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La Barca de Enoïn

Trabajador inmigrante y trabajo precario: una relación que no se puede esconder

Inmigrantes escoses desembarcando en Quebec en 1911. Imagen tomada del portal de Estadísticas Canadá. Fuente: Biblioteca y Archivos de Canada, PA-010227.

 

Canadá recibió 280.636 inmigrantes en el año 2010. Ésta es, según el Ministerio de la inmigración y la ciudadanía, la cifra más alta de inmigrantes recibidos en los últimos 50 años. Una mirada al comportamiento anual de las Estadísticas nos indica que a Canadá han llegado después de 1951 –en promedio– 150.000 inmigrantes cada año. Es de anotar que las cifras de 2010 no alcanzan a superar las de 1957. Ese año Canadá permitió el establecimiento en su territorio de 282 164 personas.


En la gráfica se pueden apreciar tres aspectos. El primero tiene que ver con un crecimiento rápido de la inmigración entre 1911 y 1913. El segundo aspecto tiene que ver con una caída considerable de la inmigración entre las dos guerras, pues entre 1913 y 1957 no se vuelven a registrar cifras anuales por encima de las 200.000 entradas. El tercer fenómeno es el crecimiento sostenido de la inmigración entre 1990 y el 2010.

Para hacer un poco de historia vale señalar que  las cifras anteriores siguen estando todavía por debajo de las cifras registradas entre 1910 y 1913, que marcaron records que siguen vigentes en la historia de la inmigración canadiense. En 1910 Canadá acogió 286 839 inmigrantes; en 1911 el número ascendió a 331 288; en 1912 se elevó 375 756; y en 1913 las entradas alcanzaron 400 870 casos. El año siguiente, debido a los incidentes relacionados con el estallido de la Primera guerra mundial, el número de entradas se detuvo en 150 484 casos. Comenzó así un periodo de descenso, que alcanzó su punto más bajo en el año 1942. Ese año se otorgó el derecho de residencia permanente solamente a 7576 individuos. Esto hace de 1942 el segundo año con el número de entradas de inmigrantes más bajo en la historia migratoria canadiense, superado apenas por 1860, cuando se establecieron en el país apenas 6236 inmigrantes.

 

En esta grafica hay tres aspectos que sobresalen. El primero es la caída del flujo migratorio hacia Canadá en los años correspondientes a las dos guerras mundiales (1914-1918 y 1940-1945), y el periodo de la Gran depresión, 1930-1935. El segundo aspecto es la caída de la inmigración durante la Segunda guerra mundial a niveles comparables a los de la década de 1860. Finalmente, el tercer aspecto que merita reseñarse tiene que ver, con un hecho: la Gran depresión y la Segunda guerra mundial afectaron de manera más profunda el flujo migratorio hacia a Canadá que la Primera guerra mundial. Si bien es cierto que en la Primera guerra el número de entradas bajo considerablemente, solo 1915 registro un número de entradas inferior a los 50.000 efectivos.

En 1951 comenzó un periodo de ascenso continuo, que conoció un bajón entre 1961 y 1963, cuando los guarismos oscilaron entre 71000 y 94000 efectivos. Después de ese periodo las cifras han descendido rara vez por debajo de los 100.000 individuos. El crecimiento permanente y sostenido, que ha registrado la inmigración hacia territorio canadiense después de la década de 1970, ha llevado a los analistas de Radio Canadá a sostener que el país, como a comienzo del siglo XX, vive una era que lo llevará a ser de nuevo «un país de inmigrantes».

 

Según los resultados del censo 2011 la población inmigrante sumó 6 775 800 efectivos. Los cálculos demográficos indican que –al día de hoy- uno de cada cinco canadienses nació en el extranjero. Lo anterior quiere decir que los inmigrantes representan 20,6 % de los 35,158,304  habitantes, que según las estimaciones gubernamentales contaba Canadá en julio de 2013. Ese porcentaje hace de Canadá el país del G8 con la mayor tasa de inmigración. Según los registros estadísticos ésta es la tasa más alta de inmigración en el seno de la población canadiense desde 1931, cuando los inmigrantes representaron el 22,2% de la población total del país.

