las canciones célebres de Diomedes, que según el caricaturista hicieron de él un inmortal. Imagen tomada de google

 

La bloguera Nani Mosquera tratando de poner las cosas en perspectiva llama la atención sobre un punto: Diomedes fue un ‘‘ícono, ídolo, pero no modelo a seguir’’. Para ella, la vida de este artista repite ‘‘una fórmula que se repite en muchas estrellas de la canción mundial’’. Sobre los motivos de fondo de la controversia, Mosquera sostiene que éstos retratan, de cuerpo entero, la idiosincrasia verdadera del colombiano, que está atravesada por la intolerancia frente a la diferencia, el clasismo o arribismo social y el regionalismo.

 

Eso es lo que explica, según ella, porque en los medios capitalinos una tropa de comentaristas –bastante activos- se dio –ordenadamente– a la tarea de descalificar al artista vallenato, llamándolo ‘‘corroncho, por su forma de vestir y de actuar’’ y a denigrarlo por su origen y por los lunares morales, que marcaron su vida privada. En efecto, queremos traer a colación uno de esos comentarios, que representan el lado más pesado de la controversia: el comentario de  Jaimeur, en El Espectador. Según este lector de periódicos en línea "ni el ñame es comida, ni el vallenato es música’’, y la mejor forma de hacer patria es ‘‘matar costeños".

 

En general Nani Mosquera resalta que hay un alto grado de hipocresía detrás del discurso moralista de aquellos que tratan de descalificar la música y el legado cultural de Diomedes, resaltando su vida desordenada y el escándalo judicial en el que se vio involucrado por la muerte de una de sus amantes, sin detenerse a reparar sobre la calidad de las contribuciones que hizo este cantante en la construcción de la identidad cultural de Colombia. Sobre el particular, la bloguera destaca que Diomedes hizo parte de una oleada de personajes costeños, que llevaron a los bogotanos a adoptar como iconos representativos de la colombianidad la música vallenata, el sombrero vueltiao y la mochila aruaca.

 

Dentro del fusilamiento moral –como lo llamó Charles8110- que se desató por el cubrimiento mediático, los honores oficiales que se le tributaron a nivel local y el entierro multitudinario del que fue objeto Diomedes, una de las voces más centradas fue la de Catalina Ruiz-Navarro. En una columna, en la que separaba al hombre del artista, llamó la atención sobre un hecho: ‘‘una cosa es celebrar al músico y otra defender a un hombre, por demás indefendible’’, porque no es comprensible ‘‘que les hagamos exigencias éticas a nuestros ídolos’’ del espectáculo, porque ‘‘los artistas no tienen por qué ser líderes morales’’, ya que ‘‘el objetivo del arte y el entretenimiento no es educar éticamente’’.

 

En el fondo el debate ha resultado tirante porque –en general– en Colombia las figuras públicas, que están llamadas a ser referentes éticos se han devaluado. Esa devaluación ha llevado a la gente a buscar esos modelos en los individuos que no cumplen esa función, olvidando que los artistas no vienen a este mundo para ser referentes en el campo de la ética sino en el de la estética.

 

Sobre la manera positiva como se ha evaluado la obra de Diomedes Días luego de su muerte, Sebastian Grijalba, lector de Noticias Montreal, sugiere –con cierta frustración- que ‘‘definitivamente no hay muerto malo’’. Para él, Diomedes fue un ‘‘maestro del vallenato pero un asco de ser humano’’. Su juicio podría ser enteramente correcto, pero como lo sentencia Yosoyunica, una comentarista de la columna de Catalina Ruiz-Navarro, ‘‘a Diomedes se quiere como artista, no como persona’’, porque como artista, Diomedes Dionisio Díaz Maestre nos brindó (de eso deja constancia Juan Mesa otro comentarista de la nota de la misma autora) ‘‘felicidad y armonía’’.

 

El poeta Eduardo Escobar, una de las plumas más aquilatadas del país andino,  afirma ‘‘nunca [haber entendido] que el país lo convirtiera en ídolo’’. Para él, ‘‘Diomedes nunca pasó de ser más que un formidable aullador, en los escenarios, y por fuera de los escenarios un canalla, indigno de servir de modelo a las generaciones del futuro’’. Sin embargo, haber llegado a ser quien fue, a pesar de haber sido, como lo advierte Frank Molano Camargo, un niño colombiano, que ‘‘tuvo una escolaridad de baja intensidad’’, que ‘‘escasamente aprendió a leer y escribir’’ y de haber perdido un ojo en la infancia, es lo que hace a Diomedes Dionisio Díaz Maestre uno de los diez personajes históricos más importantes del siglo XX en Caribe Colombiano.

 

Entre sus logros se encuentra el de haber sido capaz de cultivar en el corazón de la gente una alegría genuina, una esperanza romántica y la consolación frente a la adversidad, en medio de la tragedia humanitaria en que se debatió Colombia durante la época en que él hizo carrera. Es por eso que se llora y se lamenta su muerte, a pesar de que un número considerable de personas,  como Ampuloso, un comentarista de El Espectador, se lamenten ‘‘que no se haya muerto antes’’.

 

Un espantapájaros entre los personaje de la historia nacional

 

 

Diomedes Días y Joe Arroyo, dos de la figures más importantes de la música popular en Colombia en el último cuarto del siglo XX. Los dos no escondieron su adicción a las drogas y los dos desaparecieron en la cúspide de la celebridad a pesar de las dificultades de todo tipo que vivieron en su niñez. Imagen tomada de google

 

La vida de Diomedes Díaz no deja persona indiferente. Quienes se detengan sobre la figura del artista podrán constatar que, como bien lo advirtió el abogado Abelardo de la Espriella, éste ‘‘cantaba y componía con el alma, sentía lo que hacía, era auténtico’’. Quienes miren al ser humano encontrarán a un hombre que, como lo resaltó Alberto Salcedo Ramos, vivió una vida ‘‘desmesurada y desordenada’’. Mirada desde la óptica del puritanismo su vida privada puede ser catalogada de inmoral. Quienes la miren desde la perspectiva del éxito social descubrirán en él un individuo con talentos superlativos, que habiendo salido de la nada alcanzó el pináculo de la fama. La condición dual del personaje: esas dos caras que se pueden apreciar al mismo tiempo desde cualquier perfil, hacen que su recorrido vital no sea un tema fácil de abordada desde la perspectiva de la simple biografía.

 

Para poder mostrar todos los matices que se esconden detrás del hombre de manera justa, aquellos que quieran ocuparse de su paso por el mundo de los mortales deben sentirse tentados a abordar sus vivencias más desde el ámbito de la crónica literaria, la novela social o el ensayo socio-filosófico. Escribir sobre Diomedes, desde la biografía, es correr el riesgo de amputar su historia personal de los pasajes, que nos podrían ayudar a entender porque fue quien fue a pesar de todo. Resaltar una sola cara de la moneda pude desembocar en su demonización o en su idealización. Enfocarse en la vida controvertida y escandalosa del artista sería un acto de simple populismo moralista, que llevaría a la reducción de su legado artístico a la mínima expresión. Concentrarse en la genialidad artística que lo caracterizó y pasar por alto sus tropelías, es una actitud permisiva y sobreprotectora, que le impediría a las nuevas generaciones aprender de los errores de quienes las precedieron. En tal sentido, quién escriba sobre Diomedes debe tener clara una cosa: fue un hombre de su tiempo y un producto de su medio. Por eso es uno de los iconos más excelsos de la sociedad en la que nació, se reprodujo y murió.

 

Sobre lo anterior vale retomar los conceptos de Cesar Rodríguez Garavito, para quien Diomedes es una metáfora que resume correctamente la cultura nacional. Según Rodríguez Garavito, Diomedes sintetizó de manera correcta ‘‘la colombianidad’’, que consiste en un ‘‘mezcla de gozo y violencia, de celebración y maquinación’’, –y porque no decir– de propensión al vicio y a la pacatería santurrona. Esa mezcla explosiva ha hecho de Colombia ‘‘al tiempo una de las sociedades más felices y una de las más violentas del mundo’’. En ese orden de ideas Diomedes Díaz fue, paradójicamente, uno de los pocos colombianos de su tiempo, que tuvo la capacidad de ‘‘soldar esa amalgama idiosincrática, esa perplejidad sociológica’’, que es Colombia, en un solo concepto. La letra de sus canciones y su voz le hablaban a los colombianos de todas las regiones y ‘‘sus melodías ponían a bailar a colombianos de todo tipo’’. Eso lo convirtió en el tenor mayor del coro, que consolidó al ‘‘vallenato como la banda sonora nacional’’.

 

En lo que concierne a su lugar en la historia del vallenato, Diomedes fue y será por mucho tiempo, al lado de Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Rafael Orozco y Alberto Sabaleta, una de las seis figuras iconográficas de esa música. En ese grupo comparte con Rafael Orozco Maestre, en las preferencias del público, el reinado de la popularidad. Cuando Diomedes llegó a la escena musical vallenata a finales de la década de 1970, Oñate, Orozco y Zuleta ya habían consolidado un nombre y un público a lo largo y ancho del mundo rural y semiurbano de la costa atlántica, así como en las ciudades secundarias de esa región colombiana.

 

Jorge Oñate, Alberto Villa, Poncho Zuleta y Diomedes Días, cuatro de las figuras que contribuyeron a expandir el vallenato por todo el territorio colombiano ytimg

En materia de público, Rafael Orozco: en opinión del sociólogo y cronista Alfredo Molano Bravo “la voz más pura del vallenato”, se convirtió a lo largo y ancho del país en el preferido de la población femenina y de la clase media urbana educada, que comenzó  a declararse discretamente amantes del vallenato. En cuanto a Diomedes, este se volvió el ídolo de todos los parranderos y juerguistas, al igual que de aquellos místicos, que amaban su entrega a la hora de cantar. La popularidad de Diomedes: así lo destaca Erminio Mestra Osorio, creció gracias a que él fue de los pocos que comprendió la verdadera forma como “debe cantarse el vallenato, cómo debe sentirse el vallenato”.

 

En cuestión de estilos, mientras Orosco se consagró como el cantante que le proporcionaba a las canciones, que portaban mensajes amorosos una aureola de romanticismo, que le daba credibilidad al idilio; Diomedes se consagró a su turno cantando canciones que le rendían culto a la vida perdularia, que exaltaban la altivez masculina en los momentos de crisis amorosas, que llevaban declaraciones de amor a través de discursos festivos, que siempre compuso para su esposa, o relatos que exaltaban la vida de uno que otro personaje del malevaje.

 

Ese es el caso de la canción “Lluvia de Verano, que según el cronista Fredy González Zubiría fue compuesta por Armando Marín en honor de Lisímaco Antonio Peralta Pinedo, un campesino guajiro, que “gracias a la marihuana había” hecho fortuna. En su discografía, de todas las canciones de esa orientación, la más celebrada y reconocida es el paseo el Gavilán Mayor compuesto también por Armando Marín. La canción rinde homenaje a Raúl Gómez Castrillón, un hombre cuya fama se labró en medio de los negocios ilícitos, pues la mariguana lo sacó de la miseria, lo subió al trono y lo coronó como uno de los caporales del malevaje en la frontera entre Colombia y Venezuela.

 

Proveniente de un campesinado, que había usado al vallenato, desde tiempos inmemoriales, como instrumento de catarsis social, que le permitía rumear sus cuitas, burlarse del poder estatal, insultarse y decirse sus cuatro verdades sin matarse, o reclamarle a Dios por la manera desproporcionada como repartió la riqueza en el mundo, el mafioso guajiro y vallenato encontró en la música de sus ancestros el medio ideal para contarle al mundo su epopeya. En un país donde las incipientes casas disqueras estaban más interesadas en encontrar la estrella, que hiciera brillar el rock y la balada nacional en el contexto iberoamericano, o el cantante de salsa que se equiparara con las figuras de Puerto Rico y Nueva York, el mafioso se convirtió en el mecenas de un género musical sin padrinos en la industria fonográfica.


 

El Gavilán mayor, personaje reconocido en el mundo del malevaje en la frontera colombo-venezolana, que se convirtió en gran mecenas de los nacientes conjuntos vallenatos en la década de 1970. Imagen tomada google.

De ese modo, la bonanza de dinero que trajo el comercio de Mariguana benefició –directa e indirectamente- a los conjuntos vallenatos que emergían. En un reportaje sobre la vida del Gavilán Mayor, el Diario del Norte deja constancia de la manera como los negocios turbios de la bonanza marimbera abrieron para los artistas vallenatos “una puerta muy grande”, que los llevo a hacer indirectamente “causa común con el comercio de la droga”. En tal sentido podría asegurarse que no es un secreto que –a través de sus parrandas –, los varones del tráfico de mariguana financiaron el ascenso de muchas de las grandes glorias del vallenato, pues como en el caso de Gavilán Mayor eran amigos personales “de músicos y compositores”.

 

La locura generada por la bonaza marimbera en el campesinado guajiro, como lo resalta González Zubiría, financió la composición de melodías, que exaltaban los nombres de los nuevos ricos. Estas canciones fueron adoptadas como cantos triunfales “por toda una generación de guajiros y costeños”, pues eran los himnos “del marimbero triunfante”, representado en el “campesino que zafó a la pobreza o del urbano que había pasado de ser un varado a “tener la tula”. Igualmente ese vallenato era también el canto de los muchachos de los municipios y ciudades secundarias de la costa, que salían a terminar el bachillerato en Barranquilla, Cartagena, Medellín o Bogotá o a estudiar en la universidad.

 

En síntesis, en la Costa Atlántica, el vallenato se convertía en la música de una clase media que emergía en las ciudades terciarias a través del estudio o a través del empleo asalariado, y de una clase rica marginal, que surgía a partir de un campesinado pobre que encontró en el tráfico de drogas la ruta del ascenso social. ¿Pero por qué se convertía el vallenato en la música de los grupos sociales emergentes y porque Diomedes subía al cenit de la fama con ellos?  

 

Si bien habría múltiples razones que se podrían evocar, en esta ocasión nos vamos  a detener en una. Al momento de la irrupción de Diomedes en el mundo del disco, si tomamos como ciertas las consideraciones de García Márquez en su crónica “Valledupar, la parranda del siglo”, “las familias encopetadas de la región consideraban que los cantos vallenatos eran cosas de peones descalzos, y, si acaso, muy buenas para entretener borrachos, pero no para entrar con la pata en el suelo en las casas decentes”. En las ciudades con tradición industrial o portuaria: Medellín, Bogotá, Cartagena, Barranquilla Bucaramanga, y en menor grado Buenaventura y Santa Marta, el esnobismo de los grupos de clase media, urbanos, educados o no y obrera, los llevaba a despreciar los ritmos terrígenos, como el vallenato o el mapalé y a rendirle culto a la balada, el bolero, la salsa y el rock. De ello da bien cuenta la bloguera Marley Jaramillo, que sostiene –sin poner en evidencia sus fuetes– que en Barranquilla, hasta antes de la construcción del Puente Pumarejo,  “prácticamente no se escuchaba vallenato’’.

 

Hasta el comienzo de la década de 1970, así lo sugiere el autor del blog misdeberes, el barranquillero se consideraba habitante de una ‘‘ciudad salsera por excelencia’’, cuyos habitantes tenían ‘‘más en común culturalmente [hablando] con un cubano, un puertorriqueño, un panameño, que con un vallenato’’. Para este bloguero, en aquellos tiempos no eran pocos los barranquilleros que consideraban que el vallenato ‘‘no pertenecía a la música costeña típica de nuestra región caribe’’. Sobre el tema aún hay quienes siguen expresando en foros de internet, como ‘‘La-salsa-y-solo-salsa’’, que Barranquilla perdió su talante y tradición salsera porque ‘‘la mayoría de jóvenes Barranquilleros son hijos de personas que se vinieron a nuestra ciudad de pueblos, corregimientos y veredas donde el vallenato impera por doquier y donde la única emisora que llegaba con potencia y claridad era Radio Libertad, con su cargamento de música saturada de acordeones y con locutores , en su mayoría, con orígenes , dialectos y cultura vallenata o sabanera’’.

 

La situación en Cartagena era similar a la de Barranquilla. Allí, en general hasta antes de la aparición de las cinco figuras iconográficas del canto vallenato,  pero particularmente de Rafael Orozco y Diomedes Días, el vallenato era visto; tal como lo anota Marco Fidel Vergara Seña (p. 32): como una ‘‘música de campesinos elementales pastores analfabetos y gente de mal vivir’’, un género sin clase ‘‘que animaba parrandas en el patio trasero de la casa de putas o la fonda del Camino’’. Hasta antes del Festival Vallenato, esta música estaba proscrita hasta en el Club Valledupar, donde la ‘‘alta sociedad lo miraba con desconfianza, como cosa de negros y de pobres’’.

 

El grupo de cantantes de la generación de Diomedes, al lado de una nueva generación de letristas: compuesta básicamente por muchachos que habían salido a estudiar a universidades de Barranquilla, Bucaramanga y Bogotá, y de acordeoneros que tomaron el puesto de la generación que dio origen al mito de Francisco el hombre, hizo del vallenato un referente nacional. Como la subraya Tatiana Acebedo, esta nueva generación ‘‘conformó grupos vallenatos, los uniformó con pintas de colores y los llevó de feria en feria, de caseta en caseta hasta El Show de las Estrellas’’ de Jorge Varón.

 

Sin embargo, al contrario de los Hermanos Zuleta, herederos de la fama de un acordeonero y letrista reconocido y de Rafael Orosco, un mestizo blanco con perfil gracioso, que se convirtió, como lo destaca Javier Ortiz Cassiani, en el ídolo del público femenino, Diomedes no tenía, a parte de sus deseos de cantar, su habilidad para componer y su voz, algo que atrajera la atención de la gente a primera vista. En adición, la malaventura lo llevó a perder un ojo y un diente antes de llegar a la adolescencia.

 

La pobreza material –y su deseo de ser reconocido– lo  llevaron a valerse de los dones que el Cielo le deparó para ganarse la vida y ayudar a su familia, mientras la mayoría de los muchachos de su edad iban a la escuela solo a estudiar. Como lo documentó Salcedo Ramos, en esa brega, el canto y su habilidad para versear fueron su herramienta de mercadeo, cuando a  “sus once años, era uno de los niños vendedores de fritos que merodeaban por el colegio del profesor Rafael Peñaloza” en Villanueva. De no ser por sus deseos de gloria y por la confianza que depositó en él un número reducido de coterráneos –y contemporáneos- suyos, Diomedes no hubiese llegado, como se dice coloquialmente –en Colombia – a ningún Pereira.

 

Según Félix Carrillo Hinojosa, al comienzo de su carrera fue descalificado tajantemente por Rafael Mejía, un alto directivo de Codiscos, una de las compañías disqueras más bien posicionadas de la época, con un juicio inapelable y demoledor: “más canta un pollo al horno”, dijo al oírlo y despidió al emisario, que le llevó un casete con la vos del aprendiz de artista.

