Blogia
La Barca de Enoïn

Actualidad Política

Los tipos de políticos: aproximación taxonómica a una especie que aún no se ha clasificado

La desconfianza de los ciudadanos de los países de América Latina frente a los políticos y la indignación frente a los escándalos en los que se ven involucrados es un asunto que agita cotidianamente las redes sociales. De ellos da testimonio esta postal que circula en Facebook: scontent

 

A raíz de mi entrada del 31 de octubre de 2013 en mi blog de Noticias Montreal, dos amigos –cada uno por su lado- que están ligados a la actividad política me contactaron, para exponerme sus puntos de vista sobre el contenido de la nota. Según ellos, el discurso no-explícito del artículo contenía una mirada negativa –y más bien burlona- del hombre y la mujer que dedica su vida a la vida pública. En su opinión, este tipo de miradas contribuyen a restarle importancia al rol que cumple el político como actor social. De ese modo los formadores de opinión terminan –sin quererlo sostienen ellos- sembrando en el imaginario público, sobre el político, la semilla del cinismo. Con el sentimiento de la desconfianza plantado en el corazón, el ciudadano acaba tomando distancia de esa figura social indispensable para el funcionamiento de la democracia: el individuo que ejerce la política.

 

Debo acotar aquí –por  razones pedagógicas- que uso el termino individuo, porque en las sociedades contemporáneas la política, afortunadamente, dejó de ser solamente un asunto de hombres para ser ejercida –en hora buena y abiertamente- por las mujeres y por personas de todas las orientaciones sexuales. Esto sin duda le hará mucho bien a las sociedades democráticas.

 

Argumentan mis amigos que la descripción que hice del comportamiento de los políticos durante las elecciones contribuye a profundizar esa imagen, que tiene la gente del común del individuo que ejerce la política como oficio: un ser hábil para engatusar al público; un avivato que promete una cosa cuando en realidad persigue otra; un genio de la palabra que no duda, durante la campaña electoral, en decirle al ciudadano lo que quiere oír, para ganarse su confianza, obtener su voto, salir elegido y dedicarse a hacer otra cosa, una  vez obtiene el poder.

 


La imagen del político como persona de dudosa reputación es la comidilla diaria en las redes sociales, en donde los internautas desfogan su furia contra las acciones de los políticos o se divierte haciendo todo tipo de chiste a su costo. Esta postal recrea uno de ellos.

 

Al final mis contertulios, cada uno a su modo, concluyeron recalcándome lo mismo: en política hay mucha gente buena. Lo que pasa es que en la mayoría de las elecciones los buenos candidatos no salen elegidos, porque se cohíben de mostrarse simpáticos con el público en campaña, por temor a encarnar las caricaturas que la gente se ha hecho del político tramposo.

 

Según su manera de ver las cosas, el temor de ser caricaturizados por cronistas, blogueros burlones y dibujantes humorísticos, que gozan ridiculizando a los políticos en las páginas de los periódicos y las bitácoras de Internet, es uno de los factores que impide a los buenos políticos de mostrar su lado humano en campaña. Empeñados en parecer sinceros y honestos, terminan comportándose como seres distantes, que dicen cosas demasiado racionales, en un lenguaje que la gente no entiende.

 

Forzados a usar una jerga demasiado técnica y a asumir un estilo acartonado, que les impide cargar y besar niños ajenos, codearse con vedetes populares, visitar ancianos, escuchar líderes comunitarios y patear balones de futbol en las canchas polvorientas de los barrios deprimidos, donde convergen los jóvenes sin privilegios, el buen político –sostienen mis amigos- no llega nunca a seducir al electorado. Éste, cansado de la clase política tradicional, termina por abstenerse, por votar en blanco o anular su voto. De ese modo la puerta queda abierta para el político tradicional, que acaba siendo elegido por una minoría, que hace parte del engranaje de la maquinaria, que sostiene al statu quo de Nunavik a la Patagonia.

 

Sin caer en la retórica de la Chilmotrufia, condensada en su sonora frase de combate: «pues yo como digo una cosa también digo la otra» y sin intentar salirme por la tangente, creo conveniente decir que mis amigos tienen en parte razón. Si uno examina cuidadosamente cada campaña electoral –de Alaska a tierra del Fuego- va a encontrarse que muchos de los nombres que aparecen en las tarjetas electorales, elección tras elección, corresponden a personas que llegaron a la arena pública con la intención de hacer política de manera honesta, transparente y basándose en los buenos principios.

 

Algunos sectores de la sociedad imaginan al líder político como un conductor de masas, que dirige al pueblo hacia una meta que él ha determinado. Otros  sectores esperan que el líder político sea, más que un conductor de masas, un inspirador, que le muestre a sus conciudadanos el camino a seguir y marcha delante, mostrándoles con el ejemplo que ésta es la mejor vía, a pesar de los peligros. En general el político ideal siempre es visto como un individuo, que con  decisión y coraje, afronta los riesgos y movilizando a la sociedad, transmitiéndole sentimientos de seguridad.

 

Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones, estas personas terminan fracasando en su intento por cambiar las costumbres políticas y cuando ganan, su proyecto de  poner el Estado al servicio del bien común no prospera. Como mis amigos sé que, si bien hay políticos que son censurables, también hay muchos políticos que valen la pena. Este tipo de políticos –que llega de vez en cuando al poder y gobierna con dificultad- es el que hace avanzar la sociedad. Cuando tiene la suerte de ganar, ese político pone en marcha –en tan sólo uno o dos periodos de presencia en los palacios de gobierno- un conjunto de políticas públicas, que marcan la vida de la sociedad por dos o tres décadas.

 

Eso fue lo que sucedió en los países occidentales, particularmente en Estados Unidos, con varios políticos que llegaron al poder después de la gran depresión o luego de la segunda guerra mundial. Éstos líderes entraron a la historia, porque dieron inicio a un periodo de desarrollo social y de crecimiento económico continuo, que algunos sociólogos se han dado en llamar los 30 años gloriosos. Las políticas implementadas por esos dirigentes llevaron a la implantación y consolidación del ideal del Estado de bienestar o Estado garante, en las naciones de capitalismo desarrollado. El avance y vigencia del paradigma fue acogido sin contradicción hasta que triunfaron Ronald Reagan y Margaret Tharcher, que trajeron de vuelta el ideal del estado conservador: pequeño, austero, de vocación policiva y sin responsabilidades sociales.

 

Al contrario de lo que creen mis amigos, soy de la consideración que aquellos que tienen la facilidad de escribir, y la voluntad de hacerlo, y que tienen además la posibilidad de ser leídos porque escriben para los periódicos, están llamados a poner al descubierto las fallas que esconden los programas de los políticos y los defectos de éstos. Igualmente creo que una de las cualidades de un buen político es la de tener –como dicen en mi tierra- el cuero grueso y duro. Esto le permite de soportar –sin inmutarse– el ácido que vierten sobre él los humoristas que lo caricaturizan; las críticas de los formadores de opinión que lo auditan; los latigazos de los adversarios que lo fustigan; y los madrazos de la gente que lo detesta.

 

El caricaturista matador nos muestra una mirada risible del panorama político colombiano: el voto en blanco es principal contendor del presidente de la república. De ganar el voto en blanco deberían repetirse las elecciones con nuevos candidatos. Como en este caso, los caricaturistas nos ofrecen siempre otra perspectiva sobre el quehacer político. Gracias a su visión grotesca y absurda de la actividad política, la sociedad puede refrescar su percepción sobre el quehacer de los protagonistas de la vida pública. Imagen tomada de: scontent

 

Sin ser yo propiamente un pesimista soy de la consideración que los políticos, aunque –en general– nos cuestan caros y una vez sobre dos nos engañan, son (como se dice en Colombia) un mal necesario. Por eso es importante que los vigilemos, que no les rindamos culto, que les pidamos cuentas y que los castiguemos cuando abuzan de la confianza o no cumplen sus promesas.

 

La solución a los males de la democracia no consiste en la implementación de la idílica sociedad sin políticos, que algunos ideólogos anarquistas, basados en el principio ni Dios, ni jefe, ni Estado ni ley, sueñan. En el mundo de hoy esa democracia directa donde todos –en una suerte de asamblea de propietarios de casas de conjunto cerrado– deciden el curso de la comunidad no es posible.

 

De otro lado las aventuras revolucionario-totalitarias del siglo XX nos mostraron que la solución a los males de la sociedad tampoco está en las manos de los lideres mesiánicos: de los hombres-providencia (aquí sí vale usar en toda la extensión de la palabra la categoría hombre, porque no tengo noticia de mujeres que hayan ascendido al poder a través del uso de la fuerza), que buscan redimir al pueblo, imponiendo a tiros un orden nuevo.

 

Durante varias décadas, particularmente después de la revolución cubana, en el mundo se expandió el sentimiento de que la construcción de un mundo mejor sería posible gracias a una revolución armada, que derrocara a las elites en el poder e impondría un orden nuevo, basado en la dictadura del proletariado. Hoy el ideal del guerrillero romántico, que bajaba de la montaña y se tomaba el poder a sangre y fuego para salvar al pueblo también esta devaluado. Ello se debe a que los guerrilleros que llegaron al poder por las armas –en nombre de la revoluciona- ha resultados ser líderes del mismo cuño de aquellos que derrocaron.

 

El curso de la historia nos ha mostrado que el guerrillero rematico, que tomó las armas para derrocar a sangre y fuego a una élite oligárquica, corrompida y tirana, ha terminado reproduciendo en su paso por el poder los mismos hábitos que combatió con el fusil en la mano. Por doquier las élites proletario-revolucionarias, que remplazaron a las élites oligárquicas por la vía de las armas, en su afán de mantenerse en el poder no han escatimado el uso de la tiranía y no han dudado en recurrir a la corrupción para fidelizar sus cuadros y adeptos. La solución tampoco viene del lado de las dictaduras militares, como creen otros.

 

En general, considero que no es saludable hacerse vagas ilusiones con la clase política. Creo que lo mejor es mantener el ojo puesto sobre ella antes, durante y después de las elecciones. Ese ejercicio, que puede resultar por momentos, como se diría en francés, dégoutant: los términos español no tienen la misma fuerza, nos permite de tomar decisiones adecuadas el día de las elecciones.

 

Mantener una mediana atención sobre el devenir de la vida política nos permite igualmente de tipificar a los políticos, conocer su catadura, identificar sus mañas, develar el entramado de sus ideas y adivinar sus intenciones. Por eso creo que lo mejor sería clasificarlos adecuadamente, tal como se tipifican las especies animales o vegetales.