 

De acuerdo con el departamento de desarrollo del Recursos humanos de Canadá, entre 2001 y 2012 fijaron residencia en territorio canadiense 2 968 829 inmigrantes. Las estadísticas indican –de igual modo- que entre 2006 y 2011 se instalaron en el país 1 162 900 inmigrantes, que equivale al 17,2 % del toda la población de origen extranjero que hoy lo habita. Fuentes cercanas al gobierno Harper sostienen que desde la llegada de los conservadores al poder se ha permitido el establecimiento de un número de inmigrantes, que equivaldría al 3,5 % de la población canadiense. Los voceros del gobierno sostiene que el estado actual de la economía permitiría la instalación de 500 000 inmigrantes cada año.

 

En el caso de Quebec, según los registros estadísticos, los inmigrantes provienen en un 30% de Asia, un 30% de Europa, un 19% de África, un 11% de América Latina y un 10 del Caribe inglés y francés. Los principales países de origen de esos inmigrantes en 2011 eran: Argelia, Francia, Marruecos, China, Colombia, Rumania, Líbano, Haití, India y México.

 


Jason Kenney: Ministro de inmigración de Canadá. Imagen tomada de cameroonvoice.com

 

La integración socio-profesional del inmigrante: un asunto pendiente

 

La integración socioeconómica de un inmigrantes con diploma universitario en Canadá a partir de sus competencias: así lo sostuvo el periodista peruano Alejandro Segura Loarte en uno de sus artículos, que analizó el caso de Toronto, y así lo resaltó también Pierre Lapointe, un funcionario del gobierno metropolitano de Montreal,  tarda entre cinco y 10 años.

 

En ese trayecto, la mayoría de los inmigrantes –con títulos universitarios- pasan por una fase de proletarización, que los pasea por el trabajo precario en las fábricas, el desempleo temporal, o a veces crónico y la asistencia social. Para quebrar el engranaje que impulsa ese círculo vicioso, un alto porcentaje debe retornar a los bancos escolares, emprendiendo en muchos casos un proceso formativo, que significan la reorientación de su carrera profesional o él reciclaje de la misma.

 

Como bien lo resalta Segura Loarte en dos artículos publicados en la segunda quincena de marzo de 2005, en los periódicos Correo Canadiense y El Mundo Latino News de Toronto, anualmente miles de personas emigran a «Canadá, con la expectativa de encontrar una posición laboral en su profesión mejor remunerada o de mejor calidad, que aquella que tenían en sus países de origen». Sin embargo una vez instalados en el país, «son innegables las barreras laborales» que encuentran, que « empujan irremediablemente al profesional, en la mayoría de los casos, al subempleo o desempleo». La precariedad económica lo obliga –generalmente- a solicitar el acceso a los «programas de asistencia social de este país».

 

La precariedad laboral, el desempleo y la permanecía en la ayuda social son las razones, que explican según este periodista experto en inmigración al menudeo, porque alrededor del 50% de las personas que utilizan los bancos de ayuda alimentaria de una ciudad como Toronto, son inmigrantes.

 

En uno de sus artículos, publicado el 10 de mayo de 2005, Segura Loarte resaltó que en el caso de Toronto el 60% de los clientes de los bancos de comida «cuenta con educación universitaria o alguna certificación para un oficio, y que incluso el 8% de estos tendría un Master». Apoyado en la encuesta anual de estos organismos, el periodista llama la atención que «los profesionales de la salud (17.3%), ingenieros (9.8%), administradores de empresas (9.3%), profesionales de las Tecnologías de la Información (7.8%) y profesores (4.6%)» encabezaron ese año «el listado de los clientes-profesionales que más recurren a un banco de comida».

 

Para el caso de Montreal no hemos encontrado documentación, que nos muestre un panorama tan detallado sobre un asunto como éste, que nos permite otear la realidad inmigrante desde un ángulo bien preciso: la ayuda alimentaria. En general, los informes periodísticos como los de Segura Loarte no son moneda corriente y en el caso de Montreal un informe así de detallado –según nuestras pesquisas- no existe.