 

Caratula del primer larga duración grabado por Diomedes Días en Compañía de Nafer Duran. En la foto el aspecto campesino del joven cantante es visible y sus defectos físicos también. La grabación del disco fue posible después de un fuerte lobby de algunos coterráneos que creían en él, pues el cantante había sido descalificado por un casa talento con un argumento inapelable: “canta más un pollo al horno”. Imagen tomada de google

Sin embargo, el deseo de alcanzar la gloria y de entrar en la historia lo llevaron a no cejar en su empeño por hacerse a un espacio –o de un espacio– en el universo vallenato. De la vida marginal y pobre que llevó en la niñez abunda en algunas entrevistas: “Soy un campesino neto”, en mi niñez “yo hice de todo” porque “en la casa éramos muchos y la comida no alcanzaba para todos”. La ruta que lo condujo al estrellato esta relatada en varias de sus canciones: “Mi muchacho” y “Mi vida musical”, entre otras. Su habilidad para usar su pasado, de manera positiva, como recurso guía en la búsqueda de la meta que se propuso, hace de Diomedes Díaz un tipo con una conciencia histórica fuerte, clara y dialéctica. Como lo resalta Jorge Vasquez, si de algo dejó constancia Diomedes Días fue de su voluntad por superar las condiciones adversas en las que nació.

 

De esa conciencia histórica y del deseo de superar sus orígenes da fe en una frase, que lanzó de manera inconsciente en una de sus ultimas entrevistas: “la verdad, sé de dónde vengo, no pienso mucho para dónde voy”. Esa idea de no saber hacia dónde va, a pesar de tener claro lo que quiere ser, fue quizás la razón que lo llevó a vivir su vida de manera “desordenada” sin pararle muchas “bolas a los cuentos callejeros”. Indiscutiblemente la vida del cantante está bien resumida en la filosofía del número “Parranda ron y mujer”, de Rumaldo Brito, en el que el espíritu de la canción toma posesión del espíritu del artista y éste canta, sin ningún cargo de conciencia:

 

Yo gozo mi vida y otro que la sufra

Porque con lamentos no se gana nada

Soy como me hizo mi mama/ yo hago lo que a mí me gusta

Aunque la gente critique mi vida desordenada

 

La conmoción social que esperaba que causara en la sociedad su partida del mundo de los vivos, elemento que sale a relucir en otra de sus frases, es otro guiño que nos indica el deseo fuerte que tenía Diomedes de ocupar un anaquel en la historia de su tiempo y de su nación. Cuando muera “ojalá me dejaran sacar la cabeza un ratico para ver el poco de gente que viene a mi entierro”. Ese deseo de convertirse en un personaje histórico, que ocupa un sitial al lado de los personajes más importante de su época, adquiere una dimensión ontológica en la canción “Muchas gracias”. Allí, mientras le hace una elegía a su fanaticada, el compositor que habita el alma del Cantante, identifica el grupo de personalidades al lado de las que quiere situarse en el mosaico de la historia de la cultura nacional. Por eso dice sin ningún rodeo:

 

Vivo orgulloso como todo colombiano

De ser cultor de las cosas más bonitas

Como Escalona, García Márquez y Obregón

y como Botero el que pinta las gorditas

Ay! como el Pibe, Tino Asprilla y como Higuita

Y Lucho Herrera el campeón de los ciclistas

La llevo del alma prendida

A toda mi fanaticada

Y el día que se acabe mi vida

Les dejo mi canto y mi fama

 

Los versos de esa canción precisaron, con claridad meridiana, el sitial que quería ocupar el Cantante en el seno de la historia de su país cuando ya no estuviera entre los vivos y las acciones por las que quería ser recordado. Revisando la obra musical de Diomedes Días podría decirse, que a través de sus composiciones, aquel campesino que no alcanzó a terminar el bachillerato se esmeró, como diría el novelista Milan Kundera, por trabajar minuciosamente en la preparación de su inmortalidad, preocupado como siempre estuvo por el asunto de “la insoportable levedad del ser”. El tema salió a relucir en una entrevista con Ernesto McCausland. En esa ocasión abrigó la esperanza de que cuando llegara a viejo la ciencia ya hubiese vencido la muerte, para convertirse en “inmortal”.

 

En fin, la de Diomedes son varias historias al tiempo, que tuvieron como protagonista a un individuo que comenzó su vida laboral en plena niñez, espantando pájaros en cultivos ajenos, pastoreando chivos y cabras que no eran suyas, vendiendo fritos en las puestas de los colegios y cantado canciones propias y ajenas, para conseguir el centavo que permitiera completar cotidianamente el peso, que le permitiera a sus padres levantar decentemente una prole numerosa. La suya es, como lo destaca Jorge Vasquez, “una increíble historia de superación personal que él musicalizaba para que la comprendieran mejor”.

 

En la Costa atlántica, Diomedes Díaz entró –por méritos propios- en el grupo de los 10 personajes más importante de la historia regional durante el siglo XX. Allí tiene un lugar al lado del escritor Gabriel García Márquez, el músico Lucho Bermúdez, el industrial Julio Mario Santo Domingo, el pintor Alejandro Obregón, la coreógrafa Delia Zapata Olivella, el boxeador Antonio Cervantes, la cantautora Estercita Forero, el guerrillero Jaime Bateman Callón  y el sociólogo Orlando Fals Borda.

 

El que tome la arista positiva de su historia tendrá un relato idílico, con un final feliz pero forzado. El que tome la arista negativa se encontrará, de frente, con un individuo que se complació de vivir su vida, fiel a la divisa de “parrandas/ron/drogas y mujeres”, porque –así lo dijo él mismo– dentro  de la “vida artística […] las drogas son algo normal”. El asunto leído de manera cruda y sin matices puede resultar, a todas luces, chocante. Cuando se anda a caballo sobre las dos caras de la moneda, al final; como le dijo su propio padre al cronista Alberto Salcedo Ramos, un hecho sale a relucir: al principio Diomedes “era un buen muchacho, pero la gente me lo daño”.

 

Caricatura de Se lo digo con plastilina aparecida en El espectador:Aascensión de  Diomedes Días al cielo. Imagen tomada de google

Entierro de

Redes sociales y blogs: fantasmas que incomodan a los círculos del poder

 

Imagen tomada del muro de Álvaro de Jesús Forero Salazar. Esta imagen está acompañada de un artículo en el que el autor invita a morigerar el lenguaje y comportamiento en las redes sociales, y a usarlas como instrumento de debate al servicio de la educación política del pueblo.

 

Desde el comienzo de la primera década de los años 2000 el modo como la gente accede y procesa la información, que le ofrecen los medios ha cambiado de manera radical. El fenómeno está ligado a un cambio profundo en los medios y la diversificación de las fuentes de información. Todo esto ha sido posible gracias a Internet, que ha ofrecido a los consumidores de información, canales que les han permitido asumir posiciones más críticas.

 

Así lo resalta Olga Rodríguez, defensora del lector del periódico español El diario, para quien « Internet ha originado una novedad importante en el periodismo: la aparición de la reacción de los lectores, de forma inmediata, sin filtros ni cortapisas». Esto cambió la dinámica en el ejercicio de informar, pues «antes de Internet los receptores eran casi invisibles». Con el traslado de los diarios a Internet, los lectores pudieron comenzar a manifestarse «sin ningún filtro, de forma instantánea, mostrar su postura, su acuerdo o desacuerdo, subrayar errores, corregir datos». Atrás quedaron los tiempos en los que una  «aristocracia de opinadores [lanzaba] sus ideas» y como estas no podían ser controvertidas por los lectores, el periodista formaba a la opinión publica a su antojo.

 

En Colombia, donde las dos cadenas de medios audiovisuales más importante del país están en manos de dos de los más importantes conglomerados económicos nacionales, un sector amplio de ciudadanos ha comenzado a manifestar en las redes sociales su inconformidad frente a los medios con postales, como ésta que aquí traemos a colación. Igualmente existe en Facebook el grupo UN MILLON DE VOCES CONTRA RCN, cuyo eslogan reza: «No les creemos». La idea de manifestar abierta y masivamente una posición crítica contra los servicios, que prestan los medios de información, es un fenómeno que ha emergido gracias a Internet y las redes sociales.

La aparición de la ventana de comentarios ha permitido a los lectores tomar la palabra y manifestar, sin filtros ni cortapisas, sus reacciones de forma inmediata. La visualización de las posturas de los lectores ha favorecido la democratización en la formación de la opinión pública, porque éstos incluyen en su percepción de los hechos, de los que se enteran por los medios, la visión que sus pares tienen de los mismos. En síntesis, la emergencia de la ventana de comentarios ha llevado a que informar y formar a la opinión pública deje de ser un acto «unidireccional».

 

El primer hito que se registró en los últimos veinte años, dentro de la oleada de cambios sucedidos en los medios de información, fue la aparición del Real Audio. Este dispositivo técnico permitió a los radioescuchas de comenzar a escuchar emisoras en línea, que se encontraban al exterior de su territorio. Según el portal Ehow en espanol, que documenta la historia de la radio en internet, la primera emisora que se valió del Real Audio fue la emisora de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, que produjo la primera emisión de radio en línea en 1994. En cuanto a las emisoras de internet, Radio HK de California fue la primera estación de radio en Internet. Esta emisora se creó para difundir los trabajos de bandas de música alternativa, que no llamaban la atención de la radio musical comercial.

 

La desconfianza de un amplio sector de la sociedad colombiana frente al rol social que cumplen los principales medios del país se sintetiza en esta postal, que hemos tomado del muro del grupo de Facebook UN MILLON-DE-VOCES-CONTRA-RCN.

 

En lo que toca a los periódicos, el portal News Paper informa que el primer periódico digital del mundo fue el Daily Oklahoma, de  Oklahoma, Estados Unidos, que se mudó a una plataforma digital en 1963. Después le siguió el New York Times y luego el Daily News. En 1994, el diario New York Times estrenó su servicio vía Internet, lo que dio paso del «diario impreso al de formato electrónico». Se dio de ese modo inicio a la era de los diarios interactivos, en los que se volvieron comunes los foros especializados, los chats, las encuestas en líneas y la participación regulada de lectores.

 

Dentro de ese contexto, como lo resalta la investigadora social de la Universidad Nacional del Rosario Natalia Raimondo Anselmino,  que estudió el comportamiento de los lectores en línea de los periódicos argentinos El Clarín y La Nación durante 15 años, surgieron las expresiones ¡Envía tu comentario!, ¡Responder a este comentario!, ¡Denunciar este comentario! ¡Califica esta noticia!, “Noticias más leídas”, “Más comentadas”. Para esta investigadora, esa son «las voces con las cuales los diarios online,  casi  a gritos,  invitan a sus lectores al  “diálogo”» con ellos.  

 

Fue dentro del plano de una estrategia de márquetin, cuyo objetivo principal era el de retener y atraer lectores en línea, como la mayoría de los diarios del mundo terminaron creando «espacios de intervención y participación del lector. Cada periódico creo su propia estrategia. Unos le apostaron a la evaluación de la noticia con un me gusta o no me gusta. Otros se concentraron en presentar el escalafón de las noticias más leídas del día.

 

En cuanto a los comentarios, Raimondo Anselmino afirma que fue La Nación online, la que optó por abrir sus páginas virtuales a la opinión de los lectores, abriéndoles una ventana de comentarios para que expusieran directamente debajo de  las noticias sus puntos de vista. Esta iniciativa lo convirtió en el primer diario del mundo, que permitió a los lectores tomar la palabra.

 

Con el internet el acceso al periódico y la escritura en él, privilegios históricamente reservados a la clase media educada y a las élites ricas, se volvió accesible a una franja de público más amplia. Amplios sectores sociales han pasado así de ser espectadores marginales del proceso de generación de opinión, para comenzar a intervenir en él, en el escenario mismo donde se lleva a cabo su producción: el medio de información. Internet le ha permitido a los destinatarios de la información de impactar de manera significativa la manera como los medios producen sus noticias. 

 

El descontento de ciertos sectores de la sociedad colombiana con las dos cadenas de medios audiovisuales se ha traducido también en rechazo a los periodistas iconos de esta, aunque para persona como Nelson Ortiz, asociado del grupo UN MILLON DE VOCES CONTRA RCN, en realidad  no «son ellos, son más bien quienes los dirigen» los responsables de lo que los medios ofrece.

Eso ha introducido innovaciones en las políticas editoriales de algunos diarios, como la adoptada por un diario pequeño, publicado en el condado de Litchfield en el estado de Connecticut en Estados Unidos. Según Leah Silver y Nicole Martinelli, The Register Citizen,–en su afán de conservar sus lectores y aumentarlos –, ha acuñado la política de «Transparencia extrema», que consiste en «permitir a lectores ser parte de reuniones editoriales». Al adoptar dicho comportamiento, el periódico busca mejorar la precisión en el manejo de la noticia, minimizar los errores, corregir rápidamente aquellos que se cometen, adaptar contenidos según la preferencia de su público y obtener información importante de éste (ijnet).

 

Pero el gran salto en materia de democratización de la información y de producción de opinión ha sido el blog. Este recurso le ha permitido a un sinnúmero de personas apasionadas por el ejercicio que conduce a la generación de opinión pública, pero que no tienen acceso a un espacio en la nómina de columnistas de un diario, de crear ellos mismo su medio de información y de influir sobre el público. Con el auge del blog entra en escena el prosumidor de información, pues el bloguero es al tiempo productor de opinión, promotor de la producción de opiniones ajenas y regulador y orientador de estas.

 

El periódico ha sido una herramienta de comunicación fundamental en la construcción de la sociedad moderna, pues con él los individuos tuvieron acceso a la diversificación del punto de vista sobre los hechos. Según Heguel, "La lectura del periódico es la oración matinal del hombre moderno’’, pues este le ofrece a quien lo lee la última foto del panorama general mundo. No en vano Mafalda, una caricatura que retrata al intelectual, es una consumada lectora de periódico. Imagen tomada de google.com


La aparición del Blog refrescó el mundo de los medios, pues los blogueros se han dado a la tarea de interpretar las noticias, de recrear y de informar sobre aquellos temas que los medios tradicionales no informan. Si bien un alto porcentaje de los blog se centran en temas light y técnicos, también hay un alto porcentaje de blogueros que se han dedicado al análisis de la realidad social y la vida política de cada país, arrebatándole a los medios tradicionales su rol de orientadores y formadores de la opinión.

 

Desde los medios periodísticos tradicionales se insiste que los blogueros no son periodistas. Sin embargo desde a mediados de la década 2000, los blogs han ganado una gran notoriedad como medios alternativos de información. El fenómeno  ha tenido fuertes efectos en el mundo del periodismo formal. Según el periodista y bloguero Juan Varela, el auge de los blogs se debe a que:

  1.  En la era digital, la blogosfera representa el nuevo espacio para el ejercicio de lo público;
  2. Los blogs permiten la Comunicación directa entre los ciudadanos más activos de la sociedad;
  3. La blogosfera le permite a la persona intelectualmente inquieta de construir una identidad de dominio público;
  4. La entrada en escena del blog le ha permitido a los activistas sociales de crear comunidades virtuales, que si bien son coaliciones frágiles, su elasticidad les permite moverse alrededor de intereses y motivaciones muy concretas y vitales, que giran entorno de valores comunes.
  5. La blogosfera permite desinstitucionalizar las relaciones en materia informativa y en ella la actividad comunicacional se rige sólo por los intereses comunes, gobernados por  las relaciones virtuales
  6. La blogósfera le permite a los individuos crear una  narrativa propia a la hora de tratar los temas que les interesan, o sobre su propia vida, socializando con sus lectores y comentaristas o con quienes se enlazan a su blog (ver blog periodistas21).

 

Caricatura que ilustra lo que podría ser un nuevo lector de periódico o un bloguero, una persona común y corriente que no solamente se contenta con recibir información sobre un tema, sino que asume la actitud de definir una posición frente a él y de manifestar su posción a los demás.

Ha sido tan efectiva la actividad del blogueo en materia de tratamiento de la información, que según Raimondo Anselmino, El Clarín focalizó su relación con los lectores a partir de una plataforma de  Weblogs, estimulando al lector a producir contenidos bien estructurados sobre temas de interés general o particular. Una estrategia parecida parece tener el periódico El Heraldo de Barranquilla, donde hay una invitación que estipula: « Unete a nuestra red de Bloggers».

 

El papel de los blog como herramienta de educación política está bien precisado en el trabajo de José Luis González Esteban, profesor de la Universidad Miguel Hernández de Alicante España. En su análisis de la victoria de Barak Obama en las elecciones de 2008, en el Estado de Carolina del Norte, un estado que vota tradicionalmente conservador, González Esteban resalta que una de las claves de Obama consistió en montar un equipo de blogueros profesionales, que trabajó sin parar para generar análisis positivos sobre sus acciones y contrarrestar, con análisis argumentados, los ataques de los formadores de opinión hostiles a su campaña (revistasocialesyjuridicas).

 

Otra prueba de la efectividad de los Blogs como herramienta de información alternativa es el periódico The Huffington Post, lanzado en 2005 a partir de una confederación de blogueros liberales, que querían controvertir los contenidos de portales como Drudge Report. El portal se convirtió en un sitio de información alternativa exitoso y en febrero de 2011 sus fundadores Arianna HuffingtonKenneth LererJonah Peretti lo vendieron a  America Online (AOL) por 315 millones de dólares.

 

La historia de The Huffington Post, las elecciones de los Estados Unidos en 2008 y el caso de del blog Generación Y de Yoani Sánchez, dan testimonio de manera fehaciente del lugar que hoy ocupa el blog en el mundo del debate político.

 

Sin embargo, la emergencia del blog significó apenas un primer paso en lo que concierne la historia de las herramientas virtuales para el ejerció activo de la ciudadanía. Dicho proceso se aceleró con la aparición de las redes sociales y particularmente con el auge de Facebook. Estas herramientas han transformado el ejercicio de la presión ciudadana sobre los actores de poder, pues para influir sobre los gobiernos, sobre las empresas o sobre los medios, los ciudadanos nos están hoy obligados a crear grupos formales de presión. Como lo resalta Juan Varela, la tendencia de hoy consiste en crear comunidades virtuales, que se multiplican rápidamente, visibilizan un fenómeno, generan un impacto en la opinión pública y «desaparecen una vez conseguidos los objetivos propuestos».

 

Por eso no es ilógico que en el portal español Puro Marketing se afirme terminantemente que « las redes sociales han transformado el papel de los medios de comunicación», o que las agencia EFE sostenga, que en países como los Estados Unidos, las redes sociales son «un nuevo y rentable termómetro político en las elecciones»

 

En efecto, como lo precisa, Liliana Gómez, Internet está influyendo fuertemente en la movilización sociopolítica de los ciudadanos. Esto puede traducirse en el mejoramiento de su participación en la vida política de los países y en el mejoramiento de la democracia, pues Internet ha puesto a disposición de los ciudadanos una serie de dispositivos que «permiten desarrollar una comunicación bidireccional entre todos los que están interesados» en el debate social.

 

En lo que concierne a los medios de información, Gómez destaca que Internet los ha revolucionado, porque puso a disposición de las personas un abanico de herramientas que han sido fundamentales para «genera nuevas formas de comunicación». Estas herramientas han forzado cambios sustanciales en las prácticas de los medios masivos a la hora de informar al público. Esto era improbable que sucediera en el pasado,  pues los medios  a «través de su historia,» han sido –y siguen siendo- «predominantemente unidireccionales» (monografias).

 


Con el auge de internet la manera como la gente forma su opinión frente a los fenómenos sociales que observa se volvió mucho más compleja, pues hoy los seres humanos forman su opinión a partir de un mundo de fuentes que convergen sobre internet. Para ilustrar esa realidad el mejor ejemplo puede ser una de las obras del artista caleño Omar Rayo.