 

Sin embargo, un sobrevuelo rápido –y muy alto- sobre la literatura especializada me lleva a creer que la sociología, las ciencias políticas y el periodismo no se han ocupado aun de la materia. Si bien es cierto que los perfiles con respecto a los tipos de liderazgos están bien definidos, la caracterización de los tipos de políticos no se ha hecho aún. Roger-Gérard Schwartzenberg, que se ocupó de estudiar a los políticos exitosos, considera que estos se dividen en cuatro tipos: el héroe, el hombre corriente, el hombre encantador y el jefe de familia, que se destaca como padre ejemplar, marido fiel y amoroso.

 

Como lo que no existe se crea, voy a permitirme de hacer –toscamente, porque no soy un experto en la materia- un perfil taxonómico de los políticos. En mi opinión hay cinco grandes categorías.

Adolfo Hitler encarna varios tipos de políticos a la vez: el utopista radical, el líder que quiere devolver la sociedad a una suerte de periodo de pureza racial, que estaba en la génesis de ésta, el líder carismático, que usa la palabra para inflamar al pueblo y el líder corrompido, que pone todo el Estado a su servicio, destruye su sistema de controles, con el objeto de usufrutuar a su atojo los fondos públicos para volver realidad su causa mesiánica.

 

El demagogo-populista, que puede ser de derecha o de izquierda. Este político dice –sin pudor– aquello que el electorado quiere oír. Su único objetivo es acceder al poder para defender sus dogmas y los intereses de un grupo muy reducido. Su discurso suele ser incendiario y está plagado de metáforas militares, sentimentales y religiosas. Las referencias al pueblo, la patria, la revolución o al contrario a la defensa de los valores familiares y religiosos o de los bienes de la gente de bien están siempre presentes en su retórica. Cuando llega al gobierno, si no se enriquece rápidamente él, no le ve  ningún problema a que sus allegados lo hagan sin ningún pudor. Recurre a todos los medios para permanecer en los palacios gubernamentales y justifica su permanencia en ellos, evocando siempre la defensa de los ideales superiores de la patria, la revolución o del pueblo. El liderazgo de este tipo de políticos se basa en el carisma y su fortaleza principal es el verbo, la oratoria.

 

El visionario e inspirador. Este tipo de político no se concentra tanto en señalar las dificultades y los males de la sociedad, sino en señalar una meta, un destino. Emerge en los momentos de crisis y su discurso más que hacer un inventario de los problemas sociales, se centra en incitar a la sociedad a salir de la zona de confort e invitarla a asumir el reto de cambiar de paradigmas. No promete un mundo nuevo sin dolor ni penas. Todo lo contrario: enfatiza que el cambio de paradigma implica ciertos sacrificios, pero tranquiliza a sus conciudadanos recordando los momentos memorables de la historia colectiva y los nombres de los individuos que los hicieron posible. Su liderazgo más que carismático es ético. Más que un ideólogo defensor de dogmas, es un promotor de programas. No solamente habla, también escucha. Por eso no tiene problema de incorporar en su proyecto de sociedad las ideas de sus contradictores.

 

Nelson Mandela podría ser considerado como el ejemplo mejor logrado del político visionario y el líder inspirador. Después de haber pasado más de dos decenios en la cárcel por defender los derechos de la población negra, Mandela volvió a la libertad y fue elegido presidente de Sur África. Mientras que todos los líderes de la minoría blanca, que había gobernado el país con puño de hierro, se atendían a que Mandela pusiera en marcha una campaña de retaliaciones, éste se concentró en superar los odios del pasado y en preparar el país para afrontar el futuro. Los observadores de la realidad sudafricana post-apartheid coinciden en una sola cosa: después de su gobierno Sur África no ha estallado gracias al legado de Mandela.

 

El defensor del statu quo, el conservador del orden. En general este político sólo se interesa en que el sistema funcione, que las cosas no cambien y que el poder no se le escape de las manos. Más que administrador del Estado, es administrador de su clientela y engrasador de la maquinaria electoral. En su visión de la política, los intereses de la familia, de los amigos y de la clientela están por encima de los partidos y de las instituciones que gobierna. Por eso no duda en heredar su poder al hijo, al hermano, al sobrino, a la esposa.

 

El utopista radical, que quiere acabar con el orden imperante para imponer un orden nuevo, sin propiedad privada, sin clases y sin jefes, o su contraparte: el conservador radical, que quiere retornar a un orden pasado, que rigió una sociedad perfecta, dirigida por un estado mínimo, que desapareció por exceso de libertad. Tanto el uno como el otro no creen en la democracia y desconfían de las mayorías.

 

El pragmático, que no se preocupa por innovar y se esmera porque el Estado funcione bien y haga su tarea. Este político, si bien no se preocupa por hacer avanzar la sociedad, se esfuerza por evitar que ésta retroceda.

 

Finalmente hay que decir que el mejor de los políticos, si no se siente vigilado por los ciudadanos y si no siente que su reinado esta amenazado por otras fuerzas políticas, termina corrompiéndose y desarrollando su vocación aristocrática. Esto es lo que hace que sea de capital importancia para la democracia la existencia de blogueros incisivos, de cronistas burlones y de caricaturistas cáusticos, que no pierden de vista el tema político. Gracias a ellos, el grueso de la sociedad no se olvida de sus gobernantes y de vez en cuando se interesa por lo que hacen, les pide cuentas y entre chiste y chanza les recuerda sus compromisos.

 

La izquierda latinoamericana, que ha girado hacia proyectos de transformación revolucionarios de la sociedad, ha caído en el culto a la personalidad del líder. Ese es el caso de Venezuela donde el culto a Hugo Chávez se ha exacerbado, particularmente después de su muerte. Imagen tomada de Twitter.

 

Esta nota fue publicada inicialmente en el portal Noticias Montreal http://noticiasmontreal.com/115927/los-tipos-de-politicos-aproximacion-taxonomica-a-una-especie-que-aun-no-se-ha-clasificado/


Perú : una elección presidencial que se juega en los extremos

Perú : una elección presidencial que se juega en los extremos

Foto: AFP

El 20 de diciembre, cuando viajaba a Nueva York para tomar un avión que me llevara –por la mitad del precio- a Colombia a pasar la navidad con mi familia, me tocó compartir puesto con una contable peruana, que viajaba a la Gran Manzana a pasar navidad con sus tíos. No habíamos bien tomado asiento en el bus de la Greyhound, cuando la mujer, una conversadora exquisita de esas que hoy poco se dan, me preguntó si hablaba español. Con la pregunta se inició una conversación en la que hablamos de todo y de nada durante seis horas.

 

Esa tarde, mientras el bus hacía su camino por entre el paisaje desolador del final del otoño, nosotros versábamos sobre el premio novel a Vargas Llosa, las dificultades que tenemos en Norte America los universitarios para integrarnos al mercado de trabajo –en nuestras profesiones-, la caída en desgracia de Alberto Fujimori y por su puesto las elecciones de Perú de 2011. Estábamos en esas, cuando el vecino de la silla de al lado nos pidió que nos calláramos, porque no lo dejábamos dormir. Para complacer a ese hombre, un anglófono que había roncado durante todo el recorrido, nosotros paramos nuestra charla y al rato también nos quedamos dormidos.

 

Precisamente, nuestra conversación se detuvo cuando hablábamos del tema electoral. Cuando le pregunté sobre sus apuestas para las elecciones de abril de 2011, me respondió de manera clarividente: “eso se va a resolver en la segunda vuelta, porque la fragmentación política del país conduce a la dispersión del voto. Por eso no será posible que escojamos presidente en la primera”. En su parecer la primera vuelta, en Perú, equivalen a las primarias de los Estados Unidos.

 

Con el propósito de sondear sus predilecciones políticas, le pregunté quien era en su opinión la persona más indicada para dirigir los destinos del país. Sin titubear me respondió diciéndome que, si los peruanos eran sensatos, el elegido debería ser el Cholo Alejandro Toledo. A su modo de ver, Toledo ha sido uno de los mejores presidentes que ha tenido el Perú contemporáneo. A Ollanta Humala lo descartó por su tendencia ideológica. Para mi contertulia Humala no tenía ningún chance frente a un peso pesado como Alejandro Toledo. Elegir a ese militar, que los medios continentales nos han presentado como un folclórico coronel que agita un discurso político ambiguo, significaba, según ella, poner en riesgo la estabilidad política y económica alcanzada por el Perú después de la partida de Alberto Fujimori.

 

De Keiko Fujimori me dijo que aún “estaba muy joven para ser presidente, pues los peruanos, después del trago amargo que les hizo pasar Alan García en su primer gobierno, no estaban –según ella- dispuestos a apostarle a una persona tan joven para la presidencia de la república”. Además de eso sacó a relucir los escándalos de los dos últimos gobiernos de Alberto Fujimori, que en su opinión terminaron opacando todo lo bueno que el Chino había hecho en su primer mandato. “Eso téngalo por seguro, me dijo, los errores de su padre se los van a cobrar a Keiko en las urnas los electores”.

 

Hoy, cinco meses después de que nos despedimos en la terminal de buses intermunicipales de Manhattan, el panorama electoral peruano es groso modo bien diferente. Alejandro Toledo se quemó en la primera vuelta. En la puja por la presidencia peruana sólo quedan Ollanta Humala, el folclórico militar a quien las élites conservadoras del continente tanto le temen, y Keiko Fujimori, la hija de un expresidente preso, a quien los sectores de derecha recuerdan con nostalgia pero del que muchos peruanos –entre ellos el laureado Mario Vargas Llosa: adorado también por la derecha-, no quieren ni siquiera oír hablar.

 

Casi todas las encuestas difundidas por el portal de Eleccionesenperu.com el 19 de mayo pasado daban una ligera ventaja a la heredera de Fujimori. Recurriendo al lenguaje de las estadísticas electorales podría hablarse de empate técnico. Los resultados del sondeo de la encuestadora Ipsos daban a Keiko el 51.1% de los votos y a Ollanta el 48.9%. El sondeo de DATUM atribuyó el 45.4% de los votos a Keiko y el 41.8% a Ollanta. Sólo el sondeo de la encuestadora IMA le otorgaba la victoria a Ollanta. En este caso el candidato de Gana Perú recogería el 41,6% de los votos, mientras la candidata de Fuerza 2011 se quedaría con el 39,7% de la votación.

