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La Barca de Enoïn

Canadá en elecciones: perspectiva histórica de una crisis política de fondo

Canadá en elecciones: perspectiva histórica de una crisis política de fondo

Pancartas publicitarias alusivas a los tres partidos federales en un distrito electoral de Montreal

El pasado 25 de marzo los partidos de oposición decidieron ponerle fin al segundo gobierno minoritario más largo en la historia de Canadá. Invocando por primera vez en la historia canadiense la figura política de “ultraje al parlamento por parte del gobierno”, la oposición aprobó una moción de censura, que sentenció, con 156 votos a favor y 145 en contra, la perdida de confianza de la Cámara de los Comunes frente al Gobierno de Stephen Harper. Con la caída del gobierno Harper, los canadienses asistimos a la conclusión de un nuevo capitulo de una saga política marcada por la inestabilidad. La serie gobiernos minoritarios en la escena política federal se inició el 14 de noviembre de 2003, con la elección de Paul Martin a la dirección del partido liberal.

La crisis política que se vive actualmente en Ottawa es el resultado de dos eventos. El primero de ellos es la consolidación del Bloque Quebequense como vocero principal de los intereses de Québec en Ottawa. Este partido político, que fue fundado el 15 de junio de 1991, se ha venido haciendo elegir al parlamento federal jugando sólo en el escenario provincial. Desde las elecciones federales de 2004 el Bloque ha elegido el mayor número de diputados en representación de Quebec a Ottawa. En 2004 el bloque eligió 54 de los 75 diputados provinciales, en 2006 eligió 60 y 49 en la campaña de 2008. El segundo elemento es la debilidad electoral de los partidos federales. Ninguno de los tres grandes partidos que compiten en la escena federal: el Liberal, el Conservador y el Nuevo partido democrático (N.P.D), ha mostrado la capacidad de convocatoria suficiente, para arrasar a sus adversarios en el resto de Canadá y alcanzar el número mágico de 155 curules.

La debilidad política del partido Liberal, que ha sido tradicionalmente el partido de mayor aceptación popular en la historia canadiense, es la herencia que le dejó el legendario escándalo de las Comanditas. Dicho escándalo terminó destruyendo, particularmente en Québec, la imagen del partido Liberal. Las Comanditas se llevaron por delante a muchas de las figuras más prestantes del liberalismo. Después de dicho escándalo los liberales presentan una crisis de liderazgo y de credibilidad, que ha terminado frenando la dinámica renovadora, que quiso imponerle al partido su actual jefe Michael Ignatieff. Ignatieff, un reconocido académico que abandonó en el 2006 los salones de las más prestigiosas universidades norteamericanas por un escaño en el parlamento federal, no ha podido levantar la imagen de los liberales ni recomponer el partido, a pesar de sus esfuerzos.

El escándalo de corrupción de las comanditas, que es considerado el mayor escándalo de corrupción de los últimos 50 años de la historia canadiense, le ha salido caro a los liberales. Sobre todo en Québec, donde el electorado liberal se pasó a las toldas del Bloque. Paul Martin, que había sido el artífice de la recuperación de las finanzas públicas canadienses, le tocó sufrir el primer golpe político del escándalo. A partir de ese momento los canadienses –particularmente los quebequenses- comenzaron a ver al partido Liberal como una organización dirigida por una banda de corruptos, que debían ser castigados en las urnas. El electorado canadiense, siempre vigilante de la labor de sus elegidos y severo frente a la indelicadeza de sus políticos, no dudó en quitarle el respaldo a los liberales en las elecciones del 28 junio de 2004. Paul Martin, que había esperado largo tiempo para dirigir al partido liberal y que añoraba cumplir el sueño de su padre, que no pudo ser primer ministro, se despertó el 29 de junio a la cabeza de un gobierno minoritario, que la oposición amenazaba con tumbar a cada semana.

Para poder reinar durante un año y cinco meses, Martin tuvo que pactar con los socialdemócratas del NPD. A pesar de dicha alianza, Martin jamás pudo dormir tranquilo. Sumando los 135 escaños de los liberales y los 19 del NPD, le faltaba uno aún para lograr la mayoría absoluta. Desde el primer día de su mandato, Martin debió adaptar el proyecto de gobierno liberal al proyecto político de los socialdemócratas. En mayo del 2005, cuando se votaba el presupuesto federal, los socialdemócratas se insubordinaron y amenazaron con quitarle el respaldo a su gobierno, si no complacía sus demandas. Para salvarse de la moción de desconfianza que proponían sus opositores más acérrimos: los conservadores de Stephen Harper y los soberanistas del Bloque de Québec, Martin tuvo que hacerle costosas concesiones a los socialdemócratas. En la votación del presupuesto, el 19 de mayo de 2005, el gobierno de Martin se salvó porque una semana antes la diputada conservadora Belinda Stronach decidió abandonar el partido conservador, que aspiró a dirigir, por un ministerio del gobierno liberal. El 28 de noviembre de ese año, en ocasión de una moción de censura presentada por los conservadores, los socialdemócratas le quitaron el respaldo a Martin y su gobierno cayó.

El 23 de enero de  2006 los canadienses eligieron un nuevo gobierno minoritario. Esta vez los conductores del gobierno eran los conservadores, liderados por Stephen Harper. Aunque Harper obtenía el poder, el mandato que le conferían los electores era frágil y esto lo obligaba a buscar coaliciones con uno de los partidos opositores menores, para poder gobernar. El problema de los conservadores era que sus posibles socios: el Bloque y el NPD se situaban ideológicamente en las antípodas del discurso conservador. A pesar de que sus posibilidades para hacer coalición con cualquiera de los dos eran mínimas, Harper pudo gobernar con mayor tranquilidad que Martin.