Redes sociales y movimientos sociales: el caso del paro agrario colombiano

 

Sacando la ruana del closet los activistas virtuales emprendieron, a través de las redes sociales, una campaña de defensa del agro nacional, que movilizó  a la sociedad colombiana contra los tratados de libre comercio, que están empobreciendo, aún más de lo que ya es, al campo colombiano. Con la utilización de la ruana como icono comenzó una batalla, que terminó forzando el pulso político a favor de los campesinos, coyas demandas habían sido ignoradas olímpicamente por el gobierno colombiano.

 

El 26 de agosto de 2013, después de haber participado de un cacerolazo en Bogotá en apoyo a los campesinos que realizaban el paro nacional agrario en Colombia, mi amiga virtual Juana Gonzales Alonzo me envió un mensaje, que me pareció revelador: « estoy sorprendida. En realidad las redes sociales si han logrado lo que la izquierda nunca ha podido. Me siento muy orgullosa por esta movilización. Yo también salí con mi ollita a protestar.»

 

El cacerolazo de apoyo a los campesinos fue convocado por las redes sociales y aunque mi amiga no se hubiese dado cuenta, al origen de la convocatoria estaban los sectores sociales, que componen la izquierda colombiana. No en vano Juanita León en La Silla Vacia sostuvo que «con el paro, el Polo gana fuerzas», porque con los bandazos que ha dado en el manejo del paro, el presidente « Santos le está haciendo la campaña al Polo». En opinión de León el paro se convirtió en «un escenario de campaña para hacer explícitas» las tesis del Polo, que será –según ella – el único sector político, que saldrá ganador de la protesta, porque el presidente Santos –con sus acciones equivocadas- se convirtió en  «su mejor estratega de campaña».

 

Dejemos el asunto de los posibles cosechadores de los beneficios políticos del Paro agrario colombiano a un lado y volvamos al asunto de como las redes sociales y los blogs morigeran al poder y lo regulan de manera eficiente. Sin duda alguna un buen ejemplo de eso es lo que ha pasado en dicho paro.

 

Sobre la manera como los manifestantes han explotado las redes sociales para agitar el paro, el diario El Pilón de Valledupar nos ofrece una muestra bien lograda, sobre cómo la  gente se valió de las Redes Sociales para agitar la manifestación, controvirtiendo las posiciones del gobierno, usando el humor y el insulto como medio de propaganda. Como bien lo documentó El Pilón, en las «redes sociales abundan las críticas al Gobierno de Juan Manuel Santos y a sus contradicciones frente al paro agrario».

 


 

Imágenes como ésta, publicada por el blog el Uribestiario circularon de manera abundante contra el presidente Santos por Facebook durante el auge del paro agrario. En torno de las imágenes se generaban foros en los que la gente exponía su punto de vista de la situación. Según  Análisis de BBC el Paro agrario ha sido el momento más difícil del gobierno Santos, pues por causa del paro la impopularidad del presidente ascendió al 72% en agosto de 2013.

 

Por su parte la BBC resaltó el rol que jugaron las Redes Sociales para despertar la solidaridad de los sectores urbanos con la protesta. Su reportaje resalta la manera como a través de ellas se difundieron «las denuncias de abusos por parte de las fuerzas de seguridad» contra los manifestante, en su determinación de mantener abiertas las vías que conectan a las regiones productoras de alimento con las principales ciudades y los puertos del país.

 

Las imágenes de los abusos cometidos por parte de las fuerzas policiales difundidas por Twitter y Facebook  ayudaron a forjar un sentimiento de simpatía hacia a los campesinos, que se manifestó en dos etiquetas virtuales: «Lo que es con los campesinos es conmigo» y «Yo me pongo la ruana». La indignación por los abusos de la fuerza pública y la aptitud despreciativa que asumió el gobierno frente a la protesta llevó a que sectores sociales urbanos convocaran vía Twitter un «Cacerolazo nacional en favor del paro».

 

Las redes sociales se convirtieron en el medio más eficiente de propagación de la información sobre el paro. Desde allí se organizaron manifestaciones y actos de solidaridad que ayudaron a visivilizarlo.

 

Otro ejemplo de la manera como la gente ha usado las redes sociales para hacer sentir su solidaridad con la protesta e influenciar a los medios sobre el carácter justo de las demandas de los campesinos quedó patentizado al día siguiente del cacerolazo. Ese día el bloguero Simón Posada recogió en su entrada, en el tradicional diario El Tiempo, el espíritu de un poster, que había hecho carrera en Facebook a lo largo de la semana. El objeto de la postal era el de contestar una frase del presidente Santos, que negaba el levantamiento campesino. A la frase de Santosese tal paro nacional agrario no existe’’, le respondió un creativo anónimo, que sostenía: ‘‘el paro nacional agrario no existe’’ y ‘‘tampoco existe el presidente que niega el paro’’.

 

El juego de palabras fue recogido por Posada, que desarrolló la idea, imprimiéndole a la frase del presidente un contenido político subversivo. Según posada ‘‘El paro agrario no existe’’, como “Tampoco existe el presidente que salió a decir que el paro no existe. Y aún peor: no existe el país que gobierna ese presidente que no existe”.

 

Sin exagerar se podría decir que fue gracia a las Redes Sociales como los sectores afectos y participantes del paro lograron invertir el reporte de fuerzas. A partir de ellas se desarrollaron una serie de acciones que hicieron bajar al presidente de su torre de marfil y lo forzaron a tomar en serio dicho movimiento social. A eso contribuyó, sin duda, la frase desafortunada que resaltamos anteriormente, a la que los internautas le dieron un giro deliberado que reorientó su sentido retorico-político. Con el paso de los días la frase del presidente se retornó  contra él y como concluye Posada, al negar el paro ‘‘Santos embistió con su lanza y, sin darse cuenta, se la clavó él mismo’’.

 

La frase del presidente: «ese tal paro agrario no existe», se convirtió en un excelente útil de propaganda contra el propio presidente. Usando la frase presidencial, los amigos del paro apostaron a mostrar a Santos como una persona incapaz de percibir la realidad del país y sin duda lo lograron.

En otros tiempos la frase desafortunada del presidente Santos no hubiese alcanzado esa capacidad de impacto propagandístico. Nadie hubiese podido después de aislar la parte explosiva de la frase del presidente del resto de su discurso y de complementarla con una frase de su cosecha, ponerla a correr por el mundo sin desembolsar una suma cuantiosa de dinero. Sin embargo, gracias a las Redes Sociales, la gente del común terminó mandando el mensaje de que el presidente al negar el paro negaba también su capacidad de dirigir al país. El creativo de garaje, que aprovechó el resbalón de Santos, nos demostró que en épocas de Redes Sociales el poder no solo pasa por los palacios presidenciales y la capacidad de modelar la opinión pública no pertenece únicamente a los medios tradicionales de información.

 

Valiéndose de la frase desafortunada de un discurso presidencial, los activistas de las redes sociales pudieron echar abajo, como bien lo anotó Yolanda Reyes en su columna de El Tiempo, la «negación presidencial y mediática» de « la crispación creciente que se apoderó del campo», mientras « Bogotá ni se enteraba». Las redes sociales pusieron en evidencia « la negligencia de los medios» tradicionales, que sobre la materia trataron de informar al país valiéndose solamente de los comunicados redactados por «los jefes de prensa palaciegos» y las opiniones de los funcionarios gubernamentales de la política social.

 

Sobre la manera como en las Redes Sociales se minó la posición del gobierno, usando el propio discurso del presidente, Vanguardia Liberal anota : «en las redes sociales se burlan del gobierno de Santos […] por sus contradicciones frente al paro agrario». La nota se ilustra con una variedad de poster y mensajes recuperados en las redes.

 

He aquí un ejemplo de las postales que circularon contra el presidente Santos. Recurriendo a las expresiones de corte erótico, en lenguaje de grueso calibre, los activistas virtuales agitaron el paro agrario en las redes sociales.

 

De otro lado, como lo registró un reportaje del periodista Juan Carlos Agiar de Noticias Univisión, las redes sociales fueron claves para denunciar la brutalidad de las autoridades policiales contra la protesta campesina. Las imágenes difundidas allí generaron la indignación de amplios sectores urbanos que se valieron de ellas para movilizar el apoyo citadino al paro. Así lo muestra la BBC en un reportaje, en el que se destaca que las redes sociales fueron esenciales, para despertar la solidaridad de los habitantes de las ciudades frente a los problemas por los que pasan los habitantes del campo.

Por su parte Caracol radio  informó que, en Alemania, Alejandra Manrique convocó «a una manifestación a través de las redes sociales para demostrar que desde la distancia también apoyan el paro». En Montreal, diferentes actores sociales convocaron a una manifestación y jornadas de reflexión frente a la Catedral Notre Dame para apoyar el paro. En fin, para direccionar las acciones de solidaridad en diferentes partes del mundo, se creó una página en Facebook: la página Solidaridad Internacional al Paro Agrícola colombiano. Allí se difundieron fotos, videos, caricaturas y todo lo relacionado con la manifestación.

Las fotos, los videos y las caricaturas que denunciaban la violencia policial contra los campesinos, así como contra aquellos que salieron a protestar en las ciudades a favor del paro fueron parte de la actividad informativa informal, que se produjo sobre el evento. Gracias a ese material los medios formales tuvieron que salir a hablar del tema.

En conclusión, las redes sociales sacaron al paro agrario del congelador al que lo quería meter el gobierno al negarlo y los medios de información con su cubrimiento parcial y parcializado. El vuelo que alcanzó la protesta cuando se apropiaron de ella los activistas de las Redes Sociales y el temor que ésta se transformara en su curso por ellas fue lo que llevó a los editores de la revista Semana a preguntarse: «¿Son los paros la chispa de una ‘primavera’ a la colombiana que, como en el caso árabe y de la Plaza Taksim en Turquía, buscan profundas transformaciones democráticas? ¿Constituyen las marchas de apoyo a los campesinos el equivalente nacional de los Indignados europeos y de Wall Street que se levantan contra el sistema económico? ¿O la combinación de paro agrario y marchas urbanas puede explicarse con las mismas claves de rechazo a los políticos que caracterizaron las protestas recientes en Brasil? ¿O, más bien, son protestas sectoriales que defienden intereses específicos y son manipulados por otros intereses a la hora de salir a la calle?»

 

 

La caricatura ilustra fuertemente las contradicciones que salieron a relucir con el paro agrario. Estimular a sus hijos a volverse policías, suboficiales del ejército o soldados profesionales es una de las tantas estrategias a las que recurren las familias campesinas, para mejorar sus condiciones de vida. A pesar de lo riesgosos y estresantes que son, los trabajos en las fuerzas de seguridad del Estado se encuentran entre los pocos trabajos, que pueden permitirle a un colombiano alcanzar una pensión de vejez.

Parece ser que los editores de dicha revista esperan que sea lo último, por eso no dudan en sostener  que «en la ‘rabia’ colombiana hay de todo un poco», pero ésta no «clasifica en una manifestación de indignados», aunque existan «quejas económicas contra los tratados de libre comercio y las medidas de liberalización de los mercados.»

 

Sostiene los editorialistas que, si bien es cierto que hay «Una constelación de grupos» que se movilizan para hacer oír sus quejas, este movimiento no se compara con «la reacción de 4 millones de brasileños» que salieron «a manifestar su descontento contra la clase política».

 

En todo caso, tenga o no razón el editorialista de Semana, lo único que dejó  claro el paro es que las Redes Sociales están contribuyendo con la creación de una ciudadanía activa, que está vigilante y atenta  de lo que sucede en el país, y que parece estar dispuesta a movilizarse cuando se hace necesario de denunciar aquello que considera injusto.

 


Los carteles que le recordaban a los policías su origen social, también abundaron entre el material que circuló en las redes sociales.

El hecho es en sí solo una buena noticia, sobre todo después de la destrucción profunda del tejido social que se produjo en los últimos 30 años, en el marco de una guerra sucia, que criminalizó la protesta social de los actores civiles, en el afán de ganarle –a como diera lugar a – la guerra a la insurgencia armada.

 

 

  

Igualmente las Redes Sociales también se han utilizado para denunciar las desigualdades sociales del país, particularmente aquellas que muestran la indolencia de un congreso, que no para de escandalizar a la nación colombiana por sus prácticas evidentes de corrupción.


Finalmente, como lo resaltó mi amiga virtual Diana Espitia, las movilizaciones sociales nos están demostrando que internet, como medio de comunicación masiva, es una herramienta de alto valor estratégico.  Ella, con todos sus derivados y con las posibilidad que ofrece para la articulación de medios de comunicación e información alternativos, le permite a las personas de formar sus puntos de vista sobre la realidad que lo circunda, a partir de atalayas diferentes.

 

Gracias a ella,  aquellas personas que no tienen los medios suficientes para comprar un periódico o el tiempo suficiente para ver tv pueden terminar informándose de lo que está pasando en el país y el mundo, a partir de lo que le comparten sus amigos, de lo que leen en los foros o de lo que le hacen llegar blogueros, que se dan a la tarea de promocionar sus propios puntos de vista sobre los sucesos.

Otra imagen que circulo de manera asidua fue la de Cesar Pachón, líder del paro en Boyacá. Sin duda Pachón se convirtió, por la vía del paro y gracias a las redes sociales, en una de las nuevas figuras del movimiento social colombiano.

Internet y redes sociales: entre el espionaje y la aparición de una nueva ciudadanía

Imagen tomada de: photografiado.com

 

Los lectores de periódicos toman la palabra y confrontan a los editores

 

Un día Belo Nana uno de mis contactos de Facebook colocó en su muro un mensaje que reza: “Facebook nos hace creer que tenemos amigos, Instagram, que somos fotógrafos y Twitter que somos filósofos. El despertar va a ser duro”. A mis ojos, el mensaje esconde la inconformidad de ciertos intelectuales nostálgicos de un pasado, en el que fungían como dueños del saber, frente a un presente dominado por las redes sociales, donde cada quien, si así lo desea, puede hacer valer –por precarios que sean– sus  puntos de vista. Con internet –y particularmente con la entrada en escena de las redes sociales– ha  emergido una ciudadanía virtual activa, debatiente y militante. El fenómeno incomoda a algunos sectores de la intelectualidad, la política, la religión, la academia y el periodismo –particularmente el de opinión–,  que han visto disminuir la talla de la tarima, que les permitía direccionar la opinión pública.

 

En las redes sociales los ciudadanos dan rienda suelta a sus frustraciones y aspiraciones, a sus fantasías y prejuicios, a sus ideales y temores, a sus encuentros y descuentos. Esto ha hecho de ellas -en particular de Facebook- un escenario donde cada quien expresa sin ambages su visión de la sociedad y las instituciones que la gobiernan o la regulan. Allí cada uno trata de venderle a sus conciudadanos el modelo de país que ronda su cabeza.

En lo que toca a los periódicos, el aspecto más importante ha sido la confrontación larvada –y silenciosa- entre lectores activos y formadores de opinión. En Colombia el asunto tuvo su cuarto de hora crítico en 2004. El 17 de mayo de ese año la historia del país en materia de interacción entre lectores activos y formadores de opinión pública se dividió en dos. Ese día Daniel Samper Pizano informó al público «que había solicitado a las directivas del diario El Tiempo que se retirara de su columna la opción de los comentarios de los lectores». Sobre el incidente Cecilia Orozco Tazcón, en ese momento defensora del lector de El Tiempo, publicó una semana más tarde una nota en la que decía: « Daniel Samper Pizano, prestigioso periodista colombiano cuyo mérito profesional es reconocido en varios países, anunció la semana pasada su retiro del foro de los lectores de eltiempo.com, lo que en la práctica significa que, aunque su columna continuará apareciendo, se eliminará la ventana virtual destinada a publicar las reacciones a la misma.»

 

Al cerrar la ventana de comentarios de su columna, Samper Pizano sostuvo que « en la práctica, los foros cayeron en manos de anónimos que han instaurado un reino de grosería e intolerancia." Para Samper a pesar de que la mayoría de lectores hacen comentarios decentes, la zona de comentarios se ha convertido en una « zona rufianesca donde se amenaza, calumnia e insulta aun a otros participantes". Según Orozco Tazcón, los mensajes que recibía Samper «formaron un espejo del problema denunciado. Había insultos, agresiones familiares, e intimidaciones». En su opinión, con la apertura de la ventana de comentarios surgió un número considerable de anónimos, que inventaron identidades o se apropiaron de nombres de personalidades para ofender a los periodistas, desvirtuando la valía de un espacio, en el que también confluyen «participantes reflexivos», que escandalizados no cesan de pedir que se vigile el «nivel de las intervenciones.»

 

Por su parte Guillermo Puyana Ramos afirmó, en una columna intitulada «Escoria en el buzón», que los « bandoleros del foro», a los que consideró como personas «incapaces de exponer argumentos reales de controversia», forzando la adopción de tal posición por parte de Samper Pizano, ponían en riesgo la « libertad de expresión misma, pues nadie opina con tranquilidad en un ambiente tan agresivo y sucio». Frente al fenómeno Guillermo Franco, editor –en aquel momento de El Tiempo.com –, sostuvo que los ataques de los foristas contra columnistas eran el resultado concreto de « la intolerancia», que se ha incubado en « una nación con cincuenta años de conflicto armado y con un alto grado de polarización política». Ante la ausencia de mecanismos de expresión esa intolerancia sale a relucir en «la participación de los usuarios de los foros», lo cual indica que «Internet nos está permitiendo ver al país real».

 

Respecto a las emociones, que circulan en los comentarios de los lectores de periódicos, el escritor y periodista Oscar Collazos consideró en su columna que esas ventanas de comentarios –de las que alguna vez él mismo también renegó–, constituyen hoy «unos espacios de opinión donde se hace a menudo una delirante terapia de grupo» ( El Tiempo).


 

 

Aunque los medios de información colombianos se hacen los de la oreja sorda frente a la inconformidad por el servicio que prestan a la ciudadanía, en las redes sociales -particularmente en Facebook- se expresa una inconformidad creciente contra ellos. Allí se deja constancia cotidianamente de la insatisfacción de la ciudadanía frente al rol que hoy juegan los medios de información del país frente a la sociedad.

 

La traza mediática que dejó el incidente con el periodista Daniel Semper Pizano, más la observación participativa en los foros de los principales medios colombianos en los últimos 10 años, nos indica que la aparición de la colilla –o ventana de comentarios – en los periódicos y revistas más importantes de este país suramericano trajo consigo la aparición de una cuadrilla de « francotiradores», que se han dedicado desde los extremos del espectro ideológico a denigrarse entre ellos y a verter acido sobre la humanidad de los editorialistas que les disgustan. Si bien hubo un alto porcentaje de personas, que se apropiaron de estos espacios para opinar de manera ordenada, también hubo un sector que convirtió en el blanco principal de sus ataques a reconocidas figuras del periodismo de opinión colombiano, como Oscar Collazos, María Jimena Duzán, D’Artagnan, Alfonso López Michelsen, Felipe Zuleta Lleras, Antonio Caballero, María Isabel Rueda, Daniel Coronel y Héctor Abad Faciolince.

 

Algunos como Abad Faciolince, reaccionaron siguiendo el ejemplo de Samper Pisano. Otros como D’Artagnan asumieron una posición critico-constructiva, que consistió en incluir en algunas de sus columnas las posiciones de sus lectores y desvirtuar los ataques que consideraba sin fundamentos. Cabe destacar que, en general, los diarios y revistas bogotanos y sus formadores de opinión han adoptado una posición bastante abierta y tolerante frente a sus usuarios y lectores. A pesar de la actitud atrabiliaria de un porcentaje considerable de comentaristas, estos diarios y revistas no ejercen prácticamente ningún tipo de censura.  