 

Las encuestas publicadas el 29 de mayo por el portal Encuestas.com., nos muestran una tendencia similar. Todas las firmas encuestadoras dan ganadora a Keiko por estrecho margen, salvo la encuestadora IMASEN, que le otorga a Ollanta el 43.8% de la intensión de voto y a Keiko el 42.5%.

 

 

¿Por qué terminó Perú condenado a escoger su presidente entre dos candidatos extremos?

 

Si hacemos dicha pregunta a un analista político de televisión, éste sin detenerse mucho en las causas, nos podría decir que ello se debe a que en materia de partidos políticos, Perú es un país bien particular. En efecto, Perú es el país de América Latina con el sistema de partidos políticos más frágil. A diferencia de Colombia, México, Argentina, Costa Rica o Uruguay, donde el panorama político nos permite identificar partidos con una larga historia política y electoral, en Perú los partidos políticos nacen y desaparecen –como los hongos en la primavera- elección tras elección.

 

El ejemplo patente es la familia Fujimori. En 1990 Fujimori padre ganó las elecciones a la cabeza de un movimiento político llamado Cambio 90. En las elecciones de 2000, el mismo Fujimori se hizo reelegir, para su tercer mandato en línea, encabezando una alianza política de derecha llamada Perú 2000. En las elecciones de 2011 su hija busca la presidencia a nombre del partido Fuerza 2011. Una rápida revisión de la historia electoral peruana sirve para constatar que el único partido peruano, que ha permanecido en el tiempo es La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Éste fue fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre el 7 de mayo de 1924 en México.

 

Basados en el estudio de Flavia Freidenberg y Francisco Sánchez López sobre las “reglas y prácticas en los partidos políticos de América Latina”, uno podría sostener que Perú es uno de los países de la región donde “la personalización de la política”, que es para estos autores “uno de los problemas más importantes de América Latina”, alcanza su punto más crítico. En este país un líder con cierta visibilidad nacional puede autoerigirse candidato et imponerle al partido su candidatura. En caso dado que el partido no la acepte, éste puede fundar su propio partido, porque según las leyes electorales peruanas cualquier persona puede candidatizar su nombre a la presidencia, presentándose “por fuera de los partidos”. Para ello simplemente debe “formar un grupo político y reunir un número de firmas […] para inscribir la candidatura”.

 

En consecuencia, todo aquel que quiera ser candidato independiente sólo tiene que crear una «etiqueta política» que lo respalde, recoger las firmas que demanda la ley et inscribir su nombre. Esa dinámica explica  porque en Perú se han fundado, después del cuatro de agosto de 2004, más de 27 partidos políticos. En la primera vuelta electoral del 10 Abril de 2011 participaron 11 partidos, muchos de los cuales fueron fundados para la ocasión. Ollanta Humala, que en las elecciones de 2006 se presentó a nombre del Partido Nacionalista Peruano (PNP), en 2011 se presentó bajo la sombrilla de Gana Perú.

 

La cambiante situación del panorama partidista peruano se resume bien en la breve nota que Wikipedia consagra a la categoría Partidos políticos del Perú. Según la celebre enciclopedia, a “lo largo de su historia, los peruanos han fundado numerosos partidos políticos, muchos de ellos efímeros o tan dependientes del caudillismo que se disolvieron luego de la primera derrota electoral. Otros, han sido apenas un letrero para participar en los comicios y se han desechado o transformado.” El rol de los partidos es tan frágil –por no decir secundario- en la vida política peruana, que el partido del presidente Alan García, el venerable APRA, ni siquiera presentó candidato en estos comicios. Sin exagerar, se podría postular la tesis de que Perú es una democracia sin partidos, porque en este país andino el líder es él mismo el partido.

 

En estas elecciones, acogiéndose a la tradición nacional, las figuras políticas mas prestantes del centrismo se lanzaron cada una por su lado, confiadas en sus propias posibilidades. Esto dividió el voto moderado y le dejó abierto el camino a los candidatos de los extremos. Sumando los votos de Pedro Pablo Kuczynski (Alianza por el Gran Cambio) 18.51 %, Alejandro Toledo (Perú Posible) 15.63 % y  Luis Castañeda (Solidaridad Nacional) 9.83 %, los centristas reúnen el 44% de la votación. 

 

Los candidatos y lo que piensa la opinión publica de ellos

 

Evaristo Pentierra, del portal perupolitico.com, definió en 2005 el discurso de Ollanta Humala como un discurso caracterizado “por su ambivalencia”. Según dicho analista en aquellos tiempos sus declaraciones solían “tener un tono desafiante, pero al mismo tiempo Ollanta rechaza el uso de la violencia.” En opinión de Pentierra, en el plano ideológico Ollanta se “destaca, en primer lugar, por ser de izquierda”. Pero al mismo tiempo hay cierta diferencia entre su discurso y el de la izquierda tradicional, pues él acoge un elemento “nacionalista y en cierta forma autoritario”, condimentado con un lenguaje de “raigambre militar” y algo de étnicismo.

 

En la campaña 2011 algunos medios latinoamericanos sostienen que Humala se ha alejado completamente del discurso que presentó en las elecciones de 2006. Su adversaria Keiko Fujimori lo acusa de haberse aburguesado y de haber perdido contacto con el pueblo. Ese cambio, como lo destaca Elcomercio.pe ha sido avalado por Mario Vargas Llosa, a quien todo el mundo reconoce por su postura antizquierda. Para la segunda vuelta el Nobel 2010 ha salido –en persona- a pedir el voto por Ollanta. En declaraciones a la prensa Vargas Llosa sostuvo que los elementos de peligrosidad han desaparecido de su plan de Gobierno y que hoy éste es más “un programa socialdemócrata, que un programa socialista”, propio “de una izquierda moderada, que es perfectamente compatible con el programa de libertad de mercado que creo que defiende la mayoría del electorado peruano”.

 

Varios medios andinos, como la revista Semana de Colombia y la revista Caretas de Perú, destacan el empeño de Humala en diferenciarse de Hugo Chávez y de mostrarse más cercano a Lula da Silva. Respecto al mismo asunto el analista Carlos León Moya del portal Noticiasser.pe considera que “el alejamiento de Venezuela y el acercamiento hacia Brasil no es sólo estratégico.”

 

Según Evaristo Pentierra una de las características de Humala es la “indeterminación estratégica”. Dentro de esa lógica Humala “prefiere no irse demasiado ni para un lado ni para el otro” y acomodar su discurso según su aceptación en las encuestas. En una entrevista con Larepublica.com.pe Humala sostuvo que "el mensaje de Gana Perú es el mismo al (sic) del 2006, porque busca un modelo que logre inclusión social”.

 

En lo que va con Keiko Fujimori, un analista político del diario El País.com, que escribe bajo el marbete de ElJacaguero la define como “populista’, al tiempo que la sitúa, a lado de Ollanta, en el grupo de “los dos candidatos antisistema”. Por su parte el analista Diego Pérez la define como la representante de “una derecha más vinculada a los sectores neoliberales, a un proyecto neoliberal muy del estilo de los año 90”. En la presentación de su programa electoral ella misma se definió “como una china con mano dura”, que le apostará “a la seguridad ciudadana” para combatir la delincuencia, implementando “el trabajo forzado para los reincidentes” en actos criminales.

 

Varios analistas han coincidido en señalar que luego de la primera vuelta el electorado peruano “se encuentra polarizado políticamente”. En la opinión pública las opiniones están divididas. La derrota de los candidatos de centro y la victoria de dos proyectos populistas completamente opuestos: el populismo de izquierda de corte autoritario-militar de Ollanta Humala y el populismo de derecha, igualmente autoritario, de Keiko Fujimori, parece poner en escena la cruda metáfora del novel Vargas Llosa. Éste afirmo en 2009 que “si las elecciones peruanas se tenían que definir entre Humala y Fujimori sería como elegir entre el cáncer terminal y el Sida”. En la segunda vuelta, él ya tomo partido a favor de Ollanta. Lo que no sabemos es si tomó posición a favor del cáncer o del Sida.

 

La polarización política que atraviesa Perú se vive también con intensidad en las redes sociales y en las colillas de comentarios de los diarios electrónicos. En Facebook algunos opositores de Ollanta, como Pier Alexandre claman: “Dios nos libre de tener a Humala. Si nos queda entre Humala y Keiko, es mejor la china”. Otros, como Carlos, afirman que  “la democracia peligra en Perú con la insinuación del comunismo”. Para él "el milagro peruano" esta en peligro de caer en el comunismo radical que llevaría al Perú “al oscurantismo y retroceso”.  

 

Por su parte los que están con Ollanta, como Antonio Chavez Herrera, del grupo de Facebook “(U) Universitarios del Perú con Ollanta Humala, afirman que “votar por KEIKO seria cometer un error grave” porque ella realiza campaña “con el apoyo de los grandes burócratas, gente que vive encima del dinero” y “en resumen la campaña de Keiko es” la “campaña de los millonarios”. De su lado Lennin Carlos Maldonado Tomas, del grupo “Cruzada antifujimorista no a Keiko Fujimori y la prensa vendida” escribe: “vamos con Ollanta en contra de todos esos vagos que no trabajan y viven explotando a la gente”.

 

En el medio de los dos campos están los inconformes con esa camisa de fuerza, Como mi amigo Daniel Santos, que escribió en su muro: “Oyanta y Keiko al parecer son dos polos opuestos. Opino que en el fondo son una y misma cosa: Poder por Poder. Yo no estoy del lado de ninguno, porque ninguno de ellos está de mi lado”. Lo único que lamenta Daniel –en esta ocasión- es que en su país votar no sea solamente un derecho”, sino “una obligación […]  para todo peruano”, porque el gobierno “multa al que no vota”.

 

Difícil elección para los ciudadanos como Daniel. De eso deja testimonio Antonio, un comentarista del artículo de Carlos León Moya quien escribió: “Humala no me gusta, pero Keiko me gusta menos, y si los pobres, los que no tienen nada están con Humala, entonces, yo voy a votar por Humala. No lo creo un buen candidato, no confío en él, pero no quiero que se repita la historia que hasta esta mañana no conocía. Me daría vergüenza votar por Keiko Fujimori. Votaré por Humala y le daré el beneficio de la duda”.


La contienda está de infarto. El mano a mano, como bien lo señala el portal Burodeanalisis.com enfrenta a dos orillas bien definidas y el Perú elegirá, este 5 de junio, su nuevo presidente entre el candidato de la “izquierda nacionalista” y el de “la derecha neoliberal”.

Una versión para los lectores canadienses de esta crónica fue publicada en la edición mayo-junio de la revista electrónica multilingüe Urbana-Legio, que se edita en Montreal http://issuu.com/urbanalegio/docs/002.