 

Sin embargo, el informe del Comité del impuesto a la matrícula escolar de 2012, nos ofrece algunas pistas que nos permiten tomarle el pulso al asunto. Según lo advertido allí por Dominique Sévigny, una mirada comparativa de los lugares de residencia de los escolares nativos con aquellos de origen inmigrante, permite de establecer que los niños y adolescentes de origen no quebequense viven en los sectores desfavorecidos de la ciudad. Importante de resaltar que el 42,6 % de los estudiantes de las escuelas de Montreal provienen de la inmigración. Sobre el tema cabe recordar que un estudio de Jack Jedwab, publicado  a mediados de la década pasada y objeto de un reportaje de Radio Canadá, ce cerró con una conclusión contundente: «Los inmigrantes viven en la pobreza en Quebec».

 

Si bien es cierto que en una década pasan muchas cosas y la quebequense es una sociedad bastante dinámica, hay elementos que nos hacen presagiar que las cosas no han cambiado mucho. Como bien lo anotó Segura Loarte en un artículo publicado el 30 de Marzo de 2006, «las condiciones del mercado laboral canadiense no han variado. Las diversas barreras laborales que enfrenta el profesional que llega al Canadá, como el dominio del idioma oficial a nivel técnico, el reconocimiento de sus credenciales académicas para obtener la licencia (lo que involucra regresar a la universidad para obtener más créditos académicos) y la falta de experiencia laboral en Canadá lo conducen de manera irremediable» a la proletarización, la retrogradación profesional, la reorientación de carrera, el desempleo cíclico, cuando no crónico, y a la precariedad laboral.

 

Para tratar de mejorar su situación y agregar algunos centavos más al presupuesto familiar, el inmigrante varado recurre a las agencias de empleo, que los enganchan como jornaleros en compañías, que tienen por lo general la reputación de ofrecer trabajo peligroso, sucio, agotador y mal pago.

 

Según Mostafa Henaway, del Centro de Trabajadores Inmigrantes (CTI o IWC por su sigla en inglés) el común denominador de este medio es el trabajo por fuera de las reglas (informal), que no le reconoce al trabajador ningún beneficio legal. Esto se debe a que en general se paga en efectivo, no existe contrato de trabajo, no se reconocen derechos laborales y aunque se trabaje de domingo a domingo, el trabajador no tiene derecho a vacaciones.

 

La falta de entrenamiento, el agotamiento y la intimidación psicológica, que reina en el medio, llevan a muchos trabajadores a accidentarse. Como en este medio se les hace creer que no tienen derechos, porque están trabajando por debajo de la tabla muchos se marchan a la casa con sus heridas, las que en algunos casos les dejan secuelas que deben acarrear de por vida.

 

Según Henaway, el CTI busca paliar esta situación, ofreciéndole a los trabajadores inmigrantes talleres formativos sobre sus derechos laborales y sobre la ruta que deben seguir en caso de un accidente de trabajo, así estén trabajando «por debajo de la tabla».

 

Uno de estos talleres tuvó lugar el sábado 30 de noviembre entre cuatro y seis de la tarde en la sede del CTI, 4755, calle Van Horne, bureau 110, cerca de la estación de metro Plamondon.  El taller fue dirigido a los trabajadores hispanos y se desarrollará en español. El último taller del año 2013 se llevó a cabo el sábado 14 de diciembre entre cuatro y seis de la tarde en el mismo lugar y se desarrollará en francés.

 

En general los talleres buscan ilustrar a los trabajadores inmigrantes sobre los servicios que presta La comisión de la salud y la seguridad en el trabajo (CSST), la manera como se presenta una demanda en caso de accidente, las estrategias para hacerle frente a la presión psicológica o la ruta a seguir cuando se necesita de ayuda jurídica.

 

Para teminar queremos traer a colación las consideraciones de Miguel Pancardo sobre la inserción en en Canadá de los inmigrantes a partir de la formación profesional obtenida en sus países de origen. Este consejero privado en empleo da a entender en un artículo intitulado: ¿Canadá odia a los médicos e ingenieros?, que los profesionales con títulos universitarios, que no se insertan en el mercado laboral canadiense a partir de la formación recibida en sus países carecen de imaginación y por eso no han sabido explotar correctamente las oportunidades que este país les ofrece. Al contrario de él, sin ser pesimistas, cremos que un gran porcentaje de inmigrantes, sobre todos aquellos con títulos universitarios, están confrontados a una realidad concreta: la dificultad para insertarse en el mercado laboral a partir de su saber hacer. Las estadísticas y los testimonios cotidianos de la gente así lo confirman, lo que nos indica que el problema no es solamente un asunto de falta de imaginación.

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