 

Respecto a los principales diarios de la Costa Norte de Colombia, el entorno que han dispuesto para la interacción con sus lectores –en línea, que son lectores reales- es bastante precario. Por ejemplo en Hoy: diario del Magdalena, en El Meridiano de Cordoba y El Heraldo de Barranquilla no es posible comentar las noticias ni las notas de los formadores de opinión que escriben allí. En cuanto a  El Universal de Cartagena, si bien este diario ha habilitado un espacio para comentarios de sus lectores y usuarios, comentar allí se hace bajo ciertas condiciones. En la invitación a comentar se manifiesta: «Exprese su opinión, participe enviando sus comentarios». Sin embargo, a continuación  se advierte: « Las opiniones aquí registradas pertenecen a los usuarios y no reflejan la opinión de eluniversal.com.co. Nos reservamos el derecho de eliminar aquellos que se consideren no pertinentes. Consulte los términos y condiciones de uso.»

 

Si bien es cierto que políticos, religiosos y opinadores profesionales o modeladores de la opinión pública navegan –con soltura – en  las aguas de la realidad virtual y se valen de ellas para hacer su trabajo, también es cierto que éstos sectores no ven con buenos ojos que simples ciudadanos del común –desde el anonimato y la comodidad de sus casas- les arrebaten el poder de moldear el pensamiento de las masas a imagen y semejanza de los intereses ideológicos, que estructuran sus agendas políticas y sus proyectos de sociedad.

 

Los internautas colombianos han hechos de las redes sociales un espacio de denuncia permanente de los actos de corrupción de la clase política. En esa tarea, para posicionar su mensaje frente a la opinión pública, no han dudado en recurrir a la retorica iconoclasta en materia de comunicación.


La satanización de los espacios virtuales es un asunto que se agita sutil pero continuamente por todos los medios. Dentro de esa lógica no resulta extraño que el sacerdote Ángel Rodríguez Luño escribiera en el portal Con el Papa que quien trabaja muchas horas con Internet tiene «el deber moral de usar un filtro», porque « se encontrará varias o muchas veces en una ocasión próxima de pecado grave». Según el padre Rodríguez, el deber de un católico recto, para evitar al máximo de exponerse a la inmoralidad que circula en la red, es el de limitar «al mínimo el uso de Internet».

 

Dentro de las visiones fatalistas de los entornos virtuales hay que incluir la del escritor e intelectual colombiano Héctor Abad Faciolice, quien sostuvo en una entrevista, que le hicieron en el marco de la feria del libro de San Juan, «que el uso de las redes sociales afecta la escritura por el tiempo que deja de dedicarse a la lectura de libros» (Mas Cultura).

 

El recelo frente a las redes sociales: una pequeña muestra de lo que corre en la red

 

Imagen tomada de El Tiempo.com

 

La incomodidad de actores periodísticos e intelectuales, que otrora detentaban la hegemonía en la estructuración de la opinión pública, es lo que ha llevado a que no sea raro que escuchemos voces que desaconsejan el uso de las redes sociales en columnas de periódicos y blogs. Según el punto de vista de aquellos que consideran poco conveniente incorporar estos nuevos utensilios comunicacionales en nuestra vida cotidiana, las redes sociales son espacios que favorecen la violación de los derechos humanos; trampas que vuelven adictos a Internet a los niños; vías que pueden llevar a que las personas sean secuestradas y ultrajadas por criminales; o escenarios caracterizados por la falta de privacidad.

 

 

La poesía y la filosofía también han encontrado su espacio dentro del cumulo de mensajes que se comparten en las redes sociales.

En lo que respecta a sus contenidos, también abundan los que argumentan que son canales que facilitan la circulación de noticias sin ningún interés; la difusión del correo basura; la autopromoción de los intereses de gente peligrosa o sin importancia; la difusión de palabras sin sentido y del lenguaje grosero; así como el desarrollo de conversaciones banales, en las que abundan los mensajes estúpidos (slideshare).

 

Para ilustrar, de manera adecuada, el anterior punto traigamos a colación extractos de un artículo publicado en Semana.com por Silvia Parra, intitulado «Mis razones para darle un “dislike” rotundo a Facebook». En su nota Parra se lamenta –en todos los tonos– porque Facebook se ha «inundado de filósofos apadrinados por frasescelebres.com», y porque en él pulula «un gran número de adolescentes compartiendo su drama del día a día», así como las «personas desnudando su intimidad abiertamente», los «inescrupulosos que pasan el día compartiendo chistes verdes y videos con contenido vulgar», amén «de las interminables burlas a políticos, religiosos o cualquier persona con ideas diferentes». Según la articulista, «todo esto ha permitido que paulatinamente una de las compañías más grandes del mundo pierda su popularidad entre jóvenes y adultos». 

El rechazo frontal a la clase política y la burla frente a las figuras más importantes de la dirigencia nacional de los últimos 20 años, es un asunto que agita las redes sociales minuto a minuto en Colombia.

 

Lo paradójico de todo esto es que Parra: un producto de la virtualidad y de las redes sociales, se despache de modo acerbo contra un medio en el que se cultiva su celebridad. Gracias a Facebook hemos podido rastrear, sin dificultad, un arsenal de comentarios en los que se dice mucho de su belleza, entre ellos un titular del diario El Tiempo que la publicita como «la cara linda de ’CM&’», y poco de su originalidad intelectual. Si escribimos su nombre en Google este buscador nos indica en 36 segundo que hay 3 850 000 referencias, que nos remiten al concepto Silvia Parra. Vaya paradoja: un alto porcentaje de esas referencias nos conducen a los comentarios de los seguidores de su cuenta de Facebook.

 

La posición asumida por Parra manifiesta para Diana Espitia, una de mis amigas virtuales, una gran incoherencia intelectual. En opinión de Espitia, «uno no puede ser una vedet de la red, vivir de ellas y en ellas y salir a decir que éstas solo sirve ‘‘para aprovechar la interacción de los usuarios y convertirla en dinero’’. Cuando yo leí su opinión –dice Espitia– la busqué por curiosidad y vi que está posando en todas las páginas. Por eso me parece un sinsentido lo que dice. Me parece que Parra odia a Facebook, porque allí la contradicen, y ama a Twitter, porque desde allí puede influir a los demás sin hacer mucho esfuerzo conceptual.»

 

Los mensajes optimistas, que buscan ayudarnos a tomar la vida por el lado amable son pan de cada día.

 

Entre párrafo y párrafo, el artículo de Parra echa de menos una suerte de paraíso perdido, representado en el Facebook de antes, que «comenzó como una experiencia maravillosa de compartir en imágenes momentos especiales de nuestras vidas» y en donde uno podía entrar para sentir –la sana- « emoción de saber noticias sobre nuestros amigos de infancia o de quienes están en el otro lado del mundo». La posición de Parra me recuerda la percepción de una médica de Neiva y un abogado de Pitalito, con quienes terminé enfrascado en un debate virtual a raíz de su percepción –a mis ojos peyorativa – del sector obrero y de la celebración del primero de mayo. La celebración de esta fecha, según ellos, «no es más que un festejo organizado por Mamertos, que buscan la manera adecuada de pasar el tiempo sin hacer nada».

 

En palabras de la médica, «las redes sociales son un lugar donde uno entra a divertirse, riéndose de las loberías de los otros, y a ponerse al día sobre la vida de los amigos». Esa posición recoge a la vez lo que Parra odia: asumir una actitud burlona sobre lo que no nos gusta de los otros, y lo que ama de Facebook, en tal que espacio a donde uno recurre para « saber noticias sobre nuestros amigos de infancia o de quienes están en el otro lado del mundo». Analizando la posición de Parra, el periodista y escritor Álvaro de Jesús Forero Salazar, coordinador de foros del grupo de Facebook Corrupción: súmate al no, sostuvo: «es cierto que Facebook es una red donde confluyen cuadrillas de chismositos, que les gusta el cotorreo y ventilar asuntos de costureros. Pero ese comportamiento sigue siendo un comportamiento dominante en muchos ámbitos de la vida, y por eso esta red social no escapa a la vulgaridad. Eso no quiere decir que Facebook sea vulgar, pues la vulgaridad es un comportamiento de las personas y no del lugar».


Un poster que Rechaza la privatización de las semillas en favor de las multinacionales del agro: un ejemplo del activismo social virtual

 

A pesar de todos los defectos que le atribuyen, Forero Salazar resalta que Facebook es la red social más adecuada para generar debates sobre temas de corte social. Según él, a diferencia de Twitter, donde se lanzan frases que tienen connotación de eslogan, en Facebook uno está obligado a argumentar lo que dice, a defender sus ideas frente a los ataques de sus contradictores y a construir acuerdos con ellos cuando hay puntos de convergencia. El punto de vista de Forero Salazar nos indica que en materia de construcción de opinión pública, Twitter es una suerte de pulpito virtual, que favorece la agitación de las masas desde la tribuna de manera unidireccional. Por su parte Facebook es una suerte de cabildo abierto, de asamblea popular, donde quien pone a rodar una idea tiene que desarrollarla y el debate que se genera favorece la construcción de ciudadanía.

 

Un punto de vista que resume bien la interacción que se genera en las dos redes sociales, la expresó DIDUNDI un comentarista del portal La Silla Vacía. Para él, en materia de redes sociales no hay que olvidar «que Facebook es a joven, como Twitter es a político.» Dicho de otro modo, en Facebook los conceptos son dinámicos, evolucionan y conducen a acuerdos colectivos, mientras que en Twitter los conceptos son fijos y buscan orientar a la opinión pública a partir de los intereses de quien lanza la frase. Esto le confiere al opinador el rol de orientador de la opinión pública y su opinión asume la condición de las máximas filosóficas, portadoras de verdades inmutables, pues el público pone a correr la frase y debate sobre ella, pero quien la lanza se sustrae del debate.

 

En síntesis, a Twitter concurren aquellos que quieren poner a discutir a los otros sin participar de la discusión, los que quieren abrir el debate alrededor de sus ideas, sin explicar los detalles que se esconden en el fondo de su pensamiento. A Fasebook, como lo resalta Forero Salazar, concurren aquellos que tienen la «denodada intención de compartir mensajes que ayuden a formar no solo conciencia ciudadana, sino a fortalecer la capacidad de opinar de los integrantes de un pueblo sometido», los que están interesados en fomentar –con su presencia– la  participación en el debate público, enseñándole a la gente, a través de la discusión, a ver lo que se esconde detrás de las cosas.


Facebook es entre todas la redes sociales la preferida de la gente. En esta red social, además de compartir fotos, la gente también se permite de compartir música con el fin de rememorar el pasado y vivificar el presente a través palabras y arpegios.

 

Sobre el punto que resalta la ausencia de intelectualidad y la abundancia de estulticia en Facebook vale traer aquí a colación la opinión de Silvia Atrio, del portal Sociedad y Tecnologia. En un foro virtual sobre el tema, Atrio escribió: « En toda reunión social, el tipo de conversación que se desarrolle dependerá del bagaje intelectual de sus integrantes y esto no escapa a las redes sociales virtuales. Depende del uso que se le dé a cada espacio para que éste se convierta en una fuente de gestión del conocimiento o simplemente sea un ir y venir de imágenes y frases sin sentido».

 

Los aspectos resaltados por Atrio también salen a relucir en un comentario de OLAFOBERRACO, un lector del artículo de Parra. Según él, « el problema no es la herramienta, sino quien la usa», pues llámense como quieran llamarse, en las redes social siempre van a estar presentes los mensajes cursis, morbosos, desentonados, subversivos y de otra índole. En ese orden de ideas –como le sugiere FILOSOFOSENSATO, otro lector de la misma autora   si a uno no le gustan los temas que allí se abordan «en vez de darle dislike», les debe dar simplemente «sign out» a las redes sociales «y no buscar temas idiotas» para ocupar su tiempo libre.


Los chistes, de todos los colores y calibres no se podían quedar en el tintero.

Respecto al universo de la política, la desconfianza contra las redes sociales campea tanto a la izquierda como a la derecha del espectro ideológico –y moral –. Los sectores conservadores y defensores de la moral tradicional se esfuerzan por presentarlas como una suerte de cueva de Rolando, en la que prevalecen los extorsionistas los violadores los pedófilos los comerciantes de drogas y los acosadores. Sobre los peligros que podría acarrear su frecuentación dicen toda suerte de cosa, barnizándolas a veces con lenguaje científico.

 

Siguiendo esa lógica, Karla Invent sostuvo, en una nota publicada en el portal Salud 180,  que «un sondeo nacional sobre actitudes relacionadas con el abuso de sustancias, efectuado en Estados Unidos», demostró que «los adolescentes que pasan conectados a las redes sociales incrementan el riesgo de que fumen, beban alcohol y consuman drogas». Según el argumento de Invent, los adolescentes que utilizan una red social al día corren el riesgo de ver «fotos de jóvenes "borrachos, inconscientes o consumiendo drogas en esas páginas"». Pero ¿acaso no se corre el mismo riesgo en las calles de muchas ciudades y en los patios de algunos colegios, que se les salieron de las manos a las directivas escolares?, es la pregunta que deberíamos hacernos frente a un argumento como el de Invent.

 

En el portal Actualidad Juvenil, se llama la atención sobre el peligro que se corre en las redes sociales  de «socializar con gente desconocida». Según este portal, al mostrarnos muy abiertos en estos lugares estamos « posibilitando a que personas desconocidas puedan intentar acercarse con malas intenciones». Particularmente se llama la atención sobre los riesgos que pueden correr las mujeres que usan las redes. Sobre los peligros para las mujeres se afirma allí que «el acoso» a la mujer; «especial si la mujer está publicando constantemente fotos o detalles de su vida», es «generalmente» uno de los riesgos que enfrentan las mujeres que usan «las redes sociales». Por su lado After 909 sostiene en Taringa –después de resaltar todas las posibilidades que nos ofrecen las redes sociales – que éstas son un medio que «algunos utilizan […] para extorsionar, robar, violar, promover la pedofilia, la drogadicción, adiciones o simplemente acosar de cualquier forma a alguien.»

 

Por su parte la izquierda militante –utilizando un tono más filosófico – se  esmera en presentarlas como «un instrumento del imperialismo». Para ellos –dentro de esa lógica– las redes sociales, particularmente Facebook, juegan en « lado equivocado de la “democracia”», porque a pesar de ser presentadas como un espacio  “joven” y “conectado” a la actividad  “revolucionaria”, no pasan de ser un «soporte de comunicación» y «un elemento clave de la propaganda del imperialismo» (vistoenlaweb).

 

Dentro de ese horizonte se sitúa la visión del intelectual cubano Alejandro Perdomo Aguilera, quien en un ensayo publicado en el portal Pensamiento latinoamericano alternativo sostiene que «no se debe olvidar que las Redes Sociales […] fueron creados por el Imperio para desestabilizar, intervenir, ocultar verdades, tergiversar hechos concretos, limitar la capacidad de análisis de la realidad, evadir las notorias y casi infantiles contradicciones y, sobre todo, procurar ir por recursos naturales, bajo cualquier argumento, a cualquier parte del mundo» (cecies).

 

Sostiene  Perdomo Aguilera que, si bien este mecanismo de comunicación de masas ha sido presentada como «la nueva arma de las revoluciones» y como un espacio que ofrece una oportunidad a los «movimientos contestatarios» para hacer valer los intereses de los pueblos, no se puede desconocer que «son también un efectivo mecanismo de dominación ideológica, y un poderoso instrumento del gobierno de los Estados Unidos para extraer información sobre los intereses, las vulnerabilidades y potencialidades existentes en Latinoamérica».

 

La irreverencia conceptual mezclada a la imagen: la estrategia de comunicación en las redes sociales

 

La posición que presenta a las redes sociales como un «instrumento del imperialismo» ha tomado mayor vuelo, luego de que los diarios The Guardian y The Washington Post pusieran al descubierto la existencia de una serie de programas del gobierno estadounidense, cuyo propósito es el de interceptar las comunicaciones y el tráfico por Internet de millones de personas en todo el mundo. En medio de la polvareda desatada por el escándalo, no son pocos los que dan por hecho el advenimiento de la era del Gran Hermano, escenario ficticio que concibiera el escritor George Orwell en su novela 1984. Ese escenario se ha plantado abiertamente en los diarios y en las propias redes sociales, después de que Edward Snowden, un exfuncionario de la CIA, revelara un documento secreto de ese organismo. Las revelaciones de Snowden ponen en evidencia que el gobierno de los Estados Unidos consiguió un mandato judicial, para escuchar las llamadas de algunos de los clientes de Verizon, unos de los mayores proveedores de comunicación de ese país, y para revisar el tráfico virtual de la gente en ciertas empresas de tecnología, entre las que se cuentan Apple, Google y Facebook (bbc).

 

Sobre el asunto Luis Javier Mejía escribió en el portal guatemalteco Plaza Publica: « Estados Unidos no es una democracia ejemplar: el Estado paga a más de un millón de informantes para que espíen a sus conciudadanos —y al resto del mundo— mediante las tecnologías más sofisticadas.» Con una pregunta, que nos permite evocar la célebre operación de espionaje conocida como Las chuzadas, que pusiera en marcha el gobierno de Álvaro Uribe Vélez en Colombia contra la Corte Suprema de Justicia, los periodistas que no le eran favorables y la oposición, Mejía se interroga si esto es acaso ¿Otra “seguridad democrática”, pero a gran escala? Por su parte, los grupos de izquierda de todas partes, poniendo el grito en el cielo, no han dudado en considerar a los Estados Unidos como una «dictadura disfrazada», que viola el derecho a la intimidad de los ciudadanos de todo el mundo.

 

Sin embargo el interés de los académicos sobre las posibilidades ofrecidas por internet y otras tecnologías informáticas como herramienta de recopilación de información relacionada con asuntos inherentes a la seguridad de los Estados no es nuevo. El evento fue analizado de manera profusa por Alvin y Heidi Toffler en su libro Las guerras del futuro, publicado en 1995, cuando internet no era ni la sombra de lo que es hoy. Es apelando a la lógica evocada por los Tofflers en su libro, que algunos especialistas sobre la materia le han hecho frente al escándalo, diciendo que las operaciones de inteligencia de Estados Unidos se realizan hoy a partir de un costoso y sofisticado sistema de vigilancia, que minimiza los riesgos para los seres humanos y que en esta ocasión «no ha habido una invasión significativa de la privacidad individual».

 

Cabe recordar que el cine también ha denunciado, de manera lúdica, la intromisión de los organismos de seguridad del Estado en La vida de los otros. Así lo hizo el cineasta alemán Florian Henckel von Donnersmarck, en una película que denuncia el sofisticado sistema de vigilancia que puso en marcha la Alemania comunista sobre los intelectuales a través de su policía secreta (Stasi). La vigilancia de la vida cotidiana de los ciudadanos no fue menos intensa en el antiguo régimen soviético, que en la China de hoy, donde Google es regulado y las redes sociales controladas.


La toma de posición política, usando la sátira, y la vigilancia de lo público: un tema que está en el centro de la acción ciudadana en la redes sociales en Colombia.