El partido Verde: del dinamismo de la Ola al estanco de la disputa

El partido Verde: del dinamismo de la Ola al estanco de la disputa

Ilustración tomada del portal de la revista Semana, articulo “Partido en construcción”

Crónica historiográfica sobre la Ola Verde y sus impactos

Hace un año día por día y noche por noche, que Antanas Mockus, Enrique Peñalosa, Lucho Garzón y Sergio Fajardo nos tenían flotando en una nube de esperanza, que tenía preocupado a los actores más aquilatados del establecimiento. Era tal el optimismo que se respiraba en el campo verdolaga, que muchos bisoños se ilusionaron con una victoria en la primera vuelta. De la atmósfera positiva que los cuatro generaban, por do quier, dejó testimonio Juanita León, que escribió en La Silla vacía: “diluida la candidatura de Noemí Sanín, el candidato del Partido Verde se vuelve la verdadera amenaza para los uribistas.[i]

Como los medios recuren a etiquetas folclóricas para nombrar a toda aquella tendencia social que rebasa lo normal,  alguien en los medios se dio en llamar el fenómeno la Ola verde. Con esa etiqueta de cajón el fenómeno social en cuestión entró a la historia política nacional y bajo ese tropo acuático estamos obligados a registrarlo los historiadores. En el fondo dicha tendencia social era el resultado del entusiasmo de los sectores juveniles y universitarios frente a un discurso, que rompía con los paradigmas que habían dominado al país durante ocho años. Los jóvenes, haciendo gala de imaginación y dinamismo, desataron ese movimiento social, con el propósito de oxigenar la vida política nacional, que estaba copada por un discurso gazmoño –sazonado con un vocabulario de arriero[ii]- que servía de mampara para ocultar la corrupción[iii].

Los principios enarbolados por la Campaña Verde: la vida es sagrada, los recursos públicos son sagrados y no todo vale, hicieron que cundiera el pánico en los sectores más ultramontanos del estamento colombiano. Coreados, como un mantra por legiones de muchachos que vestidos de jeans y camisetas verdes invadían los centros comerciales y los parques, esos eslóganes simples pusieron a temblar –como nunca antes- a los sectores oficialistas, que respondieron con una campaña de publicidad negativa, cuyo calado no tiene parangón en la historia electoral moderna de Colombia. De un momento a otro aparecieron vallas publicitarias pagadas por anónimos, que asociaban al candidato verde con Chávez y las FARC en Villavicencio, pasacalles que presentaban a Mockus como un ateo amoral en Cali, equipos prepagos de comentaristas de periódicos, que operaban las 24 horas en las salas de Internet de la sede capitalina de una conocida universidad de garaje.

La campaña de descrédito rápidamente comenzó a dar frutos. De ese pandemónium conceptual, de baja estopa intelectual, quedaron para la historia, en las colillas de los medios electrónicos, panfletos que son joyas del lenguaje peyorativo. Ese es el caso del comentario de un televidente identificado bajo el nick de aciem[iv], que después de un debate televisado de los candidatos escribió en el portal de Citytv: Antanas Mockus es un payaso sinvergüenza, amoral y loco que pretendió ser presidente de Colombia y le fué (sic) peor que a un perro en una misa. Las últimas informaciones dicen que gracias a la ayuda de Chavez (sic) está trabajando como payaso de un circo en un pueblito por allá en Venezuela”.

La canalla, –desde el solio de la Casa de Nari hasta la última plaza de mercado de la patria- atacó a Mockus sin tregua ni miramiento y el candidato verde, leal a sus principios pedagógicos, decidió no responder al insulto con el insulto. Su comedimiento en el trato del adversario y su interés por dejar un saldo pedagógico positivo en cada acción de campaña lo llevaron a enredarse en sus propias palabras y a responder con delicadeza, en aquellos instantes en los que debía usar un leguaje escueto y corrosivo.

En resumen, Mockus fue presentado como un hombre de pulso débil, como un caballo lisiado, como una figura pusilánime y sumisa[v]. Esos ataques, en un país que atravesaba una época donde el presidente –en persona su persona- llamaba a los jefes guerrilleros a ser machos y a dar la pelea de frente et increpaba a los homologos del vecindario –en las cumbres latinoamericanas de mandatarios- para que fueran varones, terminaron jugando en contra de la campaña verde. En los foros de los periódicos y revistas virtuales se decía de él que podría ser un buen presidente en Suiza, Holanda, Suecia o Lituania, pero no en Colombia, porque este país -como decía el maestro Echandía- es Cundinamarca y no Dinamarca. Además, no faltaba el que dijera que para gobernar “nuestro país se necesitan hombres que tengan tres huevos”, capaces de gritarle a cualquiera por teléfono “si lo veo le doy en la cara marica”.

La puesta en escena de esta campaña de descrédito fue ambientada con una invasión cuidadosa de las redes sociales y de YouTube con videos del mismo estilo. Para cerrar con broche de oro, la campaña que se reclamaba heredera de los verdaderos valores URIBISTAS, (con mayúsculas, porque el Dr. Uribe es un patrimonio nacional, dijo el director del Partido Conservador), introdujo en el debate electoral al gurú de las campañas sucias. El propio candidato oficialista lo presentó como un hombre “satanizado de forma exagerada”, por ser un estratega político “muy exitoso”. El enganche “del rey de la campaña negra” por parte de la campaña oficialista se hizo para “bloquear, distraer, dividir” al electorado mediante “el rumor” y revertir “la tendencia de caída que traía” la campaña “del Dr. Santos”[vi].

De los trucos deleznables, a los que suele recurrir el estratega enganchado para frenar el ascenso de Antanas Mockus y atajar el desbordamiento de la Ola verde, Nicolás Uribe, una de las pocas figuras creíble de esa federación de caciques regionales de pasado oscuro, conocida como Partido de la U, dijo: es un hombre que se caracteriza por organizar “todo tipo de artimañas, entre las que sobresalen por su bajeza y ordinariez, la de realizar fotomontajes inescrupulosos” [vii]. Bajo los consejos del gurú del descrédito, el sucesor de Álvaro Uribe recuperó el espacio perdido y pudo finalmente sentarse en el solio presidencial.

La victoria del oficialismo y la derrota del partido Verde en las justas electorales de 2010 eran cosas previsibles. Los verdes no tenían maquinaria electoral, contaba con poco dinero para invertir en publicidad y la mayoría de sus miembros no tenían experiencia en manejo de campañas nacionales con opción de poder. Su falta de recorrido en ese campo –más que las estrategias del gurú de la campaña sucia- los llevó a cometer errores garrafales, que terminaron por frenar el ascenso de su candidato.

Sumemos a lo anterior el hecho que los verdes estaban enfrentados al candidato del presidente mas popular en la historia reciente de Colombia. Éste, temeroso de que el ganador de la contienda fuera el candidato verde, cuya favorabilidad en el electorado de opinión había ascendido, porque representaba valores completamente opuestos a los que habían gobernado al país por ocho años, no se privó de promocionar al candidato que si podía “cuidarle los tres huevitos a la gallinita doña Rumbo”[viii].     

Hoy, cuando el polvorín electoral de 2010 se ha disipado, un análisis de la Ola verde con cabeza fría nos permite ver los hechos desde una orbita diferente. En primer lugar, cuando se mira el asunto a la luz de la tradición electoral colombiana, donde las nuevas fuerzas políticas y las disidencias, nunca han podido conquistar el poder, como si ha sucedido, después de los años 90 en Perú (Alberto Fujimori y Alejandro Toledo), Venezuela (Hugo Chávez), Ecuador (Lucio Gutiérrez y Rafael Correa) y Bolivia (Evo Morales), el logro del Partido Verde en las presidenciales colombianas de 2010 fue una proeza.

A parte de Álvaro Uribe y del presidente Juan Manuel Santos, quienes más que liderar  una nueva fuerza política, son caudillos de una coalición formada por jefes de viejas fuerzas políticas, en Colombia no hay otro caso de políticos disidentes o jefes de nuevos partidos, que hayan conquistado el poder.

Es dentro de ese contexto donde Antanas Mockus, un hombre reconocido por no ser un buen orador, ni por ser un político hábil, alcanza su importancia histórica. El sólo hecho de  haber forzado la segunda vuelta, en un pulso desigual con las fuerzas uribistas, que no escatimaron ningún medio para conservar el poder, hizo del partido Verde un ganador.

Pero no sólo eso. El logro electoral del Partido Verde derribó varias de las paredes del pañol, donde se guardaba el legado que el presidente Uribe buscaba imponerle a su sucesor con la metáfora pedestre de los tres huevitos de la gallinita doña Rumbo. Es gracia a la atmósfera de rechazo a la corrupción, que surgió alrededor de la campaña de Mockus, que el gobierno del presidente Santos ha podido irse desmarcando lentamente del legado del uribato. Sin el discurso de Mockus en la campaña pasada –y lo que Mockus representa en sí- y sin el apoyo electoral de la opinión pública a ese discurso anticorrupción, el gobierno Santos no podría hoy sacar la pus, con solo poner el dedo sobre las pústulas, que le dejó por todo el país el régimen del egregio presidente Álvaro Uribe[ix].

En conclusión: el mayor impacto que ha generado el ingreso del Partido Verde –pero sobre todo el discurso de Antanas Mockus- al escenario político nacional está representado en el tímido levantamiento popular contra la corrupción a nivel nacional y el distanciamiento de Gustavo Petro –una vez pasada la contienda presidencial- de la posición oficial del Polo democrático frente al manejo clientelista y poco transparente de la alcaldía de Bogotá. Si hoy se habla abiertamente de corrupción en muchas regiones de Colombia, ello se le debe a Mockus. Es gracias a la tradición de transparencia y honradez, que él instauró en el manejo de los recursos públicos en Bogotá que hoy los bogotanos le hacen el feo, sin miramientos, a los Moreno Rojas. Por eso el Dr. Benedetti se ha convertido en el enemigo público número uno de Mockus y por eso los miembros del uribismo pura sangre lo detestan. Y tiene que ser así, pues Mockus representa todo lo contrario de lo que ellos son. Además, él sueña con un país diferente del país en el que ellos duermen y se despiertan todos los días.   

Parafraseando a Fernando Araujo Perdomo[x], habría que decir que si Uribe es un patrimonio nacional para la clase política tradicional, Mockus es el mayor patrimonio del partido Verde, que convocó en las elecciones de 2010 a los colombianos que sueñan con un país decente, gobernado por una clase política potable.