Varios factores confluyeron para que Harper pudiera mantenerse, sin muchos problemas, por casi dos años al frente de la colina parlamentaria. Al día siguiente de las elecciones Paul Martin renunció a la dirección del partido Liberal. Los liberales se concentraron en elegir un nuevo jefe. Las elecciones internas consagraron a Stéphane Dion como nuevo jefe liberal. La buena estrella de Harper quiso que el nuevo jefe liberal fuese visto desde el comienzo como un líder débil. La imagen débil del jefe oficial de la oposición, el desprestigio de los liberales y el fastidio de los electores frente a tantas elecciones, le permitieron al primer gobierno Harper de ser registrado en los anales, como el gobierno minoritario mas largo de la historia canadiense hasta ese momento.

El 7 de septiembre de 2008 el parlamento es disuelto por la gobernadora general. Stephen Harper con las encuestas a su favor se lanza a la búsqueda de un gobierno mayoritario. Animado por la buena imagen que proyecta ante la opinión pública en un país mayoritariamente liberal, Harper sale a buscar una mayoría que le permita desarrollar un programa de gobierno más conservador. La cohabitación con la oposición es cada vez más difícil. Los conservadores pura sangre se sienten maniatados dirigiendo un gobierno minoritario. Las elecciones son convocadas para el 14 de octubre. Las encuestas presagian la elección de un gobierno conservador mayoritario. Entusiasmados por la favorabilidad que tiene su líder ante la opinión pública, los ideólogos del partido comenzaron a hablar de la revisión de la ley sobre el aborto y la del matrimonio gey.

Asustada por el discurso conservador, la opinión publica de las provincias más liberales toma distancia de los conservadores. Para mantener el equilibrio de la balanza, los electores terminan eligiendo un gobierno minoritario. Harper pasó de 124 a 143 sillas. Los liberales, habiendo sufrido su peor derrota, comenzaron a pensar en un nuevo jefe.

Al comienzo de 2009 llegó a la cabeza del partido liberal Michael Ignatieff. Su aterrizaje se produjo en medio del barullo político generado por un proyecto de coalición para deshacerse de Harper. Los partidos de oposición habían montado dicho proyecto alrededor del derrotado jefe liberal Stéphane Dion. Ignatieff rechaza la maniobra. Harper sobrevive a un ataque, que los conservadores no dudan en considerar como una tentativa de golpe de Estado. Es increíble, pero las mismas circunstancias que hicieron posible un primer mandato estable para Harper a la cabeza de un gobierno minoritario, hicieron posible la longevidad de su segundo mandato. A pesar de su arrogancia y del manejo errático de las finanzas públicas, de las relaciones internacionales, de las políticas sociales y de la cultura, Harper mantiene una buena cuota de aceptación en el electorado.

El discurso moralista y la promesa de conducir un gobierno transparente no le impiden a Harper de cometer ciertas indelicadezas, que terminaron sacando a la oposición de quicios. La actitud reticente para rendir cuentas sobre algunas compras y construcciones, terminaron por tumbar su gobierno.

Hasta hoy el primer ministro Harper puede darse por bien servido. Su segundo gobierno, aunque minoritario, es el más largo de la historia canadiense. Como van las cosas, de seguro que seguirá haciendo historia sin ser un hombre brillante, sin ser un líder carismático. Las encuestas apuntan a que será elegido a la cabeza de un tercer gobierno minoritario. Quien quita. La suerte podría sonreírle a su partido y darle al final los votos suficientes para dirigir un gobierno conservador mayoritario. Si lo logra tendrá derecho a un anaquel en el armario principal de la historia canadiense. No importa que haya entrado a ella por la puerta falsa de los gobiernos minoritarios.

Atribuyéndome facultades de pitonisa predigo un nuevo gobierno minoritario. El dos de mayo los electores tienen la palabra y no deben delegar el uso de ella. En estas elecciones hay muchas cosas en juego: medioambiente, política internacional, políticas de salud pública en materia de reproducción, renovación de infraestructuras envejecidas, etc. En lo que concierne al electorado inmigrante éste está llamado a jugar un rol crucial. Esa es la razón por la que los jefes de los cuatro partidos más importantes andan como locos tratando de seducirlo. En las grandes aglomeraciones urbanas hay varias circunscripciones electorales, donde los candidatos provienen de las minorías étnicas.

Ese es el caso del distrito electoral de Papineau, en Montreal. Allí hay varios candidatos de origen inmigrante, enfrentados a un diputado hijo de un exprimer ministro. Uno de esos canadienses de origen inmigrante, que busca hacerse con la curul de dicho distrito, es Marcos Radhamés Tejada, un dominicano que defiende los colores del N.P.D. La mayor parte de esta crónica le estaba destinada. Desafortunadamente los responsables de su campaña nunca me llamaron para darme la cita que les pedí con Marcos. Si viviera en su distrito votaría por él. Lo haría por simple solidaridad étnica, aunque sienta simpatía por el diputado liberal Justin Trudeau y la dirigente feminista de origen haitiano Vivian Barbot, que juega por el bloque.

 

Una versión para los lectores canadienses de esta crónica fue publicada en la edición del mes de abril de la revista electrónica multilingüe Urbana-Legio, que se edita en Montreal http://issuu.com/urbanalegio/docs/002.

2 comentarios

diana gil garcia -

felicitaciones, no se esperaba menos de ti.
exitos.

Isbel -

Hola Enoin:

¡Me encantó este post! También la agradable sorpresa de encontrame tu bitácora a toda marcha. Con tu permiso, voy a linkear este post a una traducción de otro que estoy haciendo.

Un abrazo.