Pero volvamos al examen ideológico, que desde la izquierda se hace de las redes sociales. En opinión de Perdomo Aguilera, «la rapidez con que fluyen las informaciones en la red, las atractivas formas en que se presentan los mensajes y la concatenación de los estados de opinión con una caracterización ideológica-cultural, socioeconómica y física que se hace de cada internauta, resulta una valiosa información para los entes que controlan los medios de información a nivel global, re-planteando a las redes sociales como un nuevo terreno de combate», que le permite a Estados Unidos «el fortalecimiento de su hegemonía» en la América Latina y el Caribe (cecies).

 

En fin, en nuestro modo de ver las cosas tanto los sectores de izquierda radical como los conservadores en materia moral tienen una visión aspaventosa de una tecnología, que les arrebató en el presente la posibilidad de modelar la opinión y la moral públicas. Sin desconocer que las redes sociales abrieron nuevas fronteras a la actividad criminal y que son un escenario útil para el espionaje de la vida privada de la gente, hay que resaltar también que los peligros que ellas representan no son diferentes a los que nos depara la vida real. Dentro de ese orden de ideas es conveniente señalar que, pesando en la balanza sus pros y sus contras, los beneficios que se pueden obtener de ellas sobrepasan los males que podrían causarnos. Sobre los riesgos que están asociados a estos medios, Gloria Sedano inventarió en un artículo publicado en el portal de Manuel Gross Bligoo «Los 7 peligros principales en Facebook y otras redes sociales» (ver cuadro).

 

Peligro

Caracterización

El acoso en línea

Conocido como cyberbullying, el acoso a través de Internet es un fenómeno que escandaliza a padres de familia, profesores y autoridades.

La Incitación al odio

Con la emergencia de las redes sociales los mensajes de odio, intolerancia y llamados a la violencia contra una persona o grupos de personas a causa de su raza o religión se multiplican y amplifican aprovechando su característica de viralidad.

Los Rechazos laborales

Las redes sociales permiten a las oficinas de recursos humanos de retrasar el pasado de sus futuros empleados y a hacerse una idea de ellos à partir de lo que allí hacen o dicen.

 El phishing

Se trata de una modalidad de fraude que se caracteriza porque el usuario es llevado al engaño haciéndole revelar todos los datos de acceso de su cuenta mediante la invitación a una página falsa idéntica a la de una red social.

Malware  y aplicaciones falsas

 Las redes sociales han sido aprovechas para campañas de spam y redireccionamiento a sitios de dudosa confiabilidad. A través de ellas se han difundido  aplicaciones que ofrecen fascinantes características que tientan a su instalación, cuando en realidad utilizan los permisos concedidos para mandar más spam o robar datos privados.

Problemas de privacidad

El auge de las redes sociales ha estimulado el debate sobre los límites de privacidad. Mucha gente teme el uso de esta información para la publicidad y el fácil acceso para las aplicaciones de terceros, el indexado en sitios web externos y los derechos de propiedad y reproducción.

Pérdida de productividad

Ha venido tomando fuerza la creencia de que un gran porcentaje de trabajadores no logran controlar el tiempo que pasan revisando sus redes sociales, llegando incluso a interferir con otras actividades como el estudio y el trabajo. Esto ha llevado a muchos a apoyar su bloqueo en oficinas y centros de enseñanza, por considerar que distraen y bajan la productividad de empleados y estudiantes.

 

Las redes sociales también son un espacio donde las personas se manifiestan afecto abiertamente y se consuelan en los momentos dificiles.

Como lo anota Julie Giniès en su libro «Les métiers des technologies de l’information», cuya traducción al español podría ser: «Los oficios ligados a las tecnologías de la información», aunque la informática y el internet han desencadenado una serie de fantasmas, que asustan a mucha gente, estamos obligados a vivir con ellos. A pesar de las polémicas que se desencadenan diariamente sobre nuestra dependencia de estas herramientas, prescindir de ellas es cada vez más difícil, porque día tras día ellas nos ofrecen mayores posibilidades. Por eso en vez de quejarnos resulta mejor aumentar nuestro nivel de instrucción acerca de ellas, porque el nivel de interconexión informático entre los seres humanos va en aumentamos y oponerse a esa tendencia implica sumergirse en la exclusión.

 

Las campañas a favor de hábitos sanos de alimentación también han encontrado su espacio en la vida cotidiana de las redes sociales.

Lorenzo Morales, Wilson Choperena y Pablo Flores: tres cultores del alma caribe que partieron

Foto  tomada por Enoïn Humanez Blanquicet en el salón de arte africano de Smithsonian  museum 12/29/2011

 

El 2011 fue un año prodigo en eventos históricos de todo género. Los hubo en el campo político-social, como la Primavera árabe, una marejada de revueltas populares que puso punto final a dictaduras añejas y temidas, relajó el puño de monarcas intransigentes y aplastó una tiranía popular, que estaba a punto de convertirse en una nueva dinastía revolucionaria. Los hubo de corte militar: la muerte de Osama Bin-Laden, en las faldas del Himalaya, en Pakistán, y la caída de Alfonso Cano, en las laderas de los andes colombianos. Los hubo en el campo económico, como el agosto negro que vivió el mercado bursátil global y el amago de colapso financiero que sacudió a casi todas las naciones del mediterráneo europeo. Los hubo en el plano de las catástrofes naturales y tecnológico-industriales, como el sismo de 8,9 grados en la escala abierta de Richter, que sacudió una parte del archipiélago japonés el 11 de marzo. Dicho sismo desató un tsunami, que arrasó las costas de algunas islas japonesas y causó graves daños en una central nuclear, que dieron origen a la segunda catástrofe de mayor importancia en el campo civil en la era atómica.   

 

En fin, en el 2011 se produjeron en las cuatro esquinas del mundo eventos cimeros, que los historiadores van a utilizar como mojones para delimitar el tiempo. No en vano Eric Hobsbawn, el historiador más importante del siglo XX, se ha atrevido a declarar a la BBC que el 2011 le ‘‘recuerda a 1848’’, el  "año de las revoluciones" en Europa’’ (semana). En el fondo se podría decir que durante este año se acabó ese período que se llamó en la jerga de las ciencias sociales la Postguerra.

 

Como bien lo resalta –de nuevo la BBC- en el 2011 varios de los líderes mundiales que dominaron la escena política en los últimos 40 años dijeron adiós al poder (semana). En el mismo orden de cosas hay que anotar que a lo largo del año partieron al Seol varios de los últimos protagonistas de los eventos que marcaron el advenimiento de ese periodo tensionado que se conoció como la Guerra fría. En el momento en que comenzaba la redacción de esta crónica la radio anunciaba la muerte de Kim Jong-il, jefe de gobierno de Corea del Norte “que –según fuentes coreanas- falleció el sábado 17 a las 8.30 de la mañana mientras viajaba para realizar sus funciones de liderazgo". Al tiempo que la televisión nos mostraba las imágenes de la congoja colectiva padecida por los norcoreanos por causa de la muerte de su querido líder, los portales de Internet nos informaban de la muerte del dramaturgo Václav Havel. Havel entró a la historia por ser uno de los opositores más lúcidos del régimen comunista en Checoslovaquia y uno de los conductores de la Revolución de Terciopelo, que puso fin a la era comunista en dicho país. De las figuras mayores que protagonizaron la Guerra Fría sólo quedan en vida Fidel Castro,  Mijael Gorbachov, el sindicalista polaco Lech Wałęsa y George Bush padre.

 

Respecto a Colombia, si acogemos la tesis de Hernando Gómez Buendía, a lo largo y ancho del país no sucedió nada que valga la pena de destacarse. Según éste prestigioso analista, en Colombia ‘‘Toda noticia es vieja’’ porque  “en este país, donde los periodistas dicen que pasan tantas cosas, en realidad no pasa casi nada […]. Los nombres propios cambian (y a veces ni siquiera), pero no cambian la masacre o el desfalco o el debate o el invierno o los congresistas o las declaraciones oficiales que se mantienen frescas porque las causas de todas esas cosas se mantienen’’ (elmalpensante).


El final de una era en el folclor del Caribe Colombiano

 


Instrumentos básicos en la interpretación de la cumbia tradicional

 

En cuanto al caribe colombiano, allí, aparte del séptimo título obtenido en la historia del futbol nacional por el Junior de Barraquilla, la elección del primer costeño como alcalde de Bogotá y la derrota de las huestes de la Gata en Magangué por un curtido rutero de la izquierda, no se produjeron eventos categóricos en el plano político, económico o social. Sin exagerar y tomando prestado el verso de una celebrada balada de Julio Iglesias uno podría sugerir que en general, allí, en esos planos, ‘‘al final/ la vida sigue igual’’. Pero si las cosas no se mueven en los escenarios antes mencionados, en la parte cultural –a pesar de la ausencia de una política sólida que le permita a la cultura tomar vuelo definitivo y convertirse en un renglón generador de riqueza- la región sigue siendo una cantera en plena producción.

 

En el campo folclórico los eventos más importantes –a mi modo de ver- son de carácter luctuoso, ya que están relacionados con la muerte de cuatro importantes cultores del alma caribe: Ester Forero, Álvaro José Arroyo, Lorenzo Morales, Wilson Choperena y Pablo Florez. En el caso de Forero, Morales, Choperena y Flores hay que tener en cuenta que estamos hablando de figuras que fundaron la tradición folclórica moderna de la Costa Atlántica colombiana. Su muerte marca el final de una era fecunda en la historia del folclor costeño, que le aportó a la historia musical nacional, como lo señaló un reportaje que buscaba explicarle a los cachacos de los años 50 ‘‘en que consistía la música costeña’’, una verdadera ‘‘galería de notables’’ (semana).

 

Los cuatro se cuentan entre los miembros más destacados de un grupo de músicos, compositores y cantores que sacaron la música del caribe colombiano de su entorno parroquial y la universalizaron. De la mano de ese grupo de pioneros, entre los que sobresalieron El Negro Meyer, Guillermo Buitrago, Pedro Laza y sus Pelayeros, José María Peñaranda, Crescencio Salcedo, Los Gaiteros de San Jacinto, Pacho Rada, Alejo Duran, Lucho Bermúdez, Pacho Galán, el Sexteto Tabalá, entre otros, el folclor del caribe colombiano se nacionalizó y se comercializó. En las manos de este grupo de músicos los diferentes aires musicales que componen el folclor costeño se fusionaron, dando origen a varios géneros de música bailable, que han rebasado los linderos geográficos de la cultura costeña, para convertirse –en general- en uno de los mascarones de proa de la identidad cultural de la nación colombiana.

 

Como lo resaltó en 1949 el reportaje de la revista Semana, ese ‘‘barullo de nombres’’ –pertenecientes a gente sin prosapia y en su mayoría sin formación musical metódica- comenzó por diferentes caminos y medios a trepar las cuestas de los Andes, a recorrer las calles de sus ciudades y a hacer presencia en los salones de baile de sus clubes sociales. Los ritmos musicales interpretados por ellos, –sin prisa y sin pausa- se fueron apoderando de la escena rumbera de la época, arrebatándole la pareja a una serie de ritmos locales y extranjeros, que mandaban la parada en esos lugares. Con el tiempo esos individuos, venidos de pueblos perdidos en los confines del universo calentano del Caribe colombiano, se hicieron a un nombre y sus melodías se volvieron familiares entre los aficionados al baile y al goce pagano (semana).


 

Lucho Bermúdez uno de los músicos más importantes en la popularización del porro. Foto tomada del portal de la biblioteca Luis Ángel Arango   

 

La obra musical de los compositores de esta generación ha sido fundamental en la formación de la identidad nacional. Sin saber concretamente lo que estaban haciendo, ellos solos levantaron, con sus cantos y sus notas –y por su propia cuenta- una de las hileras más sólidas de los pilares que sostienen el espíritu absoluto –y entiéndase el concepto en la más pura concepción hegeliana- de la nación colombiana. Usando los términos de Nicola Abbagnano podríamos sostener que la obra musical de los autores de esta generación ha incidido profundamente en el perfilamiento de la realidad histórica nacional y ha contribuido a la formación de un mundo de valores sociales –positivos- que nos identifican como colombianos (filosofia).

 

De esto dan cuenta los comentarios de los lectores de los periódicos más importantes del país el día de la muerte de Wilson Choperena. En esa ocasión hubo opinadores como Eltochecito, un comentarista del diario El Tiempo, que sostuvo que "La Pollera Colorá" es el “himno nacional de la cumbia”. Otros más trascendentales, como SATIRICON, llegaron incluso a considerar que “¡La Pollera colorá es un himno de Colombia para el mundo!” o en su defecto, como lo sostiene PedroMachete, para quién esta melodía es ‘‘el segundo himno de Colombia”; una suerte de himno festivo, que cuando suena ya sea en Madrid España o en Madrid Cundinamarca “se arma la parranda”. Por su parte porladecencia, un  comentarista  de El Espectador, escribió: “oír la pollera colora, fuera de Colombia, hace hervir la sangre y el nacionalismo […] uno se imagina un gran país, que no existe. Esa música nuestra lo mejor de Colombia: su música costeña vieja, que no la actual”. De su lado MIGUEL. A sostuvo: “en este país, en todas las fiestas nunca falta esta canción, y las seguimos bailando”.

 

Lorenzo Morales: un acordeonero de grandes quilates que no tuvo derecho a la gloria

 


Lorenzo Morales: foto tomada del blog elaguijonmusical

La mayoría de melómanos de mi generación se enteró de la existencia de Lorenzo Morales gracias a los versos de la canción La Gota Fría de Emiliano Zuleta, en la versión realizada por Ismael Rudas y Daniel Celedón. Esa es en mi opinión la mejor versión que se ha hecho de esa canción en todo los tiempos (youtube.)  Aparte de la información suministrada por el verso que dice: “que cultura/ que cultura va tener un negro Chumeca/ como Lorenzo Morales”, durante mucho tiempo no supimos a ciencia cierta quien era ni que hacía Moralito. Simplemente imaginábamos que era un hombre necio; que desde su condición de músico de segunda monta se atrevió a desafiar al gallardo Viejo Mile –en sus mejores tiempos-. La respuesta a su osadía fue la andanada de improperios contenidos en los geniales versos de la canción que éste le dedicó, en la que de entrada le dice: ‘‘acuérdate Moralito de aquel día/ que tuviste en Hurumita y no quisiste hacer parada/ te fuiste de mañanita/ hay sería de la misma rabia’’.

 

Al contrario de otros acordeoneros contemporáneos suyos, como Abel Antonio Villa, Pacho Rada, Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Nafer Durán o Juancho Polo Valencia, Morales no nos dejó una obra musical registrada en acetato. En todo caso, si ésta existe, no ha sido muy difundida. Pero a pesar de que su obra no sea un producto de dominio público, como lo es la de otros autoras-ejecutores-cantores, como Abel Antonio Villa o Alejandro Durán, entendidos en vallenatos, como el responsable de la página de Internet Los Personajes del vallenato, son categóricos a la hora de sostener que Moralito fue compositor e interprete de “merengues, puyas, sones y paseos de los mas altos quilates rítmicos y melódicos”. En opinión de éste y otros folcloristas, “siempre que se quiera un modelo de cada aire vallenato hay que pensar en Amparito, como son; en Carmen Bracho, como merengue; y en El torito pinto como puya”. Para los especialistas éstas composiciones constituyen una “prueba incontrovertible de que Lorenzo Morales fue uno de los primeros [ejecutores que logró] dominar en el acordeón los cuatro aires vallenatos” (oocities.)

 

Son tan escasos los testimonios que quedaron para la posteridad de la maestría de Lorenzo Morales como ejecutante del acordeón, que resulta sorprendente que al escribir su nombre en Youtube, este buscador de audio-videos no nos ofrezca una sola melodía interpretada por él. Lo que hay de morales en la red –que es el mayor espacio de vulgarización cultural de nuestro tiempo- son unos cuantos toques que se hicieron en el marco de reportajes, que buscaban rememorar la célebre piqueria que sostuvo con Emiliano Zuleta. Sin embargo, las ejecuciones que otros han llevado a cabo de sus composiciones, como sucedes con el paseo El errante, el merengue Carmen Bracho y el  son Amparito, nos dan testimonio de que Lorenzo Morales fue uno de los intérpretes más talentosos del fuelle. Lamentablemente, las fuentes consultadas nos indican que morales partió al más allá sin dejarnos registrado en material fonográfico su legado musical (eltiempo)

 

Los precarios registros de audio que existen sobre la obra de Lorenzo Morales han determinado que en adelante tengamos que estudiarlo sólo a partir de las interpretaciones realizadas por otros acordeoneros. De otra parte, eso profundizará la imagen de perdedor que de él trazara Emiliano Zuleta. En efecto, la primera idea que de Morales se formaran las nuevas generaciones de melómanos y folclorólogos será la de un acordeonero secundario, que huyó de un duelo parrandero porque al escuchar a su contendor tocando “le cayó la gota fría” (micasaronera). Sin embargo, cuando uno se percata de la maestría de Lorenzo Morales como ejecutor del fuelle siente un poco de desconsuelo que las cosas pasen de ese modo. Morales, como bien lo resalta el analista Rodolfo Quintero Romero, era mas versátil que Emiliano tocando la tecla, pues “las personas que tuvieron la fortuna de escucharlos coinciden en que Morales fue mejor en el acordeón y Emiliano en los versos” (eltiempo).

 

Maria Victoria, la responsable del blog Mi casa ronera, autora de una de las mejores notas que se han escrito sobre Moralito, afirma sobre el célebre duelo de Hurumita “que ésta es la única piqueria vallenata donde el perdedor sale tan bien librado, que medio siglo después todavía se le recuerda con bullicio y sin afán alguno”. Por eso, como lo destaca Nistar Romero Acosta, resulta paradójico que nadie se haya interesado por demostrar –durante la larga vida de los protagonistas- que en ese lance ‘‘A Lorenzo Morales nunca le cayó La Gota Fría” (eltiempo). Lo anterior es ratificado –grosso modo- por Pedro Miguel, en su crónica sobre la muerte de Emiliano Zuleta, en la que sostiene que ‘‘Moralito también tenía lo suyo […] Pero quiso el destino que las réplicas de Lorenzo (La carta escritaBuscando a EmilianoChucho, marimonda y macoRumores...) a las puyas formuladas por Emiliano en La gota fría no brincaran a la fama, por lo que el primero ha quedado en el imaginario popular como el derrotado del encuentro’’ (jornada) .

 

La popularidad nacional que ha alcanzado La Gota Fría como obra musical allende del territorio vallenato comenzó en 1969. Ese año el canciller Alfonso López Michelsen utilizó sus versos en un debate en el congreso para contrarrestar los ataques que se le hacían en el parlamento al gobierno de Lleras Restrepo. Después de eso han venido una serie de grabaciones que nos han hecho olvidar las réplicas de Morales a los versos de Emiliano. Hoy, aunque la mayoría de la gente en el mundo hispano conoce de dicho duelo, nadie se ha interesado por llevar al acetato aquellos versos de Morales que dicen:

 

Le mandé a decir a Emiliano Zuleta

que para los carnavales me espere

El quiere tocar conmigo la tecla

 y así como yo le digo él no puede

En mi nota no hay quien mande

conmigo no hay quien se meta

Rutina tiene Morales

para Emiliano Zuleta

“Hablo claro delante de la gente

para que escuchen con buena atención

que si Emiliano me lleva en la nota

yo le regalo mi acordeón”

 

Además de la popularización de la canción emblema de Zuleta, hay también varios eventos que llevaron a que la historia terminara inmortalizando a Emiliano y relegando a un segundo plano a Morales. Uno de ellos es el éxito comercial alcanzado en el mercado musical por los descendientes del Viejo Mile, lo cual le permitió a éste de codearse con figuras importantes de la política y la cultura nacional en el ocaso de su vida. De otra parte Morales, aparte de no haber grabado discos, como si lo hizo Emiliano Zuleta Baquero, se refundió en una región rural en un momento en que todos los acordeoneros de la época se esforzaban por hacerse conocer en el medio urbano y por grabar lo mejor de su obra. Por eso su nombre y su gloria son una suerte de mito –o leyenda- que hace parte del patrimonio oral vallenato.