Por eso entregarle el partido Verde, por una simple componenda electoral a los intereses uribistas es un despropósito.


El lodazal de las disputas en el Partido Verde


Nada parecía más claro; negro sobre blanco podría decirse, que el mandato que los 3.587.975 electores que votaron por su candidato presidencial le dieron al Partido Verde en las elecciones de junio de 2010: constituirse en una fuerza alternativa al uribismo imperante. Por eso resulta paradójico que los coqueteos de Uribe al Candidato oficial de este partido a la alcaldía de Bogotá se hayan convertido en la manzana de la discordia en el campo verdolaga. Más que eso: no tiene sentido que el Candidato oficial de dicho partido se haya dejado distraer por los “cantos de sirena”, que provienen de los arrecifes uribistas.

La causa principal de la fractura que hoy se advierte en el seno del partido verde es el apoyo de Uribe a Peñaloza y el orgullo que siente Peñalosa por contar con dicho apoyo. La incomodidad generada por la intromición de Uribe y toda la cúpula del Partido de la U en la vida del partido Verde, no le importa al peñalocismo. Éste, abanderado por Gilma Jiménez, considera dicha acto como un privilegio y por eso la senadora no se mide para decir que ve con buenos ojos el legado de Uribe –a pesar de todo lo que hoy sale al flote. Para Gilma –a quien sólo parece interesarle la victoria electoral en la capital- los escándalos del gobierno Uribe son cosas del pasado, por eso hay que pasar la pagina, y pensar en el futuro. Y en vista de asegurar ese futuro a ella no le importa ver en una misma tarima a Uribe y Mockus, sin importar que ellos representen dos países completamente opuestos.

Si lo que interesa es asegurar la victoria a como de lugar, hay que preguntarle a Peñaloza y al peñalocismo ¿por qué se opusieron con tanto ardor a la coalición con Gustavo Petro y el Polo en la contienda presidencial? ¿Por qué es legitima –dentro de la mecánica electoral- una coalición con Uribe e ilegitima una coalición con Petro?    

Enrique Peñaloza, que tiene el prestigio mundial de ser un excelente administrador de ciudades y que arrancó punteando las encuestas sin el apoyo de Uribe, al igual que el séquito que lo sigue, parece que no se ha dado cuenta que tiene todas las cartas en la mano para desarrollar una campaña ganadora sin el padrinazgo de Uribe. La primera carta la representa la puesta en evidencia del error que cometieron los electores al no haberlo escogido, por escoger al candidato del Polo. Esa es una carta que vale su peso en oro a la luz del fracaso de la administración de Samuel Moreno.

¿Será que Peñaloza olvidó que en 2007 el alejamiento del electorado capitalino de su causa se produjo después que Uribe irrumpió, de manera arbitraria, en la campaña electoral y pidió el voto por él? ¿Será que Peñaloza no se ha dado cuenta que el electorado bogotano es uno de los electorados mas independiente de Colombia, un electorado que no sigue en las elecciones a alcandía las orientaciones de nadie y que en el pasado eligió a Luis Eduardo Garzón y a Samuel Moreno Rojas para oponerse a Uribe? Si no lo sabe que alguien se lo diga.

La segunda gran carta que tiene Enrique Peñaloza en su baraja es Mockus, un hombre que se ha hecho elegir en Bogotá saliendo de la nada y contrariando los pronósticos de las encuestas. Mockus es el hombre que le cambió la mentalidad a los capitalinos y todo el país hoy reconoce –incluidos los opositores de Mockus- que él dio inicio a una sucesión de alcaldías que marcaron una época de cambios positivos para la capital colombiana, que se interrumpió con la elección de Samuel Moreno Rojas. Con esa verdad histórica visible ¿por qué se deja Enrique Peñaloza distraer por los coqueteos de un expresidente cuestionado, cuyo legado histórico se descuaderna día tras día[xi] y cuyo equipo de gobierno se la ha pasado de estrado judicial en estrado judicial, después que se terminó su mandato? ¿Será que Peñaloza no se ha percatado que hace parte de un equipo que cuenta en su haber con los tres exalcaldes más exitosos de Bogotá?

Que alguien le haga caer en cuenta a Peñaloza, por si no se ha enterado, que la situación embarazosa que le ha sobrevenido al entorno uribista, por las indelicadezas cometidas durante el uribato, se sintetizan bien en una frase lapidaria, que Andrés Pastrana lanzó 10 días después que Uribe entregara el poder. Según el expresidente conservador mientras que a sus asesores “los estaban llamado al nuevo Gobierno de Santos, los asesores más cercanos de Uribe estaban siendo llamados a rendir indagatoria[xii]”. ¿Es con ese tipo de entorno que Peñaloza quiere llegar a la alcaldía de Bogotá a nombre del partido Verde?  ¿Será que Peñaloza no se ha dado cuenta que el carrusel de los Nule ya salpicó, de manera directa, a dos de los miembros mas dilectos del círculo inmediato del inolvidable presidente Uribe y descabezó al gordo Bautista, uno de los mascarones de proa del Partido de la U, por fuera del parlamento?

Es tal el desdibujamiento que está sufriendo el legado histórico del gobierno Uribe, que cada día aumenta, en todos los rincones del país, el grupo de los que afirman –sin  tapujos- que "El presidente Uribe actuó repetidamente y sistemáticamente con odio, rabia, rencor y ponzoñosa virulencia” y de ese modo “dio un ejemplo dañino a la población[xiii]”. Mal ejemplo que se evidencia en “la oscuridad y perversión de las chuzadas del DAS, lo tenebroso de los falsos positivos, la cacería de brujas permanente, el posible aprovechamiento familiar para hacer negocios, la corrupción exacerbada y la compra de la primera reelección”. Éstos eventos “también hacen parte del legado[xiv]del gobierno Uribe. No está demás recordarle a Peñalosa que fue contra todo eso que votaron los electores que le apostaron al partido verde.

Frente a esos lunares, que son cada vez más evidentes y de los que hasta el propio heredero directo de Uribe intenta desmarcarse, vale la pena preguntar: ¿Cuál es el afán del ala peñalosista del partido Verde por acercarse a Uribe, en una época en la que, según el periodista Gabriel Ortis, “ya no pasa un día sin que aparezca un nuevo escándalo que cobije a funcionarios[xv]” de su gobierno?  ¿De donde le proviene a Peñaloza esa vocación kamikaze o bordeline que lo lleva a acercarse, contra viento y marea, a una figura pública tan cuestionada por los sectores que mueven el voto de opinión, que es la fuerza electoral que elige alcaldes en Bogotá después de1994?

¿Será que Peñaloza sigue ensimismado con “los espejismos” generados por el discurso gazmoño y paternalista de Uribe? Como bien lo subraya Gabriel Ortiz en del diario conservador El Nuevo Siglo, con ese discurso nos engañaron “sin piedad alguna” durante ocho años y por eso ahora descubrimos con dolor que “Donde se ponga el dedo sale pus”[xvi]

No quiero ver a Peñaloza, pertrechado bajo el paraguas del expresidente Uribe, en un mano a mano con Gustavo Petro. Petro también será candidato a la alcaldía de Bogotá y ya en una entrevista, que está circulando en Factbook, soltó el primer cañonazo que nos advierte sobre el tono de su discurso contra los verdes si estos se abrazan con Uribe en las tarimas, como lo quiere Gilma Jiménez. Miren lo que dijo:Nosotros hemos propuesto un encuentro progresista en muchas regiones de Colombia. Se lo propusimos al Partido Verde para hacerlo de forma coordinada en todo el país, pero ellos prefirieron su alianza con (Álvaro) Uribe y nosotros no podemos meternos en eso, porque obviamente una alianza con él no es progresista ni democrática. [...]Igual que el Partido Verde pudo aliarse con Uribe en un acuerdo que nada tiene que ver con el progresismo, a mi me gustaría que diversas fuerzas que sí lo son incluidos sectores verdes pudieran encontrarse en un programa y una candidatura comunes”. En opinión de Petro la lucha en Bogotá va a ser entre un candidato progresista como sería yo y el candidato oficial del poder, que es (Enrique) Peñalosa. 

Si el partido verde se cuelga en Bogotá la etiqueta uribista, habrá sacrificado el capital electoral que cosechó en la contienda electoral bajo la conducción de Antanas Mockus. Gracias a su rectitud en la gestión de los recursos públicos y a su empeño por construir cultura ciudadana, Mockus se convirtió en el estandarte del discurso contra la corrupción y le heredó al partido verde ese legado.

Pero el partido no es la única instancia política que puede reclamar esa bandera. Por sus debates cimeros contra la para-política y la farco-política, por haberse alejado del Polo a tiempo y por haber destapado la hoya podrida de la corrupción en Bogotá, Gustavo Petro es una de las figuras más creíbles en el tema anticorrupción, que existe en la Colombia de estos momentos. Si la alianza Peñaloza-Uribe cuaja y Petro es el adversario de Peñalosa en Bogotá, la imagen del partido verde quedara averiada y el daño  será irreparable, aunque Peñaloza sea elegido. Si Petro gana la alcaldía, Peñaloza y el peñalosismo habrán firmado el acta de difusión del partido a nivel nacional, porque en Colombia –país centralista hasta los tuétanos-, en materia política lo que pasa en la capital, para un partido emergente y alternativo, pasa en todo el país.