 

Wikipedia, esa enciclopedia en línea que se ha convertido en el primer documento de referencia sobre fenómenos sociales, personajes históricos y hechos científicos, sólo nos ofrece de él una reseña compuesta de 45 palabras, que tratan de resumir en 264  caracteres la vida de unos los mejores creadores e interpretes de música de acordeón en el país (wikipedia.) En oposición, su contendor en esa piqueria ha tenido derecho a reseñas biográficas en inglés, francés y español en el mismo medio. La reseña en español está compuesta por 424 palabras y 1996 caracteres (wikipedia).

 

Si anotamos Emiliano Zuleta Baquero en Google tenemos acceso, en 15 segundos, a por lo menos 50 páginas que nos ofrecen la posibilidad de consultar aproximadamente 300 documentos relacionados con esta categoría de búsqueda. Si escribimos Lorenzo Miguel Morales Herrera, obtenemos los mismos resultados. Pero aquí entra en escena una variable que vale la pena detallar. En aproximadamente el 60% de los títulos consultados, la categoría Lorenzo Morales Herrera es subalterna –conceptualmente hablando- de la categoría Emiliano Zuleta Baquero. Esto indica que el tema central de la nota es Emiliano Zuleta Baquero y no Lorenzo Miguel Morales Herrera.

 

De otra parte los ejercicios de arqueología sonora en Youtube nos conducen siempre a la obra musical en línea de otro Lorenzo Morales: el acordeonero Jose Lorenzo Morales, el conejo, un mexicano a quien sus seguidores consideran el El Mejor Acordeonista de Latinoamerica. La escasez de registros sonoros y los episodios que se narran en La Gota Fría y en el paseo “Buscando a Morales” de Escalona, hacen de Lorenzo Morales, tal como lo subraya María Victoria en su nota de Mi Casa Ronera, el último verdadero juglar de la música vallenata. Contrario a los demás intérpretes de ese género, que se han beneficiado a la hora de difundir su obra de los instrumentos modernos de promoción y conservación de productos culturales, Morales llevó durante largos años una vida de bohemia, por lo cual ‘‘no vivía en ninguna parte’’ y sólo se le ‘‘podía encontrar donde había fiestas’’, pues su principal propósito era entretener al público, tocando su instrumento musical, cantando y contando historias de la vida cotidiana, sin preocuparse mucho por la fama y la paga.

 

Cuando alguien le preguntó su opinión sobre la nueva generación de compositores, Moralito afirmó que sólo ‘‘quieren volverse ricos con ese arte’’, olvidando que ‘‘el folclor necesita humildad’’, que ‘‘no nació en la plaza’’, que ‘‘nació en el campo’’ y que en su seno ‘‘todo maestro’’ antes de serlo ‘‘fue principiante’’ (eltiempo).  En cuanto a El oligarca del ritmo; el histórico artículo de Semana dedicado a Lucho Bermúdez y a la música costeña en 1949, es curioso constatar que Moralito y el Viejo Mile no aparecen en la ‘‘galería de notables’’ músicos costeños mencionados por esta revista (semana).  

 

Wilson Choperena: un artífice de la universalización de la cumbia

 

Wuilson Choperena: foto tomada de El Espectador

 

Si nos atenemos a lo escrito por un anónimo redactor judicial del diario El Espectador, La pollera colora, de la que Choperena es coautor, ‘‘es la canción más colombiana de los colombianos’’ (elespectador). Resulta interesante de constatar que periodistas y comentaristas de periódicos coincidan sobre este punto. El hecho resulta revelador. Sobre todo si se tiene en cuenta que esta melodía no fue seleccionada por los oyentes de Radio RCN en su concurso de 1991 como la mejor canción colombiana de todos los tiempos. En esa ocasión la audiencia dio como ganador al bambuco El camino de la vida de Héctor Ochoa y ubicó en el segundo lugar al paseo vallenato La casa en el aire de Rafael Escalona. En 1999 se repitió de nuevo el mismo alineamiento, pues el mismo bambuco y el mismo vallenato fueron escogidos en otro concurso radial como las mejores canciones colombianas del siglo XX (vallenatocanada).

 

Pero los reconocimientos que no le confiere el público a nivel nacional, se los confiere la comunidad artística: músicos y danzarines particularmente, a nivel internacional. Un simple ejercicio de arqueología audiovisual en YouTube sirve para verificar que La pollera colorá es la canción colombiana más interpretada a nivel internacional en la historia de la cultura musical y la danza folclórica nacional. Un seguimiento a los videos cargados en YouTube nos permitió de identificar 23 videos, que muestran en acción a grupos de danzarines ocasionales y semiprofesionales de diferentes países de América latina y de latinoamericanos radicados en diferentes partes del mundo, que bailan al son de La pollera colorá.

 

Entre los videos retrasados se encuentra el de un grupo de ‘‘adultos mayores’’ –particularmente mujeres- de Collipulli, novena región de Chile, que danzan una versión que nos ofrece una visión femenina del episodio relatado en la canción, influenciada fuertemente por la música negra de Perú. Igualmente está el de un grupo de profesoras del colegio Santo Domingo de Guzmán de Quito, que danzan delante de sus estudiantes –vestidas de cumbiamberas- una versión fuertemente influenciada por los valses quiteños y la música de la población negra de la costa peruano-ecuatoriana.

 

Otro video muestra a un grupo de niñas peruanas, que danzan en una escuela francesa una versión exótica, mezcla de bossa-nova, vals limeño y música negra peruana. Hay videos que muestran a profesores chilenos de secundaria bailando una versión cercana a la salsa, interpretada por un grupo desconocido y a los estudiantes de noveno curso del colegio de Santa Luisa de Concepción (en Chile) danzando una versión parecida pero diferente. En fin, se encuentran videos de estudiantes que danzan al ritmo de La pollera colorá en Monroe High School, en el Estado de Washington, para celebrar el Martin Luther King day (día de la diversidad en Estados Unidos) e inmigrantes colombianos, que la danzan en las jornadas de francisacion delante de sus compañeros de todo el mundo en Quebec. Además, encontramos también las presentaciones de los grupos de danzas folclóricas, formados por inmigrantes colombianos en sus diferentes países de residencia.

 

Pareja bailando cumbia, imagen tomada del blog de José Zabala

 

De todos los videos analizados el más interesante –en mi opinión- es el de una pareja de padres de familia –originarios de un país no identificado de América Latina, que de ser colombianos son interioranos, que la bailaron en octubre de 2007, en un país igualmente desconocido- delante de la comunidad escolar donde estudia su hija. En agradecimiento al gesto de sus padres, la niña colgó el video en YouTube. Su presentación ha sido observada por 323 436 personas y recompensada por 15 páginas de comentarios de estudiantes, padres de familia y curiosos de todas las suertes, que los felicitan por haber tenido ese ‘‘bello gesto de apoyo a su hija’’ (youtube). Es importante de anotar que la mayoría de los grupos de danzarines, que han colgado el video de su baile de La pollera colorá en Internet, han danzado al son de la versión clásica de esta pieza musical: la interpretación de Choperena y Madera.

 

Los videos analizados nos muestran también que hay diferentes formas de bailar la cumbia. En las coreografías de los chilenos, los hombres bailan con el pañolón rojo amarrado al cinto y las dos manos atrás. Cuando las levantan, se esfuerzan por no insinuar nada con ellas a las mujeres. En Centro América y México la gente le da importancia a tomarse las manos con su pareja. De igual manera entre los colombianos también hay grandes diferencias en el baile de este género. Como bien lo señala el reportaje de Semana de 1949 sobre la música costeña, el "baile suelto […] fue criticado por grotesco en Bogotá’’, donde se le da importancia a tomar la pareja de las manos y el talle en la danza de cumbias y porros.

 

En cuanto a los grupos que han interpretado la célebre cumbia que nos ocupa, éstos se encuentran en casi todos los países del continente y el número es bastante considerable. Como se puede ver en el cuadro que sigue, la interpretación de La pollera colorá a partir de otros géneros musicales también es abundante. 

 

Análisis parcial del proceso de evolución de la canción La pollera colorá

Agrupacion

Pais

Género

Enlace

Carmen Rivero Y Su Conjunto

México

Danzon

youtube

Yuri

México

Fusión

youtube

La Internacional Luz Roja de San Marcos

México

Cumbia a la mexicana

youtube

El Nene Torres

México

Banda norteña

youtube

Fiko y su Tumbao

México

Tecnocumbia

youtube

Roberto y sus destellos

México

Tecnocumbia

youtube

Acapulco tropical

México

Tegno

youtube

Diamantes de la cumbia

México

Tecnocumbia

youtube

Estrellas Andinas

México

Fusion

youtube.

Lucho Bermúdez

Colombia

Porro-jazz

youtube

Banda Sinfónica U Antioquia

Colombia

Sinfonía

youtube

Banda Sinfonica de Pereira

Colombia

Sinfonía

youtube

Jaime Llano González

Colombia

Cumbia en organo

youtube

Corraleros de Majagual

Colombia

Cumbia Sabanera

youtube

La Sonora Carruseles

Colombia

Salsa-Cumbia

youtube

Cuarteto Imperial de Colombia

Colombia

Cumbia-estilisada

youtube

 Los numero uno de Colombia

Colombia

Salsa

youtube

Son de Giron

Colombia

Combia

youtube

Milena

Colombia

Fusión

youtube

Orquesta Discos Fuentes

Colombia

La pollera colora con violines

youtube

Charlie Sa

Colombia

Cumbi-jazz

youtube

Grupo mi tierra

Colombia

Cumbia en Acordeon

youtube

Nightlife

Texa USA

Texano

youtube.

Castillo Kids

Florid USA

Folclor Sur de USA

youtube

Mercy Silva

Florida USA

Fusion

youtube

Orquesta Solo Sabor

California USA

Salsa-Tecno

youtube

Los Ciegos del Barrio

New York USA

Fusión Cumbia –Pasillo-Salsa

youtube

Billo’s Caracas Boys

Venezuela

Indeterminado

youtube

Hugo Blanco

Venezuela

Arpa

youtube

Orquesta la serie

Ecuador

Salsa

youtube

Grupo Deseo

Ecuador

Tegno Cumbia

youtube

Aniceto Molina

Colombia-Meixo

Cumbia-Sonidera

youtube

Margarita La Diosa de la Cumbia

Colombia

Cumbia-Salsa

youtube

Amparito Jimenez

Colombia-Chile

Cumbia Andina

youtube

Tropical Panama

Panama

Organo sin género

youtube

Tropicana club

Perú

Cumbia-vals peruano y afro-Perú

youtube

Las Princesas de la Cumbia

El Salvador.

Musica tropical

youtube

Sonora Ponceña

Puerto Rico

Salsa

youtube

Los wawanco

Argentina

Cumbia Argentina

youtube

Banda Sabrosa

Ontario Canada

Salsa-Cumbia

youtube

 

La popularidad de dicha canción ha llevado a muchos comentaristas en YouTube a atribuirle un origen diferente al colombiano. Los comentarios de los despistados, que juran –la mano sobre la Biblia- que la canción es peruana, argentina o mexicana, exalta el espíritu de los nacionalistas extremos, que responden a dicha afirmación con insultos de grueso calibre. Esos comentarios atrabiliarios son matizados par las opiniones de comentaristas como ArgentMach0,  para quien ‘‘La pollera colorada ya es parte de la cultura de los pueblos que gustan de la buena música y la alegría colombiana’’. Ese punto de vista es complementado por comentaristas como alfvahua, que sostiene que ‘‘la pollera colora hace mucho tiempo que dejó de ser colombiana, porque es del mundo para el universo’’.

 

Indiscutiblemente la obra maestra de Choperena y Madera dividió en dos la historia de la cumbia. Antes de la creación de La pollera colorá la cumbia era una música de la “gentecita del montón, que se bailaba en establecimientos de mala muerte, en los parajes de tierra caliente”. Pero las cosas cambiaron para ella después de que Juan Madera Castro imaginara esa melodía. Desde ese día son pocos los colombianos que asumen una pose indiferente cuando escuchan ese repiquetear de tambores, seguidos de clarinetes que le abren camino a la garganta posesa de Wilson Choperena, que lanza el grito festivo que da inicio a una canción, cuyos versos podrían sonar a los odios de Jorge Luis Borges tan pueriles, como los versos de “la deplorable rumba El Manisero.”

 


Pareja bailando cumbia, imagen tomada del blog de José Zabala

 

Hoy cuando alguien menciona la palabra cumbia, usted no piensa en Colombia tierra querida, de Lucho Bermúdez, ni en Yo me llamo cumbia, de Mario Gareña. Tampoco en la Cumbia sampuesana de José Joaquín Bettín Martínez, ni en la Cumbia cienagüera de Andrés Paz Barros. Cuando se menciona la palabra cumbia, usted piensa inmediatamente en La pollera colorá. Es eso lo que ha llevado a algunos, como OldSchoolHx, a considerar que esta melodíaes el verdadero himno de Colombia” y a gritar: “Rafael Nuñez revuélcate en tu tumba”.

  

Pablo Florez: la voz cantante del porro cantado

 

Pablo Flores Camargo: foto tomada de El Universal de Cartagena

El porro fue –en los años 50- el primer ritmo costeña al que se le concedió permiso de entrar –tanto en la costa como en el interior- a los bailes de salón de la aristocrática élite colombiana. Cuando éste empezó a asomarse a los salones de baile, los poderosos del país preferían amenizar sus fiestas con ‘‘refinados pasillos, bambucos y torbellinos’. O en su defecto con ritmos extranjeros, como el tango, los corridos mexicanos, la rumba, el mambo y el bolero, los tres venidos de Cuba… Y cuando no, con ritmos de los Estados Unidos, como el fox, el swing, el blues y el Charleston, con los que había entrado en contacto a través del cine. Otros ritmos que mandaban la parada eran el vals, la polca, la mazurca y la bossa-nova. En medio de ese universo de refinamiento, el porro “era visto como un ritmo casi pecaminoso que incitaba a una desaforada alegría,” y por eso su baile “se limitaba al bajo pueblo” (semana).

 

En medio de ese universo de prejuicios y prevenciones aparecieron cinco orquestas: las orquestas de Pedro Lassa y sus Pelayeros, en Cartagena, de Lucho Bermúdez, en Bogotá, de Pacho Galán, en Barranquilla, y las orquestas venezolanas La Billo’s Caracas Boys y Los Melódicos. Estos grupos ayudaron al porro a abrirse camino en los salones frecuentados por la gente encopetada, lo cual le confirió los títulos de nobleza que le permitieron obtener el derecho a comprar casa alrededor de la plaza principal, al lado del bambuco, el pasillo y el torbellino; tres ritmos interioranos catalogados por aquella época como la fina flor de la música colombiana.

 

Según el redactor de la nota de Semana de 1949, el porro y sus parientes costeños se fueron imponiendo en la capital y las otras regiones del interior del país por varias razones: 1) la abundancia de buenos compositores en la costa y la falta de compositores activos en los géneros del interior 2) el fondo sensual que rodeaba su baile 3) su instrumentación dirigida al formato de las grandes orquestas y 4) su condición de música alegre, que podía bailarse sin seguir un protocolo formal.

 

Respecto a los compositores, entre los grandes compositores que emergieron en el universo del porro, en córdoba hay que destacar a Antolín Lenes y Pablo Flores: los tambores mayores de un grupo de músicos de Cienaga de Oro, que al lado de El Cabo Herrán, Francisco Zumaqué Nova y Noel Petro dieron a conocer la música cordobesa a nivel nacional e internacional y contribuyeron a su comercialización.

 

Algunos miembros del grupo de Ciénaga de oro: Antolin Lenes con el clarinete, y Pablo Flores con la guitarra. Foto tomada de Montería Web

 

Después de la desaparición de Antolín Lenes, el 27 de abril de 1976, la dinámica creativa que rodeaba al grupo de Cienaga de Oro disminuyó considerablemente y Pablo Flores, a pesar de su notoriedad como compositor e instrumentista, vivió un periodo de  altibajos. En la segunda mitad de los años 90 Flores volvió a ganar espacio en la escena pública gracias a la valorización de su música por sectores ligados al mundo universitario y a la promoción y difusión de la cultura sinuano-sabanera.

 

Según el investigador folclórico William Fortich, con Pablo Flórez el porro “adquirió una nueva dimensión”. Fortich considera que sin él y Joe Arroyo “la música del Caribe ya no será igual”. El cronista cultural Miguel Ángel Castilla Camargo lo consideró como “el principal referente […] de la cultura local” del Sinú y dijo de él que era “un poeta de pocas pretensiones materiales”. Por su parte Juan Manuel Roca y Alejandro Torres lo llamaron “cronista de unas tierras donde se cruzan lo imaginario y lo real”.

 

Como la mayoría de compositores de su época, Pablo Flores fue un músico versátil, que compuso canciones en una diversidad de ritmos, entre los que se cuenta el porro, el fandango, el tango, el valse, el pasillo, la ranchera y el bolero (wordpress).  Sus canciones insignias fueron La aventurera y Los sabores del porro. Ésta última le abrió las puertas, que lo condujeron a convertirse en los últimos años de su vida en la figura de mayor relieve en el género del porro cantado. Su desaparición se produce en un momento en que el porro –en todas sus manifestaciones- vive un periodo de reflujo, pues los creadores con talento y los intérpretes apasionados y de calidad parecen cada vez más escasos.

 

Colofón

 

Con la partida de Lorenzo Morales, Wilson Choperena y Pablito Flores, los tres aires mayores del caribe colombiano: el vallenato, la cumbia y el porro perdieron tres cultores, que fueron claves en su proceso de masificación y empderamiento social. Estos hombres –cuyo nivel educativo no podemos precisar con claridad- fueron, a pesar de poseer una educación que no rebasaba los límites de lo elemental, intérpretes genuinos del sentir del alma popular. Con sus canciones y sus notas contribuyeron a clarificar en el espíritu de la gran mayoría de los colombianos ese sentimiento indescriptible, que llamamos sentido de pertenencia u orgullo patrio.


Cayó el telón de la tercera edición del festival Latin-Arte

Ángela Sierra en la inauguración del festival LatinArte 2011


El festival de arte latino, que organiza anualmente en Montreal la fundación LatinArte, es hoy por hoy la actividad cultural latinoamericana mas importante de Québec. Este festival, que llegó este año a su tercera edición, ha venido ganando espacio en la escena cultural montrealense y creciendo en calidad año tras año. La excelente factura de los trabajos artísticos que se exponen y la seriedad que hasta ahora han mostrado sus organizadores, le ha venido granjeando el reconocimiento no sólo de la comunidad latinoamericana de Montreal, sino de los actores gubernamentales ligados a la gestión de la cultura en todo los niveles del Estado quebeco-canadiense. La diversidad de manifestaciones artísticas y el nutrido número de cultores latinoamericanos, que encuentran un lugar en la escena cultural de la ciudad durante el festival es admirable. Sobre todo si se tiene en cuenta que los latinoamericanos que viven en esta metrópolis canadiense constituyen –así lo reconocen varios estudios científicos- una comunidad dispersa y apática, que poco se interesa en los asuntos que conciernen su vida comunitaria y sus intereses colectivos.

 

Con LatinArte la cultura latinoamericana entra en escena

 

Hasta antes de la entrada en escena del festival de LatinArte, las manifestaciones culturales que históricamente habían proyectado la imagen de la latinoamericanidad en Montreal eran las celebraciones anuales de las fiestas patrias. En estos eventos se escuchan generalmente las interpretaciones de los aires nacionales, que hacen grupos musicales formados por músicos que vienen de los diversos países de América Latina. La fiesta, que casi siempre se inicia con la presentación de grupos de danzas folclóricas, se termina con un baile amenizado por una orquesta que toca viejas canciones de salsa y merengues de moda.

 

Los asistentes al convite aprovechan la oportunidad para deleitar su paladar con los sabores de la gastronomía de sus países y, mientras se echan sus tragos, gritan vivas al lejano país que los vio nacer. Cuando la noche empieza a caer –después de las ocho de la tarde-, todo el mundo comienza a recoger sus emociones y se va con sus amigos –si vino con ellos a la fiesta- abrigando la esperanza de volver el año siguiente a repetir el mismo ritual.

 

Mientras el rito de las fiestas nacionales regresa, los latinoamericanos se refugian en las fiestas organizadas por jóvenes, que se improvisan como disjokeys y empresarios del entretenimiento, y los basares organizados en los sótanos de las iglesias, para recoger fondos para las actividades de catequesis, dirigidas a la comunidad latinoamericana. De vez en cuando una agrupación de músicos latinoamericanos o un cantante reconocido, como Oscar de León, pasa por la ciudad y ofrece un espectáculo. A éste concurren los fiesteros auténticos y los que posen ingresos económicos aceptables, pues las boletas no bajan de 30 dólares y 30 dólares, multiplicados por dos, se convierten a veces en una cifra gruesa para el promedio de las familias latinoamericanas, que se dispersan en el territorio de la gran región de Montreal. 

 

En otros casos, los compradores de boletos se han quedado con los crespos hechos, porque al artista convocado las autoridades canadienses le han negado –a última hora- la visa de entrada al país. Así sucedió en septiembre de 2009 con Dimedes Días. El cantante de vallenatos había sido contratado para amenizar un baile el día del amor y la amistad, pero su presentación fue cancelada a última hora. Otra motivo que ha llevado a la gente a quedarse vestida y alborotada en las puertas de un concierto toca con el hecho de que los organizadores del evento no tramitaron a tiempo el permiso de alcohol y alimentos, ni contrataron el servicio de guardianes especializados. Así sucedió en mayo de este año con un baile, en el que se iba a presentar una charanga cubana, que venía acompañada por un trompetista que fue promocionado como la nueva revelación del afro-cuban-jazz.

 

En fin, a parte de la rumba, antes de la aparición de la Fundación LatinArte, los latinoamericanos de Montreal; particularmente los artistas latinoamericanos, no tenían otro escenario que les permitiera disfrutar de sus manifestaciones culturales, resaltando el trabajo aislado y solitario de los cultores latinoamericanos que viven en la ciudad. Ante la escasez de espacios que divulgaran la cultura latinoamericana en su versión más extensa, Anguela sierra; una mujer Quijote, apasionada por las artes, le apostó a la idea de crear un festival, que sacara a los artistas latinoamericanos, de todos los géneros, de sus casas y los expusiera en todos los escenarios posibles. Fue así como pintores, poetas, músicos, teatreros, fotógrafos, escultores y danzarines comenzaron a transitar con propiedad por escenarios, a los que en el pasado se habían acercado sólo por la orillita.


Isbel Alba y Ángela Sierra en el encuentro de Bloggers

 

El impacto que generó la primera versión del festival de LatinArte en la retina del público fue positivo. La calidad de las obras que se expusieron y de los eventos que se realizaron, llevaron a Jean-Christophe Laurence cronista de la actividad cultural, en el periódico La Presse, uno de los más influyentes de Québec, a titular: LatinArte: bien plus que la Salsa. Ese elogio, viniendo de un cronista acreditado en la materia, cobraba todo su precio en oro, pues históricamente a los latinoamericanos se les ha tenido como unos fiesteros incorregibles, que sólo se reúnen para bailar, comer y tomar. Antes de esa primera versión, la actividad cultural latinoamericana de carácter popular, en general, no iba más allá de espectáculos de baile de salsa y merengue, articulados alrededor de programas de radio en español, en los que se hacen sonar las bachatas más lacrimógenas del momento.

 

Una tercera edición dedicada a la releva y a la cultura urbana

 

La tercera edición del festival artístico de LatinArte fue dedicada a los cultores con edades comprendidas entre 18 y 35 años. Con esta iniciativa los organizadores del festival buscaban posicionar en el panorama cultural latinoamericano de Montreal y en la escena cultural de la ciudad a una nueva generación de cultores latinoamericanos, que comienzan a pedir su derecho de ciudad, como se decía en la Edad Media. Ese concepto permitió que graffiteros y músicos que se dedican a crear a partir de las manifestaciones musicales urbanas pasaran a la escena. En el campo del cine, los documentalistas participantes también dedicaron sus trabajos a valorizar el esfuerzo, que en diversas esquinas del continente realiza una pléyade silenciosa de hombres y mujeres, para alejar a los jóvenes de los barrios pobres de las drogas, el crimen y la marginalidad social.

 

Ese interés por los artistas jóvenes puso sobre el tapete la preocupación por el futuro de la juventud, particularmente de los jóvenes marginados de las grandes ciudades del continente. De la mano de dicha preocupación entró al festival el tema de la cultura del hip-hop. Y de verdad, ésta estuvo en el centro del festival, pues la tercera edición se serró con un concierto en el que subieron a tarima, bajo la etiqueta Heavy Sound, un nutrido grupo de músicos que fusionaron los tradicionales ritmos musicales latinoamericanos con los ritmos urbanos, que agitan el corazón de las barriadas populares de las ciudades de América del Norte, en los tiempos que corren. El montaje de la maroma estuvo a cargo de  Ronald Chele Lemus, un joven de origen salvadoreño, que busca con este tipo de  músicahacer algo que bailes, pero que al mismo tiempo te haga pensar”.  



Ronald Chele Lemus, Imagen tomada  NM.com

 

Los músicos latinoamericanos alternaron con una de las figuras más prominentes de la música urbana quebequense del momento: el rapero indígena Samian, quien incluye en sus presentaciones ritmos típicos de los grupos aborígenes norteamericanos. De acuerdo con Samian, el rap es un canal que le permite a los grupos marginados urbanos sacar el veneno de su corazón y abrirse un camino para salir del abismo. El cantante que tuvo una infancia difícil, salpicada por la drogadicción y el vagabundaje, sostiene que el rap es una forma de expresión que le ha permitido comunicarle al mundo su visión de la vida.

 

Sobre el concierto el portal de noticia N.M. (noticiasmontreal.com) sostuvo que “la expresión urbana llegó a su cumbre” con el show principal, que alternó de manera armoniosa el Hip-hop y el rap “con ritmos latinos y muchos metales”. En conclusión el portal consideró que el espectáculo puso en escena un concepto que “representa la cultura que se respira en la provincia de Quebec, caracterizada por su gran mezcla” cultural.

 

Una vitrina para las artes visuales en una casa barrial de la cultura

 

De todos los eventos organizados por LatinArte uno de los que congrega mayor número de público, sobre todo públicos de todos los orígenes culturales, es la exposición de pintura, que se realiza en el la sala de exposición de la Casa de la cultura del barrio Parc-Extension. En dicho barrio, que es uno de los más multiculturales de Montreal, el 93,2% de sus habitantes son de origen inmigrante. En el sector las lenguas más populares son el griego, el punjabi, el urdu, el bengalí, el tamul, el creol, el español y el italiano. Dentro de ese mosaico cultural y esa torre de babel lingüística, la exposición anual de pintura de LatinArte se ha vuelto ya un referente cultural importante. Pero en Montreal dicha exposición no ha llamado la atención sólo del público común y corriente. La calidad de los trabajos que se colgaron en la primera edición fue objeto de una reseña de Bernard Lévy, director de la revista Vie des Arts, publicación que es considerada una de las mejores, en su género, en el medio artístico francófono de América del Norte.

 

Este año los artistas que tuvieron la oportunidad de exponer sus trabajos abordaron temáticas tan diversas como las leyendas vudú en medio urbano, la memoria migratoria, el mestizaje cultural, los paisajes interiores y la memoria. Los artistas participantes de la exposición proceden de Haití, Colombia, México y Québec.

 

Otros eventos de interés

 

Otros eventos importantes fueron la noche de cine documental, la jornada de graffiti, el encuentro virtual de blogeros y el seminario de capacitación para artistas. En este evento los profesionales y consejeros de 6 organismos culturales de la municipalidad de Montreal (o el ayuntamiento dirían los españoles) le ofrecieron a todos los artistas que participaron del evento “una formación básica adaptada al contexto artístico” quebequense.  Hay que destacar también la noche bohemia; evento en el que 13 poetas leyeron 39 poemas. El evento tuvo tanta acogida, que el responsable del centro Montréal Arts Interculturels (MAI), en cuya sala de espectáculos se realizó la velada poética, estaba cerrando las puertas de su establecimiento y el último poeta leía delirante al público los últimos versos, del último poema de la noche.



Jóvenes graffiteros trabajando la escenografía del concierto


En promedio hubo 80 personas, que se deleitaron con una noche des gaitas, al estilo de los Gaiteros de San Jacinto, el "bello canto" y la poesía. Para gusto de todos los públicos, los poemas pasaban de la protesta contra el statu quo a la espiritualidad, de la exaltación de la revolución à la crítica demoledora de los iconos revolucionarios y poetas hubo que le cantaron a la impotencia masculina, que trae consigo el paso de los años, en festivos versos, envueltos en mensajes navideños.

 

El espíritu que atravesó la Noche bohemia de 2011 se resumen bien en los comentarios del público. Uno de los asistentes dijo a la salida: “que cruce más exótico el que hemos visto hoy sobre el escenario. De un lado Wilson Santoyo y sus gaiteros interpretando la Puya Loca y del otro, el tenor mexicano Genaro Roja cantando “O sole mio”… que cosa más loca señor”. Por su parte una mujer, que consignó sus impresiones en el Web de LatinArte, dejó constancia que ésta fue “la mejor noche bohemia a la que he asistido desde que vivo en Montreal y que conste: he asistido a muchas”.

 

La novedad de este año: un encuentro de académicos

 

La novedad del festival este año fue el encuentro de investigadores que se ocupan de temas latinoamericanos o que realizan investigaciones sobre los latinoamericanos en Québec. En el marco del festival, en colaboración con el Observatorio de las Américas y la Universidad de Québec en Montreal, 10 investigadores de diferentes disciplinas de las ciencias sociales expusieron el resultado de sus trabajos o hablaron sobre sus proyectos investigativos en el marco del coloquio Una Mirada a América Latina.

 

Investigadores responden preguntas del público

 

El evento, que se realizó en uno de los auditorios de La Biblioteca Nacional de Québec, sirvió para poner en contacto a los investigadores con intelectuales de la comunidad latinoamericana de Montreal, que no concurren a las universidades y con gente que trabaja en el sector comunitario con población latinoamericana, que pocas veces tiene la oportunidad de conocer de primera mano las investigaciones, que se llevan a cabo sobre los latinoamericanos de Québec. Uno de los dos paneles del coloquio fue dirigido por el reconocido historiador chileno José del Pozo, quien fue además uno de los expertos invitados al evento.

 

En opinión de una de las investigadoras que participaron del evento, la condición interdisciplinaria que tuvo el mismo le permitió no sólo conocer los investigadores, que se ocupan de temas latinoamericanos en las diferentes universidades de Montreal, sino realizar una mirada transversal de la realidad de la región a partir de otras disciplinas.

 

El Balance final

 

Cayó el telón de la edición LatinArte 2011 y a pesar de las dificultades económicas que tuvo que sortear el grupo de organizadores, las personas que se implicaron en el evento consideran que todo salió bien, pues la programación dejo a los artistas y al público contentos.

 

Para Ángela Sierra, directora de la fundación LatinArte “el balance es muy positivo”, pues hoy LatinArte pisa firme en el panorama cultural de la ciudad”. Según ella, la acogida del festival en el medio artístico ha crecido, pues “este año se logró hacer la difusión de 40 artistas y muchos de ellos hacen parte de la nueva generación”. También recalcó que “con la apertura de las puertas del festival 2011 a los jóvenes, el festival celebró a su manera el año Internacional de la Juventud”. En conclusión, “la experiencia de trabajar con jóvenes según Sierra- fue muy grata, ya que son muy generosos con el publico en sus prestaciones y shows”. La directora de LatinArte considera que su aproximación a los artistas jóvenes le permitió de “constatar que no solo hay talento sino que también hay gente muy disciplinada, que ha venido convirtiéndose poco a poco en artistas emergentes de nuestra comunidad en Montreal”.


Jóvenes en concierto, Imagen tomada  NM.com

 

En general los medios, el público y los artistas coincidieron en una cosa: “el Festival LatinArte” es “un puente cultural para la integración”, porque “vienen a poner no uno, sino muchos granos de arena en la labor que desarrollan los latinos en (Montreal), en donde el arte y la cultura tienen un protagonismo especial” y lo que necesitamos los latinoamericanos que vivimos en esta ciudad es “algo que nos integre”.

 

Afiche promocional del festival LatinArte 2011 

Estercita Forero: un icono de la cultura musical popular del Caribe que se fue

Estercita Forero: un icono de la cultura musical popular del Caribe que se fue

Foto tomada del blog del ELAGUIJONMUSICAL 

La muerte de Ester Forero Celis me trajo a la memoria una frase, que uno de los tantos profesores que me han formado en el oficio de historiador dijo un día en clase. Con el tono sentencioso, –dramático si se quiere- que usan los que comunican a su audiencia un concepto que creen trascendental, el hombre afirmó: “señores, un siglo no se acaba cuando el reloj marca las 12 de la noche del último año que lo compone. Un siglo se acaba cuando el último de los individuos que lo ha protagonizado lanza su último suspiro. Así las cosas, un siglo no se termina al mismo tiempo, para ningún tema, en todas partes”.

 

Si acogemos esa teoría hay que decir que el viernes tres de mayo, a las 6:15 de la tarde, se cerró para la cultura musical costeña la página que escribió la primera generación de compositores del siglo XX. A esa hora, en la clínica La Asunción de Barranquilla, falleció Estercita Forero, una de las mentes que más contribuyó al forjamiento de la cultura popular caribeña de Colombia, un país Caribe que siempre ha vivido de espaldas al Caribe.

 

 Ester Forero es uno de los últimos iconos de una generación de compositores y cantores, que construyeron el basamento del folclor costeño moderno, que nos abandona. Ella, al lado Rufo Garrido, Pedro Laza, El Negro Meyer, El Mono Guillermo Buitrago, Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Juancho Polo Valencia, José Benito Barros, Pacho Rada, Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, Antolín Lenez, Rafael Escalona, Emiliano Zuleta, Los Gaiteros de San Jacinto, Andrés Landero, Carlos Huertas Gómez, El Cabo Herrán, Tobías Enrique Pumarejo, Colacho Mendoza y Alejandro Duran, forjaron la cultura musical costeña a pulso y contra viento y marea.

 

Esa primera generación de cultores de la música colombo-caribeña surgió en una época en la que la mayoría de las manifestaciones culturales del caribe colombiano, sobre todo las que tenían que ver con la música y la danza, eran tenidas por los entendidos en cultura nacional –tanto en el interior, como en la costa misma-, como representaciones culturales de naturaleza inferior, que ponían en escena el sentimiento de calentanos incultos y folclóricos, amantes del exceso y la vida bullanguera.

 

Sobre esa manera de ver el folclor de la costa atlántica colombiana vale que traiga a colación la opinión de un programador de la Radiodifusora Nacional de Colombia, que en el año 2000 realizaba, los domingos en la mañana, un programa de “Música Colombiana”, que era en realidad música de la Región Andina. En su programa el hombre lanzó una vez una frase que todavía martilla mi memoria. Después de disertar largamente sobre la finura poética del bambuco y de otros aires interioranos, concluyó diciendo que “la cumbia, el porro y el vallenato, que tanto suenan en la radio comercial, son en realidad aires de baja calidad musical, de pobre catadura poética, carentes de sentimentalidad y de espiritualidad, que no se cansan de hacer gala de la voluptuosidad y convocar a la lujuria, cosa que no pasa con manifestaciones musicales como el bambuco y la guabina, que siempre evocan el pudor y el recato”.

 

Según ese programador los ritmos de la costa norte de Colombia no representaban las manifestaciones más autenticas de la música colombiana, “porque su base rítmica es mayoritariamente africana y porque su mezcla permanente con la música de las islas del caribe, les resta linaje para poder ser catalogados como ritmos colombianos autóctonos.”

 

Esa visión de las cosas es, grosso modo, la misma filosofía del grupo de .Facebook Luchemos unidos contra el vallenato”, cuyo manifiesto dice: “Como ciudadanos Colombianos que vivimos y nacimos en los departamentos que componen la región andina colombiana debemos reaccionar ante esta delicada situación, y ya que estamos cansados de tanto abuso de mal gusto y falta de respeto, debemos alzar (ó seguir alzando) nuestra voz de protesta”.

 

En los tres primeros puntos de la “plataforma de lucha” del grupo, que contiene 11 puntos, se nos invita a organizarnos para evitar que se afinque el vallenato en otros países”, para que no se generen alli “los mismos fenómenos de represión que hasta ahora han generado (los vallenatos) en los 13 departamentos que conforman a la región andina colombiana”; a no comprar “CD"s de ritmos vallenatos pues con ellos” se financia a “las hordas vandálicas que constantemente mantienen sumergidas en una profunda represión a mas de 32 millones de colombianos que habitamos los andes colombianos” y a consumir y “difundir por todos los medios [...] la música típica de los andes colombianos(Bambuco, Sanjuanero, Torbellino, Rajaleña, Guabina, Pasillo, Rumba, Criolla, Shirú, Ritmo de Caña, Ritmo de Danza, Son Sureño)”.

 

De la resistencia, que han mostrado los actores –particularmente andinos- estructuradores y legitimadores del imaginario cultural nacional frente a las manifestaciones folclóricas costeñas, da buen testimonio una respuesta de Eduardo Santa, miembro de número de la Academia de la Lengua, a periodistas de El Tiempo. Cuando los periodistas le preguntaron como le había parecido el espectáculo de vallenatos, que amenizo la posesión de Juan Gossaín y Daniel Samper como miembros correspondientes de la Academia Colombiana de la Lengua, Santa respondió: “Un espectáculo interesante. Al fin y al cabo, el vallenato hace parte del folclor colombiano”.

 

La opinión de Santa me recuerda un comentario que le he oído a varios amigos y que he leído también en Internet, pero del que no puedo dar fe que sea cierto. Mis amigos sostienen –y en Internet Farto1 afirma- que Antonio Caballero dijo que Álvaro Gómez afirmó alguna vez, que él “no iba al carnaval de Barranquilla porque era para calentanos y no escuchaba Vallenatos porque era la música de la "masa ignara".