[i] Juanita León, “La ola de Mockus alcanza a Santos,”  La Silla Vacia.com, 23 de Abril, 2010 12:36 am. http://www.acapela.tv/en/talking-card/UncleSam/

[ii] Tele noticiero noticias Uno, “Uribe dice ’le voy a dar en la cara marica’ 9 dic. 2007”, http://www.youtube.com/watch?v=QjT2OONKmZ0

[iii]Valentina Díaz Gómez, “La corrupción en tiempos de Uribe”, Blog Realidades Colombianas, http://realidades.lacoctelera.net/post/2009/11/21/la-corrupcion-tiempos-uribe  

[iv]aciem”, comentario publicado el publicado el 16 de junio de 2010 en el portal de Citytv.com.co, http://www.citytv.com.co/videos/88852/mockus-pregunta-a-juan-manuel-santos-el-gobierno-de-uribe-es-corrupto-cual-es-su-posicion

[v] Ver el grupo de Facebook, « NO A MOCKUS, SI A SANTOS "URIBE PATRIMONIO NACIONAL", http://www.facebook.com/group.php?gid=117647478255900&v=wall

[vi] Javier Aparisi, “JJ. Rendón: un estratega sin contrato”, nota de BBC mundo reproducida por Semana.com (Bogotá) Martes 11 Mayo 2010, http://www.semana.com/politica/jj-rendon-estratega-contrato/138785-3.aspx

[vii] Redacción de la revista Semana, “JJ. Rendón: el enigma detrás del polémico estratega”, Revista Semana, Martes 4 Mayo 2010, http://www.semana.com/politica/jj-rendon-enigma-detras-del-polemico-estratega/138465-3.aspx

[viii] Paola Rojas, “A ‘Doña Rumbo’ y sus tres huevitos también se les agota el tiempo” , Diario La Opinión (Cucuta), 17 Julio 2010, http://www.laopinion.com.co/noticias/index.php?option=com_content&task=view&id=355039&Itemid=33

[ix]Noticias Caracol, “"Donde uno pone el dedo sale pus", Multimedios de El Espectador.com, (Bogotá), política,  3 de marzo 2011 - 7:59 am. http://www.elespectador.com/noticias/politica/video-254478-donde-uno-pone-el-dedo-sale-pus

[x] Redacción política de El Espectador, “Conservadores descartan alianza con Mockus para segunda vuelta”, El Espectador (Bogotá), política, 28 de abril de 2010, http://m.elespectador.com/noticias/politica/articulo200525-conservadores-descartan-alianza-mockus-segunda-vuelta

[xi] Rodrigo Hurtado Sabogal, “¿Todo fue a sus espaldas?: Síntesis de algunas de las causas pendientes en los tribunales nacionales e internacionales contra el presidente Uribe, sus familiares y altos funcionarios de su gobierno”, Razón Pública, lunes, 19 de julio de 2010 http://www.razonpublica.com/razon_publica/index.php?option=com_content&task=view&id=1157&Itemid=339

[xii]Agencia EFE “Ex presidente dice que Chávez dio un “cambio importante” al condenar lucha armada”, Portal de Noticias 365, 17 agoto de 2010, http://www.noticias365.com.ve/temas/al-dia/venezuela/ex-presidente-dice-que-chavez-dio-un-cambio-importante-al-condenar-lucha-armada/

[xiii] Ricardo Correa Robledo, “El gobierno Uribe: luces y sombras” La patria.com, (Manizales), opinión, 5 de agosto de 2010, http://www.lapatria.com/story/el-gobierno-uribe-luces-y-sombras

[xiv] Ídem.

[xv]Gabriel Ortiz ¿Dónde estaba el capitán?, Viernes, 06 de Mayo de 2011 00:00, portal denunciando.com, http://www.denunciando.com/politica-y-sociedad-85/446920-donde-estaba-el-capitan.html

[xvi]Gabriel Ortiz, “El dedo y la pus”, El Nuevo Siglo, Bogotá, opinión, viernes, 11 de Marzo de 2011, http://www.elnuevosiglo.com.co/editoriales/opinion/150-gabriel-ortiz-/31799-el-dedo-y-la-pus.html

Resultado de las elecciones canadienses: gobierno para los conservadores y oposición oficial para los socialdemócratas

Resultado de las elecciones canadienses: gobierno para los conservadores y oposición oficial para los socialdemócratas

Stephen Harper, primer ministro canadiense y Jack Leyton, jefe de la oposición. Las fotos fueron tomadas del sitio oficial del partido conservador y del N.P.D.

 

Un armario en la historia para Stephen Harper y un folder para Jack Leyton


En las elecciones canadienses del dos de mayo pasado sucedieron una serie de incidentes de gran importancia histórica. Los resultados electorales de ese día van a marcar la vida de Canadá en los próximos dos decenios. En gracia de síntesis podríamos decir que los electores le otorgaron un armario en la historia nacional a Stephen Harper, sentaron a Jack Leyton en el escaño de la oposición oficial, castigaron sin piedad a los Liberales, desmoronaron al Bloque y plantaron un árbol en el campo del Partido Verde.

En mi crónica pasada apoyándome en las tendencias que proyectaban las encuestas en Québec y en el comportamiento histórico que siempre ha mostrado Alberta a la hora de votar, me atreví a predecir un nuevo gobierno minoritario. Según mis cábalas el nuevo gobierno sería minoritario Liberal o Conservador, pero minoritario. En mis cálculos, los conservadores perderían un gran número de diputados tanto en Québec como Ontario, los liberales recuperarían parte del espacio perdido en el territorio quebequense, y volverían a recuperar el terreno perdido en otras provincias. En cuanto al N.P.D. de Jack Leyton yo apostaba que aumentaría su número de diputados en dos o tres y que sus mayores logros los obtendría en Québec a expensa de su primo ideológico el Bloque quebequense. En cuanto al bloque, nunca pensé que este partido fuese a desaparecer de la carta electoral. En mis cuentas lo veía perdiendo entre ocho y diez curules, pero arrebatándole dos o tres escaño en los alrededores de la ciudad de Québec a los conservadores de Harper.

Mis predicciones las basé en varios eventos que eran perceptibles a simple vista. La impopularidad de Harper en un vasto sector de la opinión pública a lo largo y ancho de Canadá y los escándalos que salpicaron a algunas personas de su entera confianza, como Dimitri Soudas, antes y durante la campaña. La campaña dinámica que adelantaba Michael Ignatieff y la calidad de algunas propuestas del programa liberal, como los bonos de ayuda a los estudiantes universitarios durante cinco años. El rápido asenso de los socialdemócratas en las encuestas en Québec, que contrastaba con el leve interés que habían despertado en otras provincias y la campaña tenaz que adelantaba el líder del Bloque de Québec, Gilles Duceppe, en procura de arrebatarle algunos distritos estratégicos a los liberales y conservadores en la bella provincia.

Las cosas pasaron de Manera completamente distinta. Hoy tenemos un gobierno conservador mayoritario, los liberales reducidos a su mínima expresión, los social demócratas sentados en el banco de la oposición y el bloque en vía de desaparición.


¿Por qué ganaron los conservadores si la mayoría de los canadienses no se siente a gusto con ellos?

 

La victoria conservadora fue contundente. Ni los mismos estrategas conservadores la esperaban. El 28 de abril, en entrevista con Céline Galipeau, Harper se mostraba resignado frente a la imposibilidad de hacer realidad su sueño de obtener la mayoría que tanto había demandado. Sus respuestas daban a entender que en su cabeza la idea de dirigir un nuevo gobierno minoritario comenzaba a ser una realidad, que se instalaba en la medida que la campaña avanzaba. En ese momento era evidente que la intención de voto por los conservadores se había estancado. Así lo atestiguaban los resultados de las últimas encuestas. Por eso los primeros sorprendidos con los resultados fueron ellos mismos, que al comienzo sólo soñaban con conseguir el número mágico de 13 curules, para obtener el derecho de gobernar con las manos libres.

Sin haber obtenido un avance significativo en las urnas, los conservadores terminaron ganando en estos comicios 24 escaños más que en los comicios de 2008. A pesar de que su votación ascendió solamente 1.95%, pues pasó de 37.65% à 39.60%, el equipo conservador dio el salto de 143 a 167 curules. Como lo sostiene Vincent Marissal,  cronista político del journal La Presse, Harper dejó regado a sus adversarios y ganó la carrera sobrado.

Lo que resulta increíble, cuando se analiza el éxito electoral de los conservadores, es que su gesta haya sido posible a pesar del talante antipático de su líder, así como de mucha de la gente que lo rodea. La manera como el líder conservador y sus estrategas manejaron la campaña: sólo concedían entrevistas a medios conservadores y organizaban reuniones a puerta cerrada, en las que sólo se aceptaba la entrada de personas que hubiesen probado su fidelidad al partido, puso en escena el talante despótico y excluyente de los conservadores.

La prevención de los conservadores frente a la gente ajena a su línea de pensamiento, los llevó incluso a expulsar de sus reuniones a personas que consideraron de militancia dudosa. El caso más sonado sucedió en la ciudad de London Ontario, donde los responsables de la seguridad del candidato conservador sacaron de una de sus reuniones a la estudiante Awish Aslam y su amiga, porque husmeando en su cuenta de Facebook encontraron una foto de ellas con el líder liberal Michael Ignatieff. Los pocos contactos de Harper con el público común y corriente se dieron sólo en aquellos lugares, donde sus estrategas de campaña estaban completamente seguros de que la audiencia le era absolutamente favorable y que por ende nadie le tenía preparada una pregunta capciosa.

El temor de Harper y sus estrategas de foguearlo en escenarios que escapaban a su control se evidenció con su negativa a participar en Tout le monde en parle, el talk show mas popular de la televisión francesa de Canadá. Por allí pasaron todos los otros jefes de partidos fuertes, salvo Harper, que siempre se ha negado a participar en dicho programa, porque sus animadores son reconocidos por hacer comentarios y preguntas irreverentes. Además de lo anterior, los invitados suelen trenzarse entre ellos en pequeños debates sobre temas sensibles.

En mi opinión la victoria conservadora es atribuible a dos hechos. De un lado está la ola naranja que desató Jack Leyton en Québec y en algunas regiones de Ontario. Del otro se encuentra el trabajo de relojero, que hicieron los conservadores para movilizar única y exclusivamente al electorado conservador. Vincent Marissal describe la campaña conservadora, como una campaña que se desarrolló a la defensiva y sobre la base del ataque directo a los adversarios. Sabedores de que aquí, allá y acullá los conservadores salen siempre a votar y que aunque sus candidatos tengan poco chance de salir elegidos, los electores conservadores los apoyan incondicionalmente, los estrategas conservadores se dedicaron a trabajar única y exclusivamente al electorado conservador. Su objetivo principal era conservar el control del gobierno, aunque éste fuera un gobierno minoritario.

Para movilizar al electorado conservador desarrollaron esencialmente tres estrategias. Las campañas sucias, el uso del miedo y la repetición, hasta el cansancio, de los tres elementos que querían posesionar en la mente de sus electores. Eso explica la estrategia burbuja de la campaña conservadora y el manejo selectivo de los medios. Delante esa clientela fiel y en esos medios obsecuentes, Harper no paró de decir que era necesario elegir un gobierno conservador mayoritario para asegurar la buena marcha de la economía, elegir un gobierno conservador mayoritario para devolverle la estabilidad política al país y evitar un gobierno de coalición de los partidos de oposición y elegir un gobierno conservador mayoritario para trabajar por mejorar la seguridad del país y luchar de manera más eficiente contra el crimen.

En ese tipo de escenarios nadie iba a preguntarle por las suspicacias que ha había generando su último gobierno en materia de ética y transparencia. Ni por la politiquería, denunciada por amplios sectores de la sociedad civil, en lo que respecta a la designación de representantes gubernamentales en puestos claves, en los que antes sólo se le exigía a los postulados demostrar sus competencias. Allí nadie iba a recordarle los incidentes que condujeron a la caída de su último gobierno por ultraje al parlamento. 

En cuanto al ascenso de los socialdemócratas, la Ola naranja –como ahora le llaman- dividió al electorado liberal. Como lo sostiene J.M., un lector de la crónica electoral de Marco Fortier en el journal Rue Frontenac, un amplio sector del electorado canadiense no perdona aún a los liberales por el escándalo de las Comanditas. Esto llevó a que los sectores más a la izquierda de los liberales se fueran a las toldas de los socialdemócratas, esperanzados en que la Ola naranja fuese lo suficientemente fuerte para arrasar a los conservadores. Por su parte los sectores más conservadores del Partido Liberal, asustados por el asenso de los socialdemócratas, se refugiaron bajo el paraguas conservador. Temerosos de que la profundidad de la Ola naranja fuese aún mayor de lo que parecía, esos liberales votaron por los conservadores para evitar un gobierno socialdemócrata.

Sin ser un líder convincente y a pesar de sus ideas retrogradas en una variedad de temas: procreación, unión de parejas del mismo sexo, medioambiente y tratamiento de la criminalidad, sin implementar el gobierno trasparente que nos prometió cuando explotó el escóndalo de las comanditas y apelando a los trucos sucios para minar la fuerza de sus adversarios, Stephen Harper se ha ganado por fin el derecho a tener un armario para él sólo en el salón central de la historia política canadiense. En adelante nadie está autorizado a recordarlo como un político gris, que entró en la historia por la puerta trasera de los gobiernos minoritarios. 


Un folder en la historia canadiense para Jack Leyton

 

Según un reportaje de Radio Canadá, en los cables revelados por Wikileak, los diplomáticos estadounidenses describen al jefe del partido N.P.D. como un ratón que logró atraer la atención de un león. Esa metáfora parece haber sido confirmada por las elecciones del pasado dos de mayo. El partido de Jack Leyton pasó del  cuarto puesto –en la escena federal- al segundo. De 37 escaños en las elecciones de 2008 los socialdemócratas pasaron a 102 en las de 2011. El fulgurante salto del N.P.D. se dio gracias a un asenso del 12.60% en su votación. Los socialdemócratas, que recolectaron el 18.20%  de los sufragios en el 2008, se quedaron en estas elecciones con el 30.80% del total de la cosecha. Ese es su mejor resultado en sus 50 años de vida política.

 En Québec el N.P.D. pasó de un diputado, Thomas Mulcair, a 59. En definitiva el ascenso socialdemócrata se jugó en los distritos quebequenses, pues ese partido pasó en esta provincia de tener una intención de voto de 18%, al comienzo de las elecciones, a capitalizar el 40% del voto el día de los escrutinios. La victoria fulgurante del N.P.D. en Québec ha llevado a algunos analistas conservadores a afirmar que los quebequenses cambiaron un partido socialdemócrata: el Bloque quebequense, por otro partido socialdemócrata, el N.P.D. En síntesis en Québec hubo un cambio político profundo, pero los quebequenses conservaron su tradición de izquierda.

Como la mayoría de los elegidos del N.P.D. son personas desconocidas, sus detractores no han dudado en llamarlos postes. Otros han echado mano de la juventud de la mayoría de los elegidos para criticar la victoria del N.P.D. En la ciudad de Sherbrook el diputado elegido sólo tiene 19 años y se encuentra en su primer año de universidad. En una circunscripción de Montreal, la elegida, una muchacha de origen asiático, apenas alcanza los 20 años y tres meses. En el distrito de Berthier-Maskinongé, el debate ha comenzado porque la candidata del N.P.D., Ruth Ellen Brosseau, no puso pancartas, no hizo campaña y durante la mayor parte del debate electoral estuvo de vacaciones en Las Vegas. Otro candidato de un distrito cercano, ausente también del debate, fue criticado por que se encontraba de vacaciones en Republica Dominicana.

Como lo manifestaron los analistas políticos Marc Laurendeau e Yves Boisvert en la emisión de radio de Cristiane Charette, el elemento que contribuyó fundamentalmente a la victoria del N.P.D. fue la personalidad de su jefe. Jack Leyton es un hombre que esboza de manera permanente una sonrisa agradable, que expresa de manera clara sus ideas, que usa de manera efectiva el sentido del humor y que a través de su carrera política, que se ha desarrollado desde la esquina de la oposición, no solamente ha jugado como simple crítico de los gobiernos de turno. Todo lo contrario, su capacidad de identificar los problemas, de presentar soluciones y de tomar la iniciativa en las negociaciones, han hecho de Leyton un político exitoso, a pesar de liderar un partido secundario.

En lo que concierne a la elección de los postes, la mejor respuesta a esa crítica la dio el analista Marc Laurendeau: “si en Québec hemos elegido postes a nombre del N.P.D. eso se debe a la confianza que nos genera el señor Leyton, como jefe de partido”. Sempai G, un lector de la crónica electoral de Marco Fortier en el journal Rue Frontenac, sintetiza la situación de manera contundente: “Yo voté por los Socialdemócratas, para animar al viejo Jack. […] Con eso quiero decirles que yo no sé si el candidato del N.P.D elegido en mi circunscripción, Verchères-Les Patriotes, es un hombre o una mujer. Ninguna foto, ninguna entrevista, nada, nada”. Otros atribuyen el éxito electoral de Jack Leyton a su paso por el celebre Talk Show Tout le monde en parle, la misma emisión de T.V. que siempre se ha negado a visitar el primer ministro Stephen Harper. 

En mi opinión el asenso de Jack Leyton en Québec es el resultado de varias cosas. El deseo de cambiar de aire de la gente y su voluntad de mandarle un mensaje fuerte al conservadurismo de Harper. El agotamiento del discurso del Bloque Quebequense y el desprestigio generalizado de los liberales. La personalidad seductora Leyton y la capacidad de acercarse a la gente, de escucharla y de darle importancia a lo que ella le dice. Durante la campaña, mientras Stephen Harper visitaba una escuela de Karate Infantil y una guardería, Jack Leyton y su equipo asistían al estadio en Montreal, a un partido clave de los Canadian de Montreal, vistiendo la camiseta del equipo, y visitaban las universidades.

Otro aspecto positivo de Leyton es su capacidad de leer la realidad y expresar de manera coherente las soluciones que visiona para los problemas que identifica. Su decisión de reciclar el programa de la campaña anterior y de repetirlo sin pena, a pesar de las críticas de la prensa, así como la serenidad con la que manejó el asenso en las encuestas son otras de las claves de su éxito. Otro punto a su favor fue su capacidad para conformar un equipo político, integrado con gente de todos los orígenes sociales: indígenas, estudiantes, profesores, sindicalistas, jubilados, pequeños empresarios, trabajadores independientes, inmigrantes y gente ligada a la vida comunitaria.

Algunos sostienen que con el ascenso del N.P.D, a nivel federal, puede volver a pasar lo mismo que sucedió, a nivel provincial, con la Acción Democrática de Québec (ADQ) en las elecciones del 26 de marzo de 2007. En esa ocasión ese partido de derecha pasó de 4 a 41 sillas en el parlamento provincial. En las elecciones del 8 de diciembre de 2008 la  A.D.Q. se desinfló y solamente alcanzó a sacar 7 escaños. En mi opinión las cosas no pasarán del mismo modo, porque el fenómeno A.D.Q. benefició de la oleada de xenofobia, que rodeó el debate sobre el tema del acomodamiento razonable de los inmigrantes en el seno de la sociedad Quebequense. Cuando el debate sobre el tema pasó, la ADQ se Quedó sin programa y los electores conservadores se dieron cuenta que sus intereses podían ser defendido, de manera más eficiente, por el partido liberal provincial.

Lo que ha sucedido en estas elecciones federales refleja otro asunto. En general podría decirse que Canadá entra en la dinámica en la que entraron hace rato las democracias más antiguas y consolidadas de Europa, así como Israel: la desaparición de los partidos liberales y la articulación del debate político entorno al eje Izquierda-Derecha. La Izquierda organizada alrededor de la socialdemocracia y la derecha alrededor de los partidos conservadores.

A diferencia de la A.D.Q. que se quedo sin programa un año y medio después de haberse convertido en oposición oficial, los socialdemócratas del M.P.D. tienen mucha tela de donde cortar. A eso hay que agregarle que muchos de los diputados que acaban de ser electos, son personas que tienen un largo recorrido en la actividad comunitaria,  sindical y estudiantil. Quizá muchas de esas personas habían soñado desde siempre con encontrarse algún día en los centros de poder, para hacer avanzar las causas por las que han peleado siempre. Dentro de esa lógica, las elecciones de este dos de mayo terminaron por ofrecerles la oportunidad que tanto habían esperado. Considero que muchos van a aprovechar su cuarto de hora, para desarrollar un trabajo serio en Ottawa.

En cuanto a los liberales, la exdiputada liberal Liza Frulla lo dijo todo en la mesa de análisis electoral de Céline Galipeau: “superar el escándalo de corrupción de las comanditas le va a costar al Partido Libera una generación”. Parece que Michael Ignatieff, un científico social brillante, no percibió ese detalle. Eso explica porque al final de la campaña sacó de su retiro a dos ex-primer ministros, que la gente asocia con dicho affaire: Jean Chrétien et Paul Martin, para que abogaran por su causa. Como bien lo sostiene J.M., el comentador de periódico que mencionamos atrás, ese fue el único error de su campaña, pero fue a la vez su peor error.

Para finalizar una simple constatación de lector de periódicos, que tiene poco que ver con el asunto. Resulta sorprendente que ninguno de los diarios y publicaciones importantes de Colombia le hayan dedicado una simple nota a los resultados electorales canadienses. Pareciera que para los responsables de las noticias internacionales, en las salas de redacción de los medios colombianos, Norteamérica se redujera sólo a los Estados Unidos, pero sobre todo a Nueva York, Washington y Miami.