 

Los elementos que hemos traído a colación nos muestran que las reacciones fuertes frente al posicionamiento de la cultura caribe en los escenarios andinos; particularmente capitalinos, proviene tanto de los altos heliotropos de la cultura y la política –particularmente de tendencia conservadora-, como también de los sectores de a pie. Quienes así piensan no digieren aún la naturaleza diversa de Colombia en el plano cultural. Muchas de esas personas asumen que ser culto es consumir, ante todo, los productos culturales foráneos, que llegan de países con mayor desarrollo económico que Colombia.

 

Eso se evidencia en las reacciones de los foristas de los periódicos capitalinos ante notas como las de Jorge Nain Ruiz, qué escribió para El Tiempo la nota “Bogotá se vallenatizó”, a la cual reaccionaron algunos lectores como Yolita Roja, que le dice: “señor no se equivoque”. “Si conociera realmente (Bogotá) se daría cuenta que somos mas ROQUEROS Y SALSOMANOS, sobre todo Rock”. La opinión de Yolita es retomada por otro comentarista, apodado Davemetal, para quien “si bien a la gente (de Bogotá) le gusta el Vallenato”, Nain Ruiz “está equivocado al decir algo totalmente erróneo”, pues “por una minoría aficionada no puede mentir de esta manera” y afirmar que “Bogotá se vallenatizó”.

 

Los reductos de resistencia que aun persisten no atacan sólo al vallenato, que también genera reacciones desencajadas y opiniones despectivas entre ciertos sectores costeños, de entre los que quiero destacar al poeta y bloguero Juan Carlos Ensuncho-Bárcena, por que tiene en Internet un frente Contra el vallenato”. Estos reductos de resistencia abarcan  todas las manifestaciones culturales colombo-caribeñas. Cada vez que se enferma o se muere una gloria del folclor costeño y el hecho es tratado en los medios capitalinos, los comentarios desdeñosos contra lo colombo-caribeño salen al flote y se cuentan por cantidades industriales.

 

Por ejemplo, cuando se enfermó Juan ’Chuchita’ Fernández, los comentarios despectivos contra todo lo costeño, en las noticias publicadas por El Tiempo, fueron elocuentes. Varios ejemplos, para ilustrar el punto. Colombia1951, aunque el tema era cultural y no tenía nada que ver con política, exclamó: ¡y que viva la corrupción en la costa! Colombianaorina, no se cansó de inundar el foro con una pregunta de tono incivil. En todas las notas relacionadas con el enfermo, integrante de los célebres gaiteros de San Jacinto, el susodicho forista siempre escribió: Repito mi pregunta de ayer: ¿quién es ese viejito tan feo y sin dientes?”.

 

Para cerrar el caso Chuchita Fernández, el comentario de Vascopaisa, quien también escribió en El Tiempo un comentario que es la verdadera tapa de la olla: “Que se muera este negro costeño, ni uno mas, fuera negros de Colombia”. Su comentario no escandaliza por xenófobo y racista, pues ese tipo de comentarios no son nuevos con respecto a los costeños. Ese comentario escandaliza por una evidente falta de compasión, que deja al descubierto el veneno que intoxica su personalidad enferma y que ha condenado su alma al raquitismo espiritual.

 

Comentarios del mismo estilo de los que abundaron en las notas sobre la enfermedad de Chuchita Fernández, también se volvieron a reproducir en los portales de los diarios bogotanos con ocasión de la muerte de Ester Forero. Allí comentaristas como bashan y julianoapostata repitieron hasta el cansancio sus comentarios desencajados contra lo colombo-caribeño, encarnado esta vez por la cantautora Barranquillera.

 

Considero que el espíritu anticosteño de algunos interioranos, -lo mismo que el espíritu anticachaco que agita el corazón de algunos costeños-, es el resultado de una educación, que no nos ha permitido identificar los verdaderos valores que representan la colombianidad, pero eso es parte de otra discusión.   

 

La percepción “de inferioridad” que tiene de la cultura musical costeña un amplio sector del interior del país, en el que sobresale un grueso numero de gestores culturales: particularmente aquellos que se encargan de preparar los álbumes de música colombiana, es la que nos puede explicar porque los cultores de los aires andinos están sobre-representados en todas las antologías de música colombiana, que han salido al mercado desde que la industria musical se implantó en el país.

 

En lo que respecta a la obra musical de Estercita Forero, ésta, al igual que la de casi todos los cultores que mencionamos atrás, no aparece en las antologías que por años han circulado en el mercado. Durante años la única pieza musical costeña, que se incluyó en dichas antologías, fue el porro “Colombia tierra querida”, que no es la mejor creación musical de Lucho Bermúdez. Las cosas han cambiado un poco, sobre todo después de la serie de televisión “Escalona” y de la entrada en la escena musical nacional de Carlos Vives. A partir de ese momento, una que otra canción de Rafael Escalona, que nos es “el mejor compositor de cantos vallenatos de todos los tiempos”, como lo sostuvo Joaquín Mattos Omar, en una crónica publicada en El Tiempo, ha entrado a formar parte de dicho repertorio.

 

Una aproximación a Ester Forero desde la letra de sus canciones.

 

Conocí musicalmente a Estercita forero gracias a la agrupación musical dominicana Los Vecinos, que sacaron al mercado en 1985 un álbum, en el que estaba registrada una maravillosa canción, que inicia con ese verso magistral que dice:

 

Faroles de luceros girando entre la noche

la brisa es un derroche de sones cumbiamberos

Locura de colores las calles de Curramba

tambores de parranda ahí viene la guacherna

Ahí viene la guacherna tremenda pa’gozar

Ahí viene la guacherna me envuelve en su compás  

 

La Guacherna, interpretada por Los Vecinos: .youtube.com

 

Me acuerdo que una vez un poeta, con el me que cruzaba en algunos recitales de poesía bogotanos, me pidió que le recitara siquiera un verso de un poema universal. Como nunca he memorizado nada que no considere útil, para no decirle que no recordaba ningún verso de un poeta celebrado por sus versos, le solté ese verso. Carente del sentido del humor, mi contertulio me dijo: “El merengue es una bazofia que nunca tendrá poesía amigo mío”. Riéndome le dije: “al contrario de lo que tú  piensas creo que las canciones de Estercita Forero son poesía pura, porque uno baila con ellas”.

 

Al comienzo pensaba que la guacherna era una canción de Milly Quezada o Jocelyn Arias, las líderes del grupo Los Vecinos. Después, en el inolvidable programa Donde nacen las canciones de Jimmy Salcedo, vi por primera vez a Estercita y descubrí que era la autora de la Guacherna y de otra canción, que Los Vecinos habían puesto de moda. Las imagines contenidas en ese merengue me tomaban por asalto cada vez que se les daba la gana y por eso a cada momento me encontraba repitiendo:

 

Volvió Juanita y dijo que no volvía

Volvió con una maleta cargada de lejanías

Volvió Juanita con su pollera pintada

De pájaros y colores, de amores y de canciones

Que bonita se ve llegando del aeropuerto

Regresando otra vez a su gente y a su pueblo

Ay, Juani-Manuela tu linda piel de canela

Cuando bailabas la rumba en noches de luna llena

Y tu cuerpo de palmeras, sabor de coco y panela

Alegría y aguardiente resbalaban por las caderas

 

Volvió Juanita y esta bailando la brisa

La plaza y las campanas, las flores y las sonrisas

Y los recuerdos, calor de la vieja casa

La tasita de café, el agua de la tinaja

Volvió Juanita interpretación de Los Vecinos: youtube.com

 

Cuando escuché a Estercita explicándole a Jimmy las razones por las que había creado la canción: “celebrar el retorno de muchachas conocidas suyas que emigraban a Venezuela o a Nueva York para curarse de las frustraciones amorosas y que regresaban después de cierto tiempo”, supe que esa melodía se quedaría para siempre en mi repertorio musical preferido. Con ella recordaré el retorno de mis tíos, que habían emigrado a Venezuela y que venían de vez en cuando a visitar a mis padres en los tiempos de mi niñez.

 

Curiosamente, en Internet, muchos atribuyen a las lideres de los vecinos la autoria de La Guacherna y Volvió Juanita, canciones a las que identifican como dos clásicos de la “tradicional música Dominicana”.

 

Gracias a las canciones de Estercita forero conocí a Barraquilla antes de conocerla. Para mí la Arenosa es y será como ella me la pintó en sus canciones:

 

Las calles de mi vieja Barranquilla

Doradas por el sol y las arenas

El caño saludando al Magdalena

Con flores de bonita batatilla

Jardines con noche de serenata

Faroles bajo la lunita grata

Retretas de la plaza al camellón

Y los palitos de matarratón

 

Estercita Forero canta Mi vieja Barranquilla : youtube.com

 

Hoy, aunque no sea de Barranquilla y aunque el paisaje de Santa-Marta sea mi paisaje preferido entre todas las ciudades del Caribe, yo siempre seré de Barranquilla, porque Marco Aurelio Álvarez me dijo en una de sus canciones: “Barranquilla es tu ciudad” y Estercita me aseguró que “La luna de Barranquilla tiene una cosa que maravilla”.

Juan Piña y la revelación interpretan La Luna de Barranquilla.youtube.com

 

Postcriptum: la editora de “La Barca de Enoin” me hizo caer en cuenta que aun quedan vivos varios de los grandes cultores de la música colombo-caribeña, que construyeron nuestro folclor musical durante el siglo XX. Me mencionó a Wilson Choperena, autor de ‘La pollera colora’, al ciego Leandro Díaz, autor de la Diosa Coronada, quien no ha entrado todavía en Wikipedia, en español, pero tiene biografía en Wikipedia en inglés, Lorenzo Morales, a quien según Colarte.com  no se le ha reconocido su verdadero valor, Noel Petro, el celebre Burro Mocho, que es el cantautor sinuano mas cotizado en el mercado latinoaméricano, Pablo Flores, que vive aún de “Los Sabores del Porro” en Cienaga de Oro, y Miguel duran, el apenas conocido pollo caucano. Esa precisión me permitirá volver sobre el tema de la cultura popular costeña un día de estos.

Germán Gutiérrez: de recolector de tabaco a cineasta laureado

Germán Gutiérrez: de recolector de tabaco a cineasta laureado

Affiche du film L’affaire Coca-cola

El domingo 13 de marzo de 2011 el cineasta Germán Gutiérrez recibió el premio Jutra, al mejor documental realizado en Québec durante el año 2010. Gutiérrez fue premiado por un documental sobre la vida de Pierre Falardeau, un hombre controversial, que a pesar de ser un cineasta talentoso, fue relegado a los linderos de la marginalidad en el seno del séptimo arte quebequense. Esa condición de renegado se debe a que Falardeau se destacó por tratar temas espinosos y polémicos, como la crisis de octubre de 1970 en Québec, que le valieron la antipatía de amplios y poderosos sectores del establecimiento en Québec y Ottawa.

La osadía de realizar una película sobre la celebre crisis de octubre, evento que desencadenó la mas importante movilización militar interna en Canadá en los últimos 40 años, poniendo en escena el discurso del grupo guerrillero FLQ, nos prueba el talante controversial de Pierre Falardeau. Para poner las cosas en contexto, vale la pena recordar aquí que la Crisis de octubre se desató por el secuestro del ministro provincial del trabajo de Québec, Pierre Laporte, y del embajador de Gran Bretaña en Canadá, James Richard Cross. Mientras que el embajador fue liberado, el ministro Laporte fue asesinado en cautiverio.

Para honorar la memoria de ese iconoclasta incorregible que fue Pierre Falardeau, un antropólogo y teólogo transformado en cineasta, que se declaraba admirador de la América Latina, German Gutierrez y su esposa Carmen García produjeron Le documentairePierre Falardeau Este documental, que ha avivado las pasiones de la critica cinematográfica francófona de Canadá, le mereció a Gutiérrez el máximo galardón del cine quebequense: el Jutra.

 

Reconocido en el exterior y desconocido en Colombia

Si usted escribe Germán Gutiérrez como categoría de pesquisa en el buscador electrónico de El Tiempo o de El Espectador (principales diarios colombianos), puede encontrarse con noticias que hacen referencia a políticos de segundo nivel, deportistas en asenso o descenso, delincuentes comunes o simples parroquianos, que han dado su testimonio para un reportaje de prensa. Paradójicamente no encontrará una sola noticia que se ocupe sobre la obra y trayectoria de este cineasta bogotano, que lleva más de 25 años transitando por los vericuetos del séptimo arte. Esto sorprende, porque Gutiérrez por la cantidad de documentales que ha realizado, por la calidad de su obra y por el lugar que se ha ganado en el medio cinematográfico norteamericano, debe ser uno de los documentalistas de origen colombiano más importantes y premiados en el exterior, a lo largo de la historia cinematográfica del país.

De los medios colombianos, sólo la revista Semana le consagra unas cuantas palabras en el reportaje “Para verse mejor”, publicado en septiembre de 2009, el cual fue ilustrado con la foto de Gutiérrez. Según Semana el documental “El caso Coca-cola”, que se iba a proyectar por esos días en la “la Muestra Internacional Docu-mental de Bogotá” es “excepcional en su factura y contenido”. Según Semana dicho documental pone “a Colombia en un contexto mundial”, por ser una producción “de primer nivel”.

Cuando se explora la carrera de Gutiérrez, uno se encuentra con una pila de documentales, que abordan temas tan variados, que van desde la vida de los insectos, de la que se ocupa en Insectia, un documental realizado en compañía del conocido entomólogo Georges Brossard, hasta la cotidianidad de las tribus indígenas del Amazonas, que aborda en Vivre en Amazonie.

De la lente de Gutiérrez no se han escapado temas como el narcotráfico, del que se ocupa en “Sociétés sous influence”, la cotidianidad de los inmigrantes latinoamericanos en Quebec, que trata en el documental “La familia latina”, ni la vulnerabilidad de los activistas sociales y los dirigentes de izquierda en Colombia, que  aborda en “Quien le disparó a mi hermano”. También ha realizado trabajos para la televisión canadiense, entre los que se cuentan las series “Out in the City”  y “Les Ruraux du 21e.

¿Cómo se explica entonces que un cineasta de un trabajo de tanta calidad sea desconocido en su país de origen? Según lo que el mismo Gutiérrez nos comentó eso podría deberse a varias razones. La primera: “Yo salí de Colombia cuando tenía 16 o 17 años. Hoy tengo 55, y a estas alturas he vivido dos tercios de mi vida fuera del país”. La segunda: “mi relación con los diplomáticos colombianos, que vienen a representar al país en Canadá, nunca ha sido la mejor, porque se sienten incómodos conmigo por los temas que trato sobre Colombia”.

Para ilustrar lo último trae a colación una anécdota: “Cuando ice la película sobre mi hermano, esa película fue seleccionada para abrir el festival de documentales de Montreal, porque había tenido varios reconocimientos. Yo llamé al consulado para que la promocionara entre los colombianos a través de un boletín que ellos difunden, porque la entrada era gratuita. El cónsul me preguntó sobre que trataba la película. Cuando yo le di el nombre y le dije que era un documental sobre la inseguridad en Colombia, en el que se abordaba la problemática que afecta a los dirigentes del sector social, terminó diciéndome que no, porque ellos tienen completamente prohibido promocionar todo aquello que deteriore la imagen del país”.

A pesar de sus logros y de sus premios, a pesar de que considera que la mayoría de su cine es colombiano, “porque yo hago cine colombiano como si fuera un cineasta colombiano que nunca ha salido de Colombia”, Germán Gutiérrez asegura que sólo una vez ha trabajado en Colombia. Para reforzar lo que dice afirma: “Nunca antes, hasta la semana pasada (primera semana de noviembre de 2010), había recibido un cheque colombiano. Me lo giraron por los pagos de los honorarios que cobré por ser jurado de un festival de cine”.

 

¿Cómo llegó Germán Gutiérrez a Canadá y cómo terminó dedicado al cine?

El 17 de noviembre de 2010 entrevisté al cineasta Germán Gutiérrez en el marco de una investigación que adelanto sobre inmigrantes colombianos en Québec. En esa ocasión nos contó las peripecias que ha pasado en su vida de inmigrante. Cuando le pregunté como llego a Canadá me dijo que antes de venir a Québec se fue a estudiar teatro a Francia y cuando estaba a punto de regresar a Colombia, por casualidad, terminó viniendo a Canadá.

Hablando sobre las circunstancias que lo trajeron a Canadá sostiene: “Cuando estaba en París, los estudiantes latinoamericanos teníamos la costumbre de irnos en verano a hacer trabajos de estudiantes a Estocolmo. El trabajo consistía en limpiar hoteles, hacer jardinería, hacer aseo, etc. Estando en Estocolmo, un buen amigo mío, un brasilero que estaba estudiando pilotaje en Francia y que trabajaba conmigo en ese momento allí, me dijo: “Germán vámonos para Ontario”. Al escucharle su propuesta le pregunté: “¿Ontario, y donde carajo queda eso?” Él me dijo: “Eso queda en Canadá”.  “¿Y qué diablos vamos a hacer allá?”, le pregunté un poco escéptico.  “A  recoger tabaco”, acotó él. “¡Qué va a haber tabaco en Canadá!”, le respondí yo. “¡Hombre que si hay!”, me replicó “y entre poco comienza la recolecta”. Para hacerte la historia corta, el hombre me convenció. Compramos los pasajes y nos vinimos en agosto de Estocolmo a Otario a recoger tabaco supuestamente por 45 días. Los granjeros para los que trabajábamos nos daban alojamiento y comida. Gracias a eso uno se ganaba una buena cantidad de plata, pues como el trabajo era increíblemente duro era también bien pago. Ese es uno de los trabajos más duros que he hecho en la vida. En realidad cuando yo vine aquí venía a recoger tabaco, a trabajar 42 días y hacerme 2000 dólares, par regresar a Francia, terminar mi formación en teatro y luego regresar a Colombia. En ningún momento había planeado quedarme en Canadá. Al final de la cosecha, como yo conocía una gente aquí en Montreal, que había estudiado teatro conmigo en París, decidí venir a verla. Como tenía plata, armamos un plan. Nos compramos un carro: me acuerdo bien que nos costó 200 dólares, y nos fuimos a pasar parte del otoño en La Gaspeci. Durante ese viaje dormíamos en el carro y vivíamos en el carro. Al final regresamos a Montreal, la ciudad me sedujo y me quedé”.

¿Cómo me hice cineasta? “La cosa es bastante simple. Durante ese invierno, en febrero o marzo, hubo un grupo de cineastas de aquí que me invitó a trabajar con ellos en un proyecto que consistía en ir a grabar el Carnaval de Barranquilla, para luego hacer una película. Me llevaron de guía y para que me ocupara de la utilería. Terminé haciendo cámara y la cosa me gustó. Cuando regresamos yo quise seguir con el proyecto, pero ellos me dijeron: “no chico tu trabajo terminó, ahora el resto es de nosotros”. Uno de ellos viendo mi interés me dijo que si quería hacer cine, que me fuera a estudiarlo en serio. Fue así como me fui a Ottawa al Concord College y allí aprendí el oficio en un curso de dos años. Esa es mi historia. Fue así como pasé de recolector de tabaco a director cinematográfico”.

 

Enoïn Huamanez Blanquicett

Montreal 21 de marzo de 2011

Una versión para los lectores canadienses de esta crónica fue publicada en la edición del mes de abril de la revista electrónica multilingüe Urbana-Legio, que se edita en Montreal, http://issuu.com/urbanalegio/docs/002.