Canadá en elecciones: perspectiva histórica de una crisis política de fondo

Canadá en elecciones: perspectiva histórica de una crisis política de fondo

Pancartas publicitarias alusivas a los tres partidos federales en un distrito electoral de Montreal

El pasado 25 de marzo los partidos de oposición decidieron ponerle fin al segundo gobierno minoritario más largo en la historia de Canadá. Invocando por primera vez en la historia canadiense la figura política de “ultraje al parlamento por parte del gobierno”, la oposición aprobó una moción de censura, que sentenció, con 156 votos a favor y 145 en contra, la perdida de confianza de la Cámara de los Comunes frente al Gobierno de Stephen Harper. Con la caída del gobierno Harper, los canadienses asistimos a la conclusión de un nuevo capitulo de una saga política marcada por la inestabilidad. La serie gobiernos minoritarios en la escena política federal se inició el 14 de noviembre de 2003, con la elección de Paul Martin a la dirección del partido liberal.

La crisis política que se vive actualmente en Ottawa es el resultado de dos eventos. El primero de ellos es la consolidación del Bloque Quebequense como vocero principal de los intereses de Québec en Ottawa. Este partido político, que fue fundado el 15 de junio de 1991, se ha venido haciendo elegir al parlamento federal jugando sólo en el escenario provincial. Desde las elecciones federales de 2004 el Bloque ha elegido el mayor número de diputados en representación de Quebec a Ottawa. En 2004 el bloque eligió 54 de los 75 diputados provinciales, en 2006 eligió 60 y 49 en la campaña de 2008. El segundo elemento es la debilidad electoral de los partidos federales. Ninguno de los tres grandes partidos que compiten en la escena federal: el Liberal, el Conservador y el Nuevo partido democrático (N.P.D), ha mostrado la capacidad de convocatoria suficiente, para arrasar a sus adversarios en el resto de Canadá y alcanzar el número mágico de 155 curules.

La debilidad política del partido Liberal, que ha sido tradicionalmente el partido de mayor aceptación popular en la historia canadiense, es la herencia que le dejó el legendario escándalo de las Comanditas. Dicho escándalo terminó destruyendo, particularmente en Québec, la imagen del partido Liberal. Las Comanditas se llevaron por delante a muchas de las figuras más prestantes del liberalismo. Después de dicho escándalo los liberales presentan una crisis de liderazgo y de credibilidad, que ha terminado frenando la dinámica renovadora, que quiso imponerle al partido su actual jefe Michael Ignatieff. Ignatieff, un reconocido académico que abandonó en el 2006 los salones de las más prestigiosas universidades norteamericanas por un escaño en el parlamento federal, no ha podido levantar la imagen de los liberales ni recomponer el partido, a pesar de sus esfuerzos.

El escándalo de corrupción de las comanditas, que es considerado el mayor escándalo de corrupción de los últimos 50 años de la historia canadiense, le ha salido caro a los liberales. Sobre todo en Québec, donde el electorado liberal se pasó a las toldas del Bloque. Paul Martin, que había sido el artífice de la recuperación de las finanzas públicas canadienses, le tocó sufrir el primer golpe político del escándalo. A partir de ese momento los canadienses –particularmente los quebequenses- comenzaron a ver al partido Liberal como una organización dirigida por una banda de corruptos, que debían ser castigados en las urnas. El electorado canadiense, siempre vigilante de la labor de sus elegidos y severo frente a la indelicadeza de sus políticos, no dudó en quitarle el respaldo a los liberales en las elecciones del 28 junio de 2004. Paul Martin, que había esperado largo tiempo para dirigir al partido liberal y que añoraba cumplir el sueño de su padre, que no pudo ser primer ministro, se despertó el 29 de junio a la cabeza de un gobierno minoritario, que la oposición amenazaba con tumbar a cada semana.

Para poder reinar durante un año y cinco meses, Martin tuvo que pactar con los socialdemócratas del NPD. A pesar de dicha alianza, Martin jamás pudo dormir tranquilo. Sumando los 135 escaños de los liberales y los 19 del NPD, le faltaba uno aún para lograr la mayoría absoluta. Desde el primer día de su mandato, Martin debió adaptar el proyecto de gobierno liberal al proyecto político de los socialdemócratas. En mayo del 2005, cuando se votaba el presupuesto federal, los socialdemócratas se insubordinaron y amenazaron con quitarle el respaldo a su gobierno, si no complacía sus demandas. Para salvarse de la moción de desconfianza que proponían sus opositores más acérrimos: los conservadores de Stephen Harper y los soberanistas del Bloque de Québec, Martin tuvo que hacerle costosas concesiones a los socialdemócratas. En la votación del presupuesto, el 19 de mayo de 2005, el gobierno de Martin se salvó porque una semana antes la diputada conservadora Belinda Stronach decidió abandonar el partido conservador, que aspiró a dirigir, por un ministerio del gobierno liberal. El 28 de noviembre de ese año, en ocasión de una moción de censura presentada por los conservadores, los socialdemócratas le quitaron el respaldo a Martin y su gobierno cayó.

El 23 de enero de  2006 los canadienses eligieron un nuevo gobierno minoritario. Esta vez los conductores del gobierno eran los conservadores, liderados por Stephen Harper. Aunque Harper obtenía el poder, el mandato que le conferían los electores era frágil y esto lo obligaba a buscar coaliciones con uno de los partidos opositores menores, para poder gobernar. El problema de los conservadores era que sus posibles socios: el Bloque y el NPD se situaban ideológicamente en las antípodas del discurso conservador. A pesar de que sus posibilidades para hacer coalición con cualquiera de los dos eran mínimas, Harper pudo gobernar con mayor tranquilidad que Martin.

Varios factores confluyeron para que Harper pudiera mantenerse, sin muchos problemas, por casi dos años al frente de la colina parlamentaria. Al día siguiente de las elecciones Paul Martin renunció a la dirección del partido Liberal. Los liberales se concentraron en elegir un nuevo jefe. Las elecciones internas consagraron a Stéphane Dion como nuevo jefe liberal. La buena estrella de Harper quiso que el nuevo jefe liberal fuese visto desde el comienzo como un líder débil. La imagen débil del jefe oficial de la oposición, el desprestigio de los liberales y el fastidio de los electores frente a tantas elecciones, le permitieron al primer gobierno Harper de ser registrado en los anales, como el gobierno minoritario mas largo de la historia canadiense hasta ese momento.

El 7 de septiembre de 2008 el parlamento es disuelto por la gobernadora general. Stephen Harper con las encuestas a su favor se lanza a la búsqueda de un gobierno mayoritario. Animado por la buena imagen que proyecta ante la opinión pública en un país mayoritariamente liberal, Harper sale a buscar una mayoría que le permita desarrollar un programa de gobierno más conservador. La cohabitación con la oposición es cada vez más difícil. Los conservadores pura sangre se sienten maniatados dirigiendo un gobierno minoritario. Las elecciones son convocadas para el 14 de octubre. Las encuestas presagian la elección de un gobierno conservador mayoritario. Entusiasmados por la favorabilidad que tiene su líder ante la opinión pública, los ideólogos del partido comenzaron a hablar de la revisión de la ley sobre el aborto y la del matrimonio gey.

Asustada por el discurso conservador, la opinión publica de las provincias más liberales toma distancia de los conservadores. Para mantener el equilibrio de la balanza, los electores terminan eligiendo un gobierno minoritario. Harper pasó de 124 a 143 sillas. Los liberales, habiendo sufrido su peor derrota, comenzaron a pensar en un nuevo jefe.

Al comienzo de 2009 llegó a la cabeza del partido liberal Michael Ignatieff. Su aterrizaje se produjo en medio del barullo político generado por un proyecto de coalición para deshacerse de Harper. Los partidos de oposición habían montado dicho proyecto alrededor del derrotado jefe liberal Stéphane Dion. Ignatieff rechaza la maniobra. Harper sobrevive a un ataque, que los conservadores no dudan en considerar como una tentativa de golpe de Estado. Es increíble, pero las mismas circunstancias que hicieron posible un primer mandato estable para Harper a la cabeza de un gobierno minoritario, hicieron posible la longevidad de su segundo mandato. A pesar de su arrogancia y del manejo errático de las finanzas públicas, de las relaciones internacionales, de las políticas sociales y de la cultura, Harper mantiene una buena cuota de aceptación en el electorado.

El discurso moralista y la promesa de conducir un gobierno transparente no le impiden a Harper de cometer ciertas indelicadezas, que terminaron sacando a la oposición de quicios. La actitud reticente para rendir cuentas sobre algunas compras y construcciones, terminaron por tumbar su gobierno.

Hasta hoy el primer ministro Harper puede darse por bien servido. Su segundo gobierno, aunque minoritario, es el más largo de la historia canadiense. Como van las cosas, de seguro que seguirá haciendo historia sin ser un hombre brillante, sin ser un líder carismático. Las encuestas apuntan a que será elegido a la cabeza de un tercer gobierno minoritario. Quien quita. La suerte podría sonreírle a su partido y darle al final los votos suficientes para dirigir un gobierno conservador mayoritario. Si lo logra tendrá derecho a un anaquel en el armario principal de la historia canadiense. No importa que haya entrado a ella por la puerta falsa de los gobiernos minoritarios.

Atribuyéndome facultades de pitonisa predigo un nuevo gobierno minoritario. El dos de mayo los electores tienen la palabra y no deben delegar el uso de ella. En estas elecciones hay muchas cosas en juego: medioambiente, política internacional, políticas de salud pública en materia de reproducción, renovación de infraestructuras envejecidas, etc. En lo que concierne al electorado inmigrante éste está llamado a jugar un rol crucial. Esa es la razón por la que los jefes de los cuatro partidos más importantes andan como locos tratando de seducirlo. En las grandes aglomeraciones urbanas hay varias circunscripciones electorales, donde los candidatos provienen de las minorías étnicas.

Ese es el caso del distrito electoral de Papineau, en Montreal. Allí hay varios candidatos de origen inmigrante, enfrentados a un diputado hijo de un exprimer ministro. Uno de esos canadienses de origen inmigrante, que busca hacerse con la curul de dicho distrito, es Marcos Radhamés Tejada, un dominicano que defiende los colores del N.P.D. La mayor parte de esta crónica le estaba destinada. Desafortunadamente los responsables de su campaña nunca me llamaron para darme la cita que les pedí con Marcos. Si viviera en su distrito votaría por él. Lo haría por simple solidaridad étnica, aunque sienta simpatía por el diputado liberal Justin Trudeau y la dirigente feminista de origen haitiano Vivian Barbot, que juega por el bloque.

 

Una versión para los lectores canadienses de esta crónica fue publicada en la edición del mes de abril de la revista electrónica multilingüe Urbana-Legio, que se edita en Montreal http://issuu.com/urbanalegio/docs